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Crítica:TEATRO
Crítica
Género de opinión que describe, elogia o censura, en todo o en parte, una obra cultural o de entretenimiento. Siempre debe escribirla un experto en la materia

Los ingenuos

Teatro ingenuo. En los tiempos de la escena dulce -y el nombre de esta pieza es simbólico- había en las compañías una ingenua: podía ser la primera actriz, como doña Catalina Bárcena o como Isabelita Garcés, que estrenó esta obra en 1958. Obra, diriamos que nona, si no estuviese transida por el talento de un autor ingenuo como lo fue Miguel Mihura. Veneraba a las mujeres. Tanto que le intimidaban. Pasaba muchas tardes próximo a ellas: las damas metidas en carnes, blancas por los polvos Tokalón, y con un collar de perlas sobre el vestido negro, que frecuentaban. Chicote. Otra pureza, otra ingenuidad.En esta obra, la chica (Alicia León) que podía ser mala -cabaretera, atracadora, liada- se enternece cuando oye niños. "Dentro del corazón lleva un niño dormido", como decía Martínez Sierra en la obra para la otra ingenua, Catalina: Mamá. Las otras dos: una ancianita simpática, bondadosa y lista -Aurora Redondo-, y una monja demasiado perspicaz, entre tontísima y lista -Marta Puig-, que parece que sabe y no sabe pero que deja huir a los malos -Avelino Cánovas, Paco Bernal, Antonio Canal, Ricardo Arroyo- y se lleva las joyas al convento: para sus pobres. Lo cual requiere un poco más de ingenuidad justificativa, dada la época: no se hace daño a nadie, el atracado cobra del seguro y ése es riquísimo. Sobre todo que parece mediar la intervención divina por medio de una jaculatoria, y ante ello -y el nombre de Mihura- los censores no se resistían ya en 1958.

Melocotón en almíbar

De Miguel Mihura. Intérpretes: Alicia León, Avelino Cánovas, Paco Bernal, Antonio Canal, Aurora Redondo, Marta Flui, Ricardo Arroy. Vestuario de Peris y Lola La Moda. Decorador: Merat-Rojo. Dirección: Antonio Díaz Merat. Teatro Bellas Artes. Madrid, 3 de septiembre.

Está el diálogo: el humor tierno, el de no hacer daño a nadie: cuidadoso, con esa bobería de Tono y Mihura -siempre que recuerdo a uno de ellos surge el otro de la pareja- que, sin embargo, desestabilizó la comicidad española, barrió a los más bárbaros y llegó a formar un rasgo de carácter nacional en las conversaciones. Mucho del diálogo coloquial español, de los chistes absurdos, del surrealismo cotidiano, nos viene de ellos. Ellos lo tomaron de Italia muy frecuentemente, o como punto de partida; el mismo sistema, de no aceptar la realidad, de no entrar en el juego, de evadir a los personajes dándoles una brizna de poesía barata. Esta compañía, dirigida por Antonio Díaz Merat, quizá abulte el humor, destaque lo ridículo, lo cómico de cada persona y su actitud: sobrecarga en el miedo cómico, por ejemplo. Todos lo saben hacer de otra manera más delicada, pero también tienen, seguramente, su miedo: a que el público no se ría demasiado. Se ríe. El hecho de que hoy quedemos muy pocos ingenuos auténticos no importa: muchos -los más ingenuos- se ríen de superioridad viendo a los personajes antiguos.

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