Encefalograma casi plano
La crisis de la peseta, por alguna razón misteriosa, se reflejó crudamente en el concurso madrileño de danza. Él miércoles negro tuvo corno continuación un jueves gris muy oscuro, y la final del viernes 18 fue sosa, con pocas emociones en el parqué y baja calidad de negocio. Eso sí, muchas sillas, mecedoras, armarios, tresillos completos, escaleras, y hasta una nevera. Parece que no puede haber baile actual sin cuatro patas cerca.La danza moderna española, si es que existe, se hunde aceleramente, perece de indiferencia en un hastío involucionista del que pocos se dan por aludidos. Lo que se vio en la sala Olimpia es desolador, a pesar de ciertos destellos individuales y aislados. Llama la atención que no hay nada nuevo. Es una danza contemporánea vieja, enquistada en códigos ajenos, repitiendo fórmulas y agotándose sin ritmo, en la planicie.
VI Certamen Coreográfico de Madrid
Coreografías de María Icaza, Susan Crow, XeviDorca, Maki Azpillaga, Félix Lozano, Roberto Gómez, Susana Casenave y Carles Salas. Sala Olimpia, Madrid, 18 de septiembre.
Entre los trabajos no seleccionados por el jurado, al menos dos que merecieron estarlo: El mostrador del carnicero, de Pablo Molero, donde se descubrió un joven intérprete de buenas perspectivas, Eloy Casanova, y Twonly, de Mateo García, dúo intenso que permitió ver al espléndido Louis Ghio, que mantiene sus cualidades y las explota dinámicamente.
El primer premio correspondió a Iñaki Azpillaga con Diálogo de sordos, una especie de elegía al violador de la cazadora vaquera, con poco baile y una atmósfera de persecuciones imaginarias; el segundo galardón fue para Roberto Gómez, menudo e inquieto bailarín de Tarragona que, inspirado directamente y sin tapujos en La ley del deseo, ha creado un homenaje a Almodóvar en el que aparecen el efebo rubio, el travestido, el sofá, de Mujeres al borde..., la peineta asesina de Matador y los tacones rojos, esta vez cercanos y volando por los aires. El cineasta manchego no soñaba seguramente con ser tan pronto inspiración coreográfica. La estética del cutrerío rosa encuentra eco en este bolero sin recato que hace reír en su imperfección e ingenuidad, y donde la danza como tal no importa demasiado.
Susana Casenave obtuvo el tercer lugar con Hacer la barba, tan hermética en su lectura corporal como su título y bien bailada por ella misma y Claudia Facci. Por otra parte, a Xevi Dorca y Esther Sánchez, ambos de Barcelona, la payasada de aparecer con aletas de bucear les mereció sendas becas para estudiar en Londres y Nueva York, respectivamente.
La gran sorpresa ha sido Félix Lozano, que, acompañado por Carmen Werner, mostró el mejor producto de la velada y por el que obtuvo solamente una beca para coreografía en Estados Unidos. Lozano, que procede de las filas del grupo Provisional Danza, hizo en esta su primera pieza un diálogo sombrío de rupturas, dudas y hastío; un retrato de familia desgarrador donde el drama interior aflora en forma de tensión constante. Su uso del vocabulario internacional moderno es discreto y consciente, lo que es de agradecer.
La sesión preliminar había sido recibida con sonoras protestas por un amplio sector del público, que acusaba a la organización de hacer tongo en la selección de finalistas, extremo que nadie confirmó y quedó diluido en los grandes aplausos a los grupos y artistas premiados.
Babelia
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