Un feliz descubrimiento

Santi MoixGalería Trama. Petritxo1, 8. Barcelona. Hasta el 30 de noviembre.

Surgida casi en pleno epicentro de aquel terremoto pictórico que con tanta fuerza sacudió la hasta entonces tranquila escena artística española a inicios de los ochenta, la obra de Santi Moix (Barcelona, 1960), bastante aireada entre nosotros cuando corrían aquellos días de entusiasmo generalizado, ha venido viviendo con posterioridad frecuentes situaciones de ostracismo.

Moix ha optado por regresar y 11 exponerse": exponerse como todo aquel artista que enseñando su obra se muestra a sí mismo ante la colectividad, y exponerse como forma de asunción del riesgo que ello acarrea, máxime si sobre los rasgos generales de la obra se cierne la peligrosa sombra del criterio formado de antemano, o deformado, en base a lo conocido con anterioridad al distanciamiento del artista.

Y buena pauta para considerar que Moix ha cambiado sin cambiar es esta muestra donde aquellas líneas maestras que siempre ha puesto en liza su pintura -densidad matérica, ingenuidad aparente en el trazo, sabiduría colorista y compositiva, y, ante todo, inteligente desenfado, o trivialidad si se quiere (cualidades muy necesarias, tal y como señala José Antonio Marina en su Elogio y refutación del ingenío)- siguen aquí, además de presentes, sublimadas.Notable lección

De agradecer es que esta notable lección de pintura que Moix ahora imparte se vea acompañada en el catálogo por una serie de interesantes imágenes -desde escenas de la película de El mago de Oz, hasta reproducciones de sellos japoneses donde lo humano se nos muestra, en un tono un tanto fabulístico, hermano de lo faunístico, donde se intuye una visión sin duda romántica, naïve .y primigenia de nuestra condición, pasando por menciones a aquel genio que fue Guston-, ,tanto por el cariz sutilmente docente que para el público atesoran, como por el valor de páginas de devocionario que para el artista parecen poseer.

. Pero no en vano es en ese punto de transgresión, de distanciamiento y originalidad que el artista alcanza frente al escollo del fácil mimetismo, o de la excesiva evidencia de las influencias, en ese ejercicio libertario de sublimación y encumbramiento de lo lúdico a la categoría de lo agudo e inteligente, donde Moix se nos muestra, acaso, como un artista que jamás debería haber necesitado de las maletas del éxito para ser redescubierto.