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El 'no' a Maastricht sigue progresando en Francia

El primer susto llegó el martes. Por vez primera desde que el presidente François Miterrand convocó un referéndum sobre el Tratado de Maastricht, el no (con un 51%) aventajaba al sí en las intenciones de voto para la consulta, que se celebrará, el 20 de septiembre. Fue un buen susto, aunque otro sondeo, publicado el mismo día, daba justo el resultado inverso. Pero el susto comienza a convertirse en alarma. Otra encuesta, encargada esta vez por el semanario Le Point, daba un resultado aún más claro contra la unión europea: 52 contra 48. La tendencia se empieza a consolidar.

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Mitterrand visitó ayer al canciller alemán Helmut Kohl en la isla de Borkum, en el mar del Norte, buscando apoyo ante el inminente referéndum que tendrá lugar en su país sobre el Tratado de Maastricht. Ayer, en la más septentrional de las islas Frisias, Mitterrand se mostró confiado en ganar la consulta popular. El breve encuentro de ambos políticos fue calificado de "privado". La reunión, anunciada de improviso la semana pasada, llega en un momento en el que ambos líderes atraviesan por uno de los baches más pronunciados en cuanto a su popularidad y aceptación. Ambos se agarran a su gran proyecto; la unión europea, como tabla de salvación, pero para muchos políticos de la joven generación, es precisamente su presencia lo que podría hacerlo fracasar, informa desde Bonn José María Martín Font.

Mitterrand se mostró optimista sobre el resultado del referendum, pero quiso añadir que la futura Comunidad Europea "se debe llevar en el corazón del pueblo y no debe ser una Europa de los burócratas". Kohl, por su parte, destacó que la meta para el próximo milenio debe ser la paz y la libertad, "y eso", dijo, "sólo se podrá conseguir bajo un mismo techo entre buenos alemanes, buenos franceses y buenos británicos".

Hace un mes, el presidente Mitterrand, en el curso de una entrevista televisiva, se negaba a tomar en consideración la hipótesis de una victoria del no. Para él, esa posibilidad equivalía a "un drama nacional". Pues bien, ese drama asoma su cabeza desde los sondeos. ¿En qué consistiría el drama? De entrada, habría que hacer frente a una crisis bursátil, ya que, al alejarse del horizonte la perspectiva del ecu, toda la lógica del franco fuerte carecería de sentido.

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La solución devaluadora e inflacionista ocuparía el lugar que hoy corresponde a las políticas de rigor monetario. El Sistema Monetario Europeo (SME), estable desde 1979, no podría resistir la actitud divergente de uno de sus principales socios.

Los Gobiernos más proeuropeos, es decir, los de Madrid, Bonn, Roma y Lisboa, se quedarían sin proyecto. En el caso de Bonn no faltarían quienes soñasen con imponer el marco como moneda continental. El ministro Jack Lang, máximo responsable de la campana en favor del sí, resumía el drama así: "Crisis en la Bolsa, crisis de confianza, aumento de la recesión... ".

La política interior francesa se encontraría ante un embrollo de grandes dimensiones. Nadie, como no sea el neofascista Jean-Marie Le Pen, sabe cómo capitalizar la victoria del no. Para Edouard Balladour, ex ministro de la derecha moderada, "la victoria del no pondría en peligro a Europa, pero también a la oposición. Nunca podrá construirse algo sólido sobre la efímera coalición de los partidarios del no". Para el socialista Laurent Fabius, "significaría el fracaso de lo que hemos empezado a construir otros europeos y nosotros mismos hace 40 años".

Entre quienes reclaman no, el conservador Philippe de Villiers y Le Pen asocian el rechazo a Maastricht con la desautorización a Mitterrand. "El no significa una certeza: evitar la Europa antitecnocrática. Y significa un riesgo: Mitterrand deberá dimitir. Yo asumo ese riesgo", sentencia De Villiers.

El otro gran líder del no, neogaullista Philippe Seguin no quiere "hacer del referédum una cuestión de política interior. Hay que votar no para defender la identidad nacional y pararle los pies a esa tecnocracia que quiere legislar sobre todo, desde las aguas minerales hasta la manera de cocer la pasta

Quedan por explicar las razones de ese drama nacional que se aproxima. La suma factores no puede olvidar descrédito de la política y los políticos, pero tampoco los errores y la debilidad de la campaña pro Maastricht. El presidente Mitterrand afirma rotundo que "votar sí es votar por paz en Europa". Los carteles socialistas repiten la frase. Mientras, en la ex Yugoslavia los hechos niegan las esperanzas, al menos en apariencia. Los anti-Maastricht no han dejado de explotar el mal comportamiento del supuesto aliado que se aprovecha de la permeabilidad de las frontera.

El ex presidente Giscard que está por el sí, declara que "cuanto menos intervenga Mitterrand, mejor será para el resultado del referéndum". Chirac dice que "votaré sin entusiasmo". Rocard está dispuesto a "votar sí a pesar de Giscard. "Cuanto más hablan, más claro está que carecen de argumentos", remacha el socialista Max Gallo, defensor del no, que se indigna ante estupideces del tipo "votar Europa es votar por la vida". No le falta razón.

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