Poco y mal
EL BANCO de España ha estimado por debajo del l.% la tasa de crecimiento del producto interior bruto (PIB) de la economía española en el tercer trimestre de este año en relación al mismo del año anterior. La totalidad de los componentes de la demanda nacional muestran una desaceleración en términos reales de la que la inversión es, sin duda, la más preocupante; tanto la materializada en bienes de equipo como en construcción han acentuado su evolución negativa en ese periodo. El consumo público, y en mayor medida el privado, también se han visto inmersos en ese descenso? este último, en lógica respuesta a la reducción experimentada por la renta disponible de las familias. La demanda exterior neta, por su parte, ha seguido contribuyendo negativamente al crecimiento de la economía, con el lógico resultado de un aumento de su desequilibrio exterior, y, finalmente, se ha generado un déficit de más ardua financiación a causa de la pérdida de atracción de nuestra economía sobre los capitales exteriores.Un cuadro que, en sus perfiles básicos, no sólo no favorece un posible cambio de tendencia, sino que facilita la aproximación a tasas, negativas de crecimiento en nuestra economía, en absoluto descartables en los próximos meses, con el consiguiente impacto en el aumento del desempleo. Lamentablemente, esa debilidad de la economía española no está suponiendo una significativa contención en la tasa de aumento de los precios; convergemos sobradamente en la debilidad y no reducimos la divergencia en la tasa de inflación. Una combinación ciertamente adversa que contribuye en gran medida a hipotecar la futura, aunque en absoluto próxima, recuperación.
No faltan factores adicionales de incertidumbre que condicionan, cuando menos, la proximidad de ese horizonte de recuperación. El deterioro en la calidad de los activos bancarios, sobre el que han alertado algunos responsables del Banco de España; la interinidad en la que están inmersos los mercados de divisas, condicionados por ese paréntesis abierto en el Sistema Monetario Europeo, y la permanencia de una regulación de excepción se añaden al debilitamiento de las expectativas de recuperación, de las principales economías industrializadas. De ellas, las más vinculantes son, sin duda, las relativas a la economía alemana, también inmersa en un proceso de fuerte desaceleración.
Una situación, en definitiva, que reclama la conjunción de esfuerzos de los agentes económicos y sociales y del Gobierno con el doble fin de neutralizar el impacto más adverso de esa desaceleración y de eliminar de la economía aquellos obstáculos que amenazan su recuperación. En este contexto cobra especial relieve la disposición del Gobierno, mostrada por su vicepresidente, a la realización de un acuerdo "urgente, amplio y posible" con los interlocutores sociales a fin de encontrar una salida equilibrada a la situación. Disposición que debe extenderse a la realización de las reformas estructurales que el mejor funcionamiento de la economía, ya que no su crecimiento, precisa. De lo contrario, la economía española no sólo crecerá poco, sino que, además, lo seguirá haciendo mal.
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