Razones y contradicciones
La decisión de la dirección de Correos de abandonar su sede histórica de la plaza de Cibeles tiene razones objetivas -el estado del inmueble principalmente-, pero también ofrece no pocas contradicciones. La intención oficial es modernizar la empresa con un nivel de instalaciones para trabajar propio de los tiempos que corren.Los trabajadores -unos- agradecen la adecuación a la modernidad y -otros- se lamentan de tener que abandonar el lugar donde han desarrollado sus tareas durante los casi últimos 30 años, como por ejemplo José Pumariega. Pumariega, además, considera que los madrileños y los turistas tenían identificado perfectamente este edificio como la casa de Correos y ahora no van a saber de qué es. Un compañero se lamenta de que con la llegada de la supuesta privatización puedan montar anuncios en la fachada.
Pumariega, que no oculta sus afinidades sindicales, aprovecha para criticar la falta de humanidad de la dirección cuando hace unos meses tuvo una bajada de tensión y permaneció tres horas sin que nadie le atendiera por falta de médico.
La CSIF, ante las obras en las oficinas centrales para la burocracia de la dirección, rememora informes internos en los que los propios directivos de Correos reconocen que el 80% de los locales del servicio postal en los distritos (52) están en una situación "tercermundista". El sindicato no entiende, en realidad, el motivo de enviar ahora las oficinas de la dirección a una sede de lujo y a los trabajadores disgregarlos en distintos centros si en el actual, en Cibeles, había sitio para todos.
Cibeles para todos
Un portavoz de la dirección admitió que el edificio de Cibeles es efectivamente suficientemente grande para todos, unos 67.000 metros cuadrados, pero señaló que se había quedado desfasado tanto por sus servicios como por su ubicación: demasiado incómodo por estar en pleno centro. La nueva dirección, sin embargo, se marcha todavía más al centro -cerca de la Puerta del Sol-, aunque la mayoría de los trabajadores ejercerán en un centro periférico junto a la estación de Chamartín.Los sindicatos critican en general lo que consideran como despilfarros o gastos, superfluos: pintar varias veces una fachada hasta encontrar el color albero apropiado o montar espléndidamente unas oficinas provisionales para la dirección de Telecomunicaciones cuando van a ser trasladadas en breve a otras dependencias definitivas.
Tu suscripción se está usando en otro dispositivo
¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?
Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.
FlechaTu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.
En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.
Sobre la firma
Archivado En
- IV Legislatura España
- MOPU
- Correos
- Monumentos
- Gobierno de España
- PSOE
- Patrimonio histórico
- Madrid
- Ministerios
- Legislaturas políticas
- Patrimonio cultural
- Partidos políticos
- Vivienda
- Comunidad de Madrid
- Ayuntamientos
- Dictadura
- Gobierno
- Relaciones laborales
- Administración local
- Cultura
- Administración Estado
- Urbanismo
- Política
- Arte
- España