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El 'Iado bueno' de Perot

El francotirador de la campaña quiere centrar el debate sobre las dificultades de la economía

ENVIADO ESPECIAL Ross Perot no tiene ninguna posibilidad de ganar las presidenciales norteamericanas, pero su programa económico, y concretamente sus propuestas para reducir el agobiante déficit público, gozan del favor unánime del ciudadano de a pie de este país. En opinión de los analistas políticos, ese programa y lo que pueda suponer de revulsivo en la campaña constituyen lo que se conoce como el lado bueno de Ross Perot.

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Tras una serie de entrevistas mantenidas a lo largo de la última semana con un amplio espectro de habitantes de los Estados de Utah, Arizona y Nevada, el denominador común de las respuestas se resume en esta frase: "¡Lástima que no tenga ninguna posibilidad porque su programa económico es el único sensato!".A pesar de los esfuerzos del gobernador Bill Clinton por presentarse como el protagonista del cambio que Estados Unidos necesita, y de la machaconería de George Bush en vender su imagen de político experimentado y comandante en jefe fiable en los momentos de crisis, como la guerra del Golfo y el desmoronamiento del imperio soviético, para el norteamericano medio el único tema real de preocupación diaria es la economía.

Esa inquietud sobre cómo hacer frente al día a día, cómo conservar el puesto de trabajo y cómo mantener el poder adquisitivo de las pensiones hace que, por primera vez en muchos años, bastiones republicanos tradicionales, como California, Florida e incluso Arizona -el Estado natal del ultraconservador Barry Goldwater-, estén basculando hacia el lado demócrata, aunque en el fondo les gustaría votar a Perot.

Bush y Clinton conocen perfectamente la magnitud del déficit y de la deuda pública. El primero sobrepasará este año los 300.000 millones de dólares y la segunda alcanza ya la escalofriante cifra de cuatro billones de dólares, lo que genera el pago de unos intereses anuales superiores a los 200.000 millones de dólares. Es el resultado de una política económica iniciada en los años de Ronald Reagan y que, como recordaba The Economist, pretendía "comerse la tarta sin tener que pagar por ella".

Lo que ocurre es que Bush aspira a mantenerse en la Casa Blanca, y Clinton, a entrar en ella. Y por eso pasan de puntillas por el tema del déficit, plenamente conscientes de que la medicina para curar la enfermedad pasa por la adopción de unas medidas muy impopulares.

Cortes en el presupuesto

Bush y Clinton pretenden, según se desprende de sus respectivas propuestas económicas, nivelar o reducir el presupuesto federal en un plazo de cinco años. Pero, como han puesto de manifiesto los análisis exhaustivos hechos por los medios de comunicación que han investigado minuciosamente sus programas, a ninguno le cuadran los números.

Bush no ha explicado cómo se puede nivelar el presupuesto sin tocar los programas de pensiones y con una reducción de impuestos que, caso de aplicarse, le quitaría al Tesoro público unos ingresos superiores a los 165.000 millones de dólares en el próximo quinquenio.

Por su parte, Clinton sólo aspira a dejar el déficit reducido a la mitad en el mismo período. Para ello propone elevar en cinco puntos, del 31% al 36%, los impuestos para los ciudadanos con ingresos superiores a los 200.000 dólares anuales y reducir más drásticamente que Bush los gastos de defensa. Según los analistas, los ingresos que se recaudarían con esas dos medidas no serían suficientes para hacer frente a sus propuestas de gastos, entre las que se incluyen una reforma de la seguridad social y un programa de inversiones en infraestructura por valor de 80.000 millones de dólares.

Perot tiene muchas dificultades de todos conocidas. En opinión unánime de los observadores, su precipitada retirada en julio, que todavía no ha explicado convincentemente, le ha costado cualquier posibilidad de alcanzar la presidencia. Su carácter autoritario y su forma de tratar a los medios de comunicación, que cree confabulados en su contra, no contribuyen precisamente a mejorar su imagen. Sin embargo, su programa económico, editado hace unas semanas, se ha convertido en un best-seller.

Precisamente porque en el fondo Ross Perot nunca aspiró a sentarse en la Sala Oval de la Casa Blanca y sí a convertirse en un revulsivo para los políticos tradicionales, el programa económico del millonario tejano propone la adopción de medidas casi blasfemas para el establishment de Washington.

Sus propuestas incluyen, por ejemplo, una subida de impuestos en la banda alta de hasta el 35%, una reducción en las deducciones en el pago de las hipotecas, drásticos recortes en defensa, cancelación de varios proyectos federales, reducción del 10% en todos los gastos federales y una fuerte subida de los impuestos sobre los combustibles.

Desde la óptica europea, la subida del precio de la gasolina que propone parece ridícula. Pero para el americano medio acostumbrado a pagar aproximadamente 35 pesetas el litro, el alza de 10 pesetas anuales a lo largo de cinco años que propone Perot le puede producir convulsiones próximas al infarto.

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