Pastel agriado
Como final de fiesta, se reservaron el pastel agriado, ese que en bastantes ocasiones tienen que comerse los toreros que no son de casa grande o figuras de postín.
El resto de la feria del presente año en San Sebastián de los Reyes, salieron toros cómodos, nobles y dóciles en varias ocasiones, y muchas veces de trapio escaso, a los que los diestros que les cayeron en buena suerte, se dedicaron a cortarles orejas por arrobas, que el respetable pedía con excesiva alegría. Pero mira si es casualidad: vienen unos toreros locales sin influencias en los despachos y les echan una corrida con edad, mala casta en general y aviesas intenciones en más de un caso.
El único que tuvo fortuna fue José Luis de lo Reyes. Le tocaron dos toros nobles, sin que fueran la tonta de la pandereta, y con ellos estuvo centrado en dos faenas de buen corte, en las que hubo altibajos. Con el capote, en un quite, dio chicuelinas templadas. Y con la muleta, sin dejarse tropezar la tela escarlata, toreó por derechazos de manera aceptable, con el apunte de algún redondo lento y rematado.
Núñez / Benjumea, Reyes, Briceño
Toros de Marcos Núñez, con trapío, difíciles, menos 3º y 5º nobles; 4º y 6º broncos.Pedrín Benjumea: media caída (silencio); tres pinchazos en el cuello y espadazo delantero caído (silencio). Jose Luis de los Reyes: pinchazo a toro arrancado y estocada delantera (vuelta); estocada (oreja). Antonio Briceño, que tomó la alternativa: pinchazo, espadazo delantero, estocada contraria atrevesada que asoma y descabello (ovación); dos pinchazos y estocada casi entera delantera (silencio). Plaza de San Sebastián de los Reyes, 31 de agosto. Quinta y última corrida de feria. Media entrada.
El toricantano Antonio Briceño brindó a su padre, un buen profesional que va con él de mozo de espadas, el toro de su alternativa. Era un morlaco de Marcos Núñez que punteaba la muleta en cuanto la sentía próxima, y cuando le bajó la mano le enjaretó algún redondo con enjundia. Había banderilleado correctamente a ese toro. Al sexto, bronco, le ciñó unas valientes y arrebujadas verónicas que le corearon sus paisanos; y después, en el último tercio, pasó fatiguitas hasta que metió el espadazo definitivo.
Pedrín Benjuema pasó también sus duquelas con los dos toros que lidió. Puso voluntad en su primero, que daba tornillazos y rebañaba la muleta. Y al cuarto no quiso ni verlo salir por el chiquero. Sólo al sonar los clarines para anunciar el tercio de varas, se plantó con el capote delante del malcarado Núñez.
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