"Camarón me dejó suavecito en la tierra"
"No se hablará de Camarón", dijo. Pasaron diez minutos. Se le erizó la piel entre las pulseras de oro, y preguntó: "Y ahora a quién le toco yo, para quién van a sonar mis guitarras?". José Fernández Torres, Tomatito, fue durante más de 15 años la sombra de un gitano llamado Camarón -a quien una veintena de artistas flamencos, entre ellos José Menese y Rancapino, recordarán esta noche en un recital en el Cuartel del Conde Duque de Madrid. Ahora que el de la Isla está muerto, Tomatito recuerda: "Yo nací en Almería, que es como nacer en el cielo, y él me cogió con sus manos y me dejó suavecito en la tierra".
Los dos mares de Almería, el Mediterráneo y el del plástico de los invernaderos, pertenecen a los magrebíes: los que no se ahogan en el primero, se parten el espinazo en el segundo. Dice José Fernández Torres, gitano guapo de 33 años, guitarrista de fortuna, que los marroquíes, esos gitanos de ahí enfrente, se juegan la vida en él mar porque "allí se aburren". El chalé adosado de Tomatito aparece encalado sobre el mar de Aguadulce, y aunque el guitarrista advierte que "cada vez hay más morenos por aquí", reconoce que nunca se interesó por la cuestión. Se exculpa: "Los moros también son racistas".Es dificil discutir con Tomatito. Para él todo depende del estado de ánimo de su guitarra, de una de sus 15 guitarras: "Que agarro la guitarra y hace roooom, así de redondo, y digo, uy, qué bien estoy, qué bien está el mundo; y hay otros días que parece que las cuerdas están duras, que se pelean con mis uñas, y esos días es mejor acostarse y taparse con una rnanta".
Hace calor en Almería. José Fernández Torres se refugia en el sótano de su casa de Aguadulce, donde tiene un tablao, sus guitarras y la montura de uno de sus cuatro caballos. Durante las dos horas de conversación, su mujer y, sus niñas -"mis tomatitas"- trajinan en la casa. Se adorna Tomatito con grandes silencios. Enfurruña el gesto cuando se intenta hablar de política, y se relaja cuando la conversación cae en el flamenco, la guitarra, los caballos. Pero de pronto se pone serio. Enseña el brazo. Y pregunta. "¿Y ahora a quién le toco yo?
No hace falta pregunta, Tomatito habla y habla, como si recitara una lección.
"Yo nací en Almería, que es como nacer en el cielo, y él [él es siempre Camarón en la boca de Tomatito] me bajó a la tierra, habiendo guitarristas en Sevilla, y en Cádiz, y en Madrid. No sé cómo se fijo en mí, y me cogió con sus manos del cielo y me dejó así suavecito en la tierra. Yo siempre estaba a gusto cuando le tocaba a él. Aunque a mí lo que me gustaba es cantar, pero con esta voz que tengo... Y cuando lo escuchaba a él, por muy mal que estuviera, era el genio, yo perdía mi guitarra, me engloriaba de su música y me daban escalofríos".
Pregunta. ¿Y no le importaba renunciar a su guitarra por él?
Respuesta. Cuando él estaba sobrenatural, no hacía falta la guitarra, la guitarra ya no valía. Yo prefería no tocar. Sólo así, los tonos por encima. Cuidándolo. Era una fiesta él sólo. Y la gente me veía la emoción en la cara, que me quedaba sin tocar. Cómo nos mirábamos, cómo nos entendíamos.
P. Pero Camarón se ha muerto...
R. ¿Y ahora a. quién le toco yo, para quién van a sonar mis guitarras? Prefiero tocar solo, y si me quieren escuchar que me escuchen. Estoy hecho polvo. Menos mal que él me ha dejado económicamente muy bien. Un tío tan misterioso, tan carismático. Si él te decía quiero ir a la Luna, y si tú no eras capaz de ponerle un casco, montarle en una nave y llevarlo a la Luna, te sentías un desgraciado. Se reía de unas cosas tan raras...
Está terriblemente serio Tomatito, el pelo tan largo le sirve ahora para esconderse. Coge la guitarra que permanece siempre a su vera. Juguetea. Toca algo que se parece a un blues.
P. ¿Y nunca se le ocurrió tocar algo que no sea flamenco?
R. Nunca, yo ya vengo predispuesto al flamenco por mi familia. Mi abuelo, Miguel el Tomate, mi padre, que es el segundo de la Banda de Música de Almería...
P. ¿Y no se le ocurrió nunca estudiar música?
R. Sí, de pequeño. Mi padre se empeñó en que aprendiera. Pero luego, cuando vio que se me daba bien, pensó: ¿y si la música lo estropea?
P. Pero le gustará algún que otro tipo de música...
R. Claro, y tengo muchos discos, cuando la música es de calidad da igual de qué música se trate. Me gusta' un negrito que toca la guitarra y que se llama George Benson. Es muy dulce, tiene ritmo. Pero lo que yo hiciera fuera del flamenco sería como un remiendo postizo. Yo puede aprender blues y hacer así [coge la guitarra y garabatea un blues] y grabar un disco con un letrero que diga en grande: "El Tomate toca blues." Pero seguro que no lo voy a hacer mejor que un negrito de esos.
P. ¿Si no a la guitarra, a qué se hubiese dedicado?
R. Si Camarón no se acuerda de mí pues a lo mejor hubiese tenido que ir vendiendo frutas por ahí por los mercados. Porque antes había más incultura, y los gitanos no sabían ni conducir porque, claro, en un examen le preguntaban por un faro halógeno y decían ¡coño, que bicho más raro es ese!
P. ¿Y le gustaría que alguna de sus hijas fuese también artista?
R. No me gustaría que fueran artistas, salvo que fueran unas fenómenas, que no las pudiera parar nadie. Pero para ser un obrero de esto, no. Están mejor en casa. Es muy duro tener que trabajar en un tablao y que te manden y que tengas que estar fuera de tu casa hasta las tantas. Si eres alguien, ya es otra cosa.
P. Y porque son mujeres...
R. Pues puede que sí. Nos gusta que nuestras mujeres sean gitanas, para que la raza siga. A mí me gusta que mis cinco niñas vayan a la escuela hasta que se casen, y luego, su marido y su casa.
Babelia
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