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La obra vanguardista de Santiago Calatrava causa impacto en el Reino Unido

El ingeniero valenciano exhibe sus proyectos arquitectónicos en una gran exposición en Londres

El ingeniero valenciano Santiago Calatrava se ha convertido en el constructor de puentes más solicitado de Europa. Sus trabajos se exhiben estos días en una impactante exposición en el Royal Institute of British Architects (RIBA) de Londres. Allí, el primer objeto que ven los visitantes es el esqueleto de un gran perro. Considerado como uno de los ingenieros más imaginativos y profundos de nuestra época, hoy no hay país europeo que se precie y que tenga amplitud de miras sin una obra de Calatrava. Excepto el Reino Unido, por supuesto.

Hace menos de dos años, el Departamento de Transporte británico anunció su proyecto de un nuevo gran puente al este del aeropuerto de Londres para llevar la carretera de circunvalación norte, más allá del Támesis. El diseño consiste en una pesada sucesión de pilares de hormigón rematados con una carretera hecha sobre vigas de hormigón.Por no mucho más dinero Londres podría haber contado con un puente de hormigón y acero, bonito e imaginativo, diseñado por Calatrava y propuesto por un grupo de gente, que hubiera cruzado el Támesis en un elegante salto de 630 metros. No importa que ésta hubiese sido una entrada de Londres que los ciudadanos de Zúrich, París y Berlín hubieran cruzado con envidia porque el Gobierno decidió que una obra del sector público como ésta debía ser barata y no una experiencia enriquecedora.

Patrón e inspirador

Pese a ello, Londres ha dado una bienvenida tranquila a Calatrava. Recientemente ha diseñado una estación tipo para el Metro de Londres, cuya organización se ha convertido, de forma destacable, en patrón inspirador de la arquitectura, la ingeniería y el diseño más vanguardistas.Los ingenieros de estructuras contemporáneos están generalmente considerados como tipos prosaicos. Con un arsenal de programas de diseño por ordenador de coste reducido y apoyados por los contables, su trabajo es erigir las estructuras más baratas que cumplan su función (como por ejemplo, los miserables diseños de dos importantes nuevos puentes británicos: uno para unir la isla de Skye a tierra firme en Escocia y otro sobre el Támesis).

Pero Calatrava es diferente. La columna vertebral de casi todos sus diseños -desde la estación Stadelhofen de Zurich (1983-90) hasta el Puente del Alamillo de Sevilla (1987-1992) pasando por el nuevo aeropuerto de Bilbao (1990, en construcción) y la torre de telecomunicaciones de Barcelona (1989-1992)- parece que ha sido sacada de un bestiario de animales míticos gigantescos.

Y cuando los grandes puentes y construcciones civiles de Calatrava -virtualmente todas sus obras están hechas en el sector público tanto en España, como en Suiza, Alemania o Francia- no se basan en los esqueletos de bestias imaginarias o prehistóricas, parecen sacadas de la naturaleza. El tejado de la nueva estación de Spandau en Berlín (iniciada en 1991) está sostenido en árboles estilizados mientras que el pabellón de la industria del cemento que construyó en Basilea en 1990 es un exuberante edificio diseñado según el modelo de un pájaro en vuelo.

Quizá lo que diferencie a Calatrava sean sus comienzos como dibujante (en Valencia; nació en Benimamet en 1951), más tarde como arquitecto (de nuevo en Valencia), antes de estudiar ingeniería en el estricto Swiss Federal Institute of Technology, en Zúrich.

La exposición de sus obras es un acontecimiento fascinante, uno de los espectáculos de arquitectura más fascinantes habidos en Londres desde Lutyens en la Hayward Gallery hace once años. El RIBA ha transformado su cuartel general en una acogedora galería para la ocasión. Aquí, todas en blanco, están las docenas de meticulosos diseños que Calatrava ha hecho de su brioso trabajo. Aquí está lo que parece ser una ciudad ideal completa, comprendiendo grandes museos y estaciones de ferrocarril, aeropuertos que celebran la idea de volar y puentes que sirven de transporte y deleite. También hay botones para apretar y, por supuesto, el esqueleto de un gran perro en una caja de cristal.

Calatrava es un gran admirador de los arquitectos e ingenieros que como Gaudí, Saarinen, Brunel, Eiffel y Maillart, han afrontado los riesgos estructurales y estéticos más calculados. "El ingeniero", afirma, "necesita trabajar con la espada de Damocles sobre su cabeza, necesita retos para sacar de sí lo mejor. Si no es así, el ingeniero diseña estructuras banales que no hacen nada por mejorar las ciudades o paisajes que cambian con su intervención". En un 99% de las veces, Calatrava desafía la espada de Damocles y gana.

Copyright The Independent / EL PAÍS

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