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MUJERES SACERDOTISAS

El Vaticano, bloqueado

El silencio de L'Osservatore Romano, órgano de prensa oficial de la Santa Sede, que en su edición de ayer ni siquiera incluyó una mínima información sobre la decisión de la Iglesia de Inglaterra de reconocer el sacerdocio de las mujeres, es el mejor reflejo de la preocupación con la que el Vaticano ha acogido esa noticia, que mina las perspectivas del diálogo ecuménico nacido del Concilio Vaticano II.Con el deshielo en el Este, comenzó a flaquear la comunicación con las Iglesias ortodoxas, por problemas de competencia en el proselitismo, hasta el punto de que los "hermanos separados" orientales boicotearon el Sínodo de los Obispos celebrado el pasado año. La evolución de los acontecimientos en Yugoslavia y el desplazamiento del conflicto hacia Macedonia presagian un empeoramiento adicional de las relaciones con los ortodoxos griegos.

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Ahora peligra el puente más sólido de la Iglesia católica hacia los "hermanos separados" occidentales, según constató el miércoles el portavoz vaticano, Joaquín Navarro Valls, al hablar de "un nuevo y grave obstáculo a todo el proceso de reconciliación". Tan corta era la distancia entre la cátedra de San Pedro y la abadía de Canterbury que Roma espera ahora una nueva oleada de pastores anglicanos dispuestos a hacerse católicos, como la que surgió de los luteranos suecos cuando su Iglesia asumió el sacerdocio femenino.

Fundamentos teológicos

Pero las posibilidades de reparar el nexo debilitado son escasas, dado el carácter de los fundamentos teológicos aludidos por el portavoz vaticano. Pablo VI, que inició el diálogo con el arzobispo anglicano Michael Runcie en 1966, resumió así los motivos por los que Roma se opone a la ordenación sacerdotal de las mujeres: "El ejemplo, contenido en las Sagradas Escrituras, de que Cristo sólo eligió hombres como apóstoles; la práctica constante de la Iglesia, que ha imitado a Cristo, eligiendo exclusivamente hombres, y su vivo magisterio, que ha sostenido constantemente la exclusión de la mujer, como derivada del proyecto divino de Iglesia".

Juan Pablo II escribió también a Runcie, el 8 de diciembre de 1988, que la aceptación del sacerdocio femenino por su Iglesia "bloquearía, de hecho, el camino hacia un mutuo reconocimiento de los ministerios". En mayo, el Papa reiteraba al arzobispo George Leonard Carey, sucesor de Runcie, que este problema "constituye un grave obstáculo para todo el proceso de reconciliación".

Un sacerdote socialista, Gianni Baget Bozzo, escribía ayer en el diario italiano La Repubblica: "La importancia de la mujer en la sociedad actual es un argumento para replantear este problema".

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