_
_
_
_

Fernando Botero se convierte en protagonista del otoño, cultural en París

Exposiciones callejeras y grandes muestras del pintor colombiano inundan la capital francesa

"Estoy malísimo, no puedo ni moverme". Doblado en dos a causa de un feroz lumbago, Fernando Botero no da en su estudio de la Rue du Dragon la imagen de un triunfador. A su cuerpo le cuesta seguir el infernal ritmo de los homenajes que París le rinde este otoño: las ya inauguradas exposiciones de esculturas en los Campos Elíseos y de cuadros en la galería Imbert y la próxima muestra -60 óleos y 40 dibujos- consagrada a la tauromaquia del Grand Palais, sin contar las recepciones, las entrevistas y los reportajes. No obstante, el colombiano es un hombre feliz: París está a sus pies.

"Jacques Chirac me ha dicho que hasta el próximo enero más de cinco millones de personas van a ver la exposición de los Campos Elíseos", dice sin apenas creerse lo. "Es algo extraordinario. ¿Qué artista puede soñar con un espacio tan increíble y con un público tan numeroso? ¿No le parece que los Campos Elíseos es la avenida más bella del mundo? No hay parecido en Roma, Madrid o Londres".Botero está sentado en un sillón en el primer piso de su estudio, rodeado de grandes óleos de temas taurinos, algunos de los que a partir del 20 de noviembre colgarán en el Grand Palais Cuenta que la noche anterior ha paseado por los Campos Elíseos para ver cómo han iluminado sus esculturas, y se ha quedado pasmado. "Qué bien hacen aquí las cosas. Mientras sigan haciéndolo tan bien, París será la capital mundial del arte".

¿Está Botero tan derrengado porque colocó personalmente sus esculturas? "No, no", responde riendo. "El dolor me vino el otro día, cuando me agaché a coger un teléfono. Es un viejo problema, lo tengo desde hace muchos años. Es una cosa casi de herencia familiar, aunque lo seguro es que mi trabajo, que es muy físico, hacer esos cuadro tan grandotes y esas esculturas tan enormes, no me ayuda. Pero yo sigo. Ahora voy a pintar en Toscana dos frescos de 36 metros cuadrados cada uno, frescos como los de Miguel Ángel". ¿Dónde? "En la iglesia de la Misericordia, de Pietrasanta. Voy a hacer las puertas del infierno y, del paraíso, y ya tengo el permiso del arzobispado, pese a que voy a poner desnudos".

Dijo alguien que, a partir de los 40 años, uno es responsable de su propia cara. Botero, que tiene 60, se ha construido una, redondeada y en forma de pera, que se asemeja a la de los protagonistas de sus obras. Es un comentarlo que le provoca mucha risa.

Las 31 esculturas de los Campos Elíseos proceden de la colección personal del artista conservada en su taller de Pietrasanta, uno de los cuatro -los otros están en París ,Nueva York y Bogotá- que tiene en el mundo. Botero cree que si el Ayunta-miento de la capital francesa pensó en él para esta la primera exposición callejera en la historia de los Campos Elíseos es porque debe ser "uno de los poquísimos escultores vivos capaces de llenar, la avenida". "Sólo yo y quizá Henri Moore podíamos asumir el desafío de colocar allí una treintena de obras. Si no tienes piezas muy monumentales, el espacio de la avenida te aplasta".

Botero vive desde niño una historia de amor con París. "Aquí", dice, "me siento como en mi segunda patria. En América Latina, las culturas que pesan son la española y la francesa. En mi escuela sólo enseñaban la historia de esos dos países. Y mi padre era un entusiasta de la Revolución Francesa: era el único tema que le interesaba. Yo hojeaba álbumes donde aparecían los protagonistas del siglo XVIII francés, y tal, vez por eso pinté una vez un cuadro llamado La visita de Luix XVI y María Antonieta a Medellín, y también me he hecho autorretratos con Luis XIV y Madame Pompadour".

El amor es correspondido. París está entusiasmado con Fernando Botero. El colombiano, dicen los críticos, es uno de los raros artistas del siglo XX que apuesta por la alegría de vivir. Y tras el bombazo de los Campos Elíseos, todos esperan la exposición del Grand Palais -60 óleos y 40 dibujos sobre la corrida de toros- como uno de los grandes acontecimientos de la temporada.

La plástica taurina

"Desde niño", dice Botero, estoy loco por los toros. Yo quería ser matador y hasta estudié en la escuela de tauromaquia de la plaza de la Macarena, en Medellín. Mi maestro era un banderillero retirado que se llamaba Aranguito. Un día, una novillera que se llamaba Morenita del Quindío no pudo matar a un toro de 300 kilos. Le dio 30 pinchazos y no lo tumbó. Así que, al día siguiente, para practicar, Aranguito me puso delante de ese toro, que estaba de muy mal humor. Me dio tal susto que a los dos pases decidí dejarlo".Pero Botero siguió haciendo acuarelas de tema taurino que vendía en la plaza de Medellín. Hasta que un día decidió pintar otra cosa. "Ese día", afirma, "me convertí en artista". Los motivos tauromáquicos reaparecieron mucho después, en 1983. "Me dije que por qué no volvía a pintar toros. Es un tema de extraordinarias posibilidades plásticas, lo tiene todo: poesía, movimiento, colorido y espacio".

Los cornúpetas, matadores, picadores y espectadores de Botero, como todos los personajes de su obra, están en su cabeza. "Nunca uso modelos; a mí la realidad me limita; yo creo que lo mío es un realismo de lo imaginario". Pero el realismo de la realidad, en forma de pinchazo en el bajo de la espalda, reclama sus derechos cuando Botero intenta levantarse del sillón. "Estoy malísimo", dice mirando a través de las cristaleras del estudio el hermoso lienzo gris del cielo de París.

Botero, que reivindica como maestros a los pintores italianos del Quatroccento, los artistas precolombinos y criollos y Picasso y Matisse, sitúa sus cuadros de tema taurino en la tradición iniciada por Goya y desarrollada por Picasso.

"La corrida", -dice-,es arte en sí y fuente inagotable para otras artes, empezando por la pintura. Tiene mil recreaciones posibles. Goya y Picasso hicieron las suyas; yo no me canso de hacer la mía. La corrida es para mí un eterno cordón umbilical con la niñez, con la vida".

Babelia

Las novedades literarias analizadas por los mejores críticos en nuestro boletín semanal
RECÍBELO

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo

¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?

Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.

¿Por qué estás viendo esto?

Flecha

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.

Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.

En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.

Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_