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La batalla de los compromisarios

El sistema electoral obliga a los candidatos a centrar su campaña en los Estados con mayor número de delegados

Antonio Caño

Si odia las matemáticas, olvídese de seguir al detalle la campaña electoral de Estados Unidos. Este proceso es obligatorio para cada candidato, que debe medir sus verdaderas posibilidades de victoria Estado por Estado. Esos cálculo definen después la estrategia de toda la campaña electoral, que dura más de dos meses. Los candidatos recorren miles de kilómetros cada día de una esquina a otra del país en sus carísimas e interminables giras; sin embargo, mientras visitan más de media docena de veces lugares como Ohio o Misuri, nunca pisan algunos otros Estados, como Idaho o Massachusetts. ¿Por qué? Las elecciones presidenciales del 3 de noviembre son, en realidad, 50 elecciones distintas, una en cada Estado de la Unión.

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Cada Estado aporta un número de lo que se llaman votos electorales -diferente en función de su población-, que obtiene el candidato que consiga la mayoría simple en ese Estado. Es decir, el objetivo del candidato no es obtener más votos populares a nivel nacional, sino conseguir el triunfo en el número suficiente de Estados para poder alcanzar los 270 votos electorales -de un total de 538- que se requieren para llegar directamente a la presidencia.Este sistema empuja a los candidatos a abandonar los Estados que dan por perdidos, porque no les sirve de nada conseguir unos miles de votos más en Alabama si el candidato rival obtiene después en ese Estado la victoria y se lleva todos sus compromisarios. En Idaho, en el noroeste, no hay campaña porque la victoria de George Bush se da tan por segura como la de Bill Clinton en Massachusetts, en el noreste.

Hay Estados con tradición de influir de una manera decisiva en las elecciones y en los que los candidatos centran prácticamente todos los esfuerzos de su campaña. Ohio, en el Medio Oeste, tiene un significado especial porque, además de ser uno de los Estados más industrializados, con mayor población y con mayor número de votos electorales (21), tiene la tradición de que siempre ha dado sus votos al candidato que después llegó a la Casa Blanca. En estos momentos, la situación está muy igualada en Ohio, aunque Clinton tiene una ligera ventaja de dos puntos, según las últimas encuestas.

El candidato demócrata está también a la cabeza en otros Es tados fundamentales del Medio Oeste, en los que Bush ganó en las elecciones de 1988, Illinois y Michigan, que suman 40 votos electorales. La ventaja de Clinton en el primero de ellos es sustancial, y considerable en el segundo.

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El corredor industrial

Otra región importante para alcanzar la victoria es el corredor industrial de la costa este, formado por Pennsylvania, Nueva Jersey y Nueva York, con 71 votos electorales. George Bush ganó en los dos primeros en 1988, pero las encuestas dan hoy una cierta ventaja a Clinton. Los demócratas tienen asegurada la victoria en Nueva York, un estado tradicionalmente fiel.

El Sur ha sido desde hace unos años una zona de voto republicano en las elecciones presidenciales. Bush ganó hace cuatro años los 142 votos electorales que aportan los Estados de Carolina del Norte y del Sur, Georgia, Florida, Alabama, Tennessee, Misisipí, Luisiana, Arkansas, Oklahoma y Tejas. En estas elecciones, la situación parece muy diferente: los demócratas tienen asegurada la victoria en Arkansas y Tennessee (los Estados de Clinton y de su candidato a la vicepresidencia, Albert Gore) y marchan con ventaja en las encuestas en Georgia, Louisiana y Florida. En Tejas, la situación se ha hecho muy imprevisible por la entrada de Ross Perot (un tejano) en la campaña, pero Bush no tiene ni mucho menos la victoria garantizada en el que siempre se ha considerado su primer feudo político. En Florida, un Estado conservador donde Bush ganó en 1988 por más de 11 puntos de ventaja, una victoria de Clinton podría significar una verdadera catástrofe para los republicanos.

Clinton tiene, también clara ventaja en Estados agrícolas del Norte, como Iowa, Wisconsin y Minnesota, y no ha dado todavía por perdidos algunos de los más tradicionales Estados conservadores, como Dakota del Sur, Nebraska, Montana, Colorado y Nuevo México. Bush tiene prácticamente garantizada la victoria en Utah, el Estado más conservador del país, en Idaho y Nevada, pero incluso en un lugar tan republicano como Arizona existen algunas dudas en estos momentos.

Del lado de Clinton

Los 72 votos electorales de la costa oeste estarán muy probablemente del lado de Clinton, quien mantiene confortables ventajas en las encuestas en California y en los Estados de Washington y Oregón. California, que es el Estado que mayor cantidad de votos aporta, fue ganado por Bush en 1988, pero la crisis económica ha afectado allí más que en otros lugares del país y ha colocado a la, mayoría de la población en favor del cambio.

En general, la crisis económica es el fenómeno que más ha elevado las expectativas, de victoria de los demócratas. Tanto en el Medio Oeste como en California y en Florida, donde el desempleo supera en dos puntos a la media nacional, Clinton puede privar de la victoria a Bush. En los Estados del Sur cuenta considerablemente el hecho de que los dos integrantes de la candidatura de la oposición son sureños.

En 1988, el candidato demócrata, Michael Dukakis, ganó en 11 Estados del país, con 107 votos electorales. Actualmente, Bill Clinton es claramente favorito en 16 Estados, con 210 votos electorales, y tiene cierta ventaja en las encuestas en otros siete Estados, con 114 votos electorales. Con ganar sesenta de todos esos votos en los que lleva ventaja, Clinton sería elegido presidente.

George Bush, por su parte, tiene ventaja clara en 14 Estados, con 81 votos electorales. Para seguir en la Casa Blanca, el presidente necesitaría ganar en los 14 Estados en los que ahora mismo no hay un candidato con neta diferencia, y recapturar, además, la mayoría de los siete Estados en los que Clinton no lleva una ventaja insalvable.

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