Las dos escuelas de Viena

Aldo Ceccato inició con la Nacional un ciclo realmente atractivo dedicado a Las escuelas de Viena -a dos revoluciones, la romántica y la contemporánea y apoyado en las sinfonías de Beethoven y en obras de la gran triada vienesa del Siglo XX: Schónberg, Berg y Webern.A la realización de la idea cabe oponer un único reparo: su timidez. Por lo general, se trata de obras iniciales, y hasta previas, a cuanto tuvo de más emblemático el proceso transformador llevado a cabo por Schónberg y sus seguidores. Con todo, el empeño supone una cierta aireación del repertorio a partir de dos escuelas ya históricas. Quizá no resulte inoportuno recordar que en 1934 y 1935, Arbós puso en los atriles de la Sinfónica las suites de Wozzeck y Lulú; que en 1961, hace 30 años, la conservadora ONE programó las varaciones opus 31 de Schónberg. Más lo cierto es que no hubo frecuencia en la audición de esos títulos (salvo el concierto de Berg).

El superviviente de Varsovia (1948) es una página de intenso dramatismo, apoyada en un recitado testimonial del propio Schónberg, sutil y genialmente sostenido por una orquesta muy diversifícada y sumisa a las distintas significaciones de la palabra, para desembocar en la emotiva culminación del himno Shema Yisroel. El triunfo del compositor es que su tremendo documento musical sobre el holocausto varsoviano posee más fuerza que el mejor reportaje o el libro más escalofriante. Tras escucharlo es preciso meditar en soledad, pues se torna dificil proseguir, sin más, la vida diaria sin caer en pecado de frivolidad. El actor norteamericano Michael Wager asumió el texto con hondura y sin el menor efectismo añadido y Ceccato dio a la página, de modo muy preciso, todos sus valores.

Es pura música, difícil y hermosa, la de las tres piezas de Berg (1914), tan difíciles que es fácil comprender que no nos llegara con la clarificación y coherencia características del autor de Wozzeck, uno de los momentos, más altos del expresionismo vienés. Por contra, fue excelente la interpretación de la primera sinfonía beethoveniana, sutilmente fijada en la intersección del clasicismo y el romanticismo que asoma. Por la noche, la Universidad Autónoma clausuró, con el cuarteto Melos, su ciclo dedicado a Beethoven, con lo que el viernes musical se llenó de sentido y orientación culturales.