Caravaggio frente al realismo, analizado en un curso de Santander
Capaz de arrojarle a la cara a un mozo de taberna un plato de alcachofas o, lo que es peor, de matar a un capitán de la guardia en una reyerta después de un partido de pelota, el díscolo e irascible pintor Michelangelo Merisi da Caravaggio (1571-1610) fue al mismo tiempo uno de esos pocos artistas que marcan una época, como Giotto, o Masaccio o el Picasso del cubismo. Se podría decir que Caravaggio fue el punto de partida del realismo del siglo XVII, y para estudiar este aspecto y sus conexiones en la pintura europea se ha organizado un curso en la Universidad Internacional Menéridez Pelayo de Santander, que dirige José Milicua, catedrático de Historia del Arte.Caravaggio conecta, en mayor o menor grado, según Milicua, con la pintura realista espanola (Velázquez, Ribera), los pintores de la realidad franceses (La Tour), y también en Holanda en los comienzos de Rembrandt. Es una influencia que permea toda la pintura en los inicios del siglo XVII, ya sea de forma directa, porque los pintores hayan podido ver sus cuadros en los viajes, ya indirecta, a través de escuelas como la napolitana, en la que el influjo de Caravaggio (que huyó a Nápoles tras cometer el crimen), fue decisivo.
Milicua ha organizado un curso técnico, más allá de la azarosa biografía del artista, y ni aún así faltan mediaciones humanas. "Si ya es compleja en sí misma la obra de Caravaggio, que es un territorio de las pasiones", dice, "a ello se unen las posturas opuestas de los críticos, algunas irreconciliables, sobre el sentido de su obra".
Experimentalismo
La tesis que parece rechazable, según Milicua, es la de un simbolismo oculto de origen cristiano, mientras que resulta razonable la expuesta ayer por Ferdinando Bologna, de la Universidad de Roma, que sitúa el realismo de Caravaggio en conexión con el auge del experimentalismo de la época, tras esa ruptura absoluta de la tradición, qu e supuso la nueva ciencia de Galileo y su empecinamiento en defender que la tierra da vueltas.Detrás de la agitada biografia de Caravaggio late la ira y el resentimiento del creador del hombre de genio de verdad que no se siente reconocido más que mínimamente, dice José Milicua, quien sostiene que en la segunda parte de su vida, cuando huye al sur, el pintor se ensombrece vitalmente por un sentido de culpabilidad muy fuerte.
En su cuadro más grande, La degollación de San Juan Bautista, el verdugo echa la mano atrás para dar el tajo definitivo y separar la cabeza del tronco. En la sangre que cae está el comienzo de su firma, la única firma que Caravaggio puso en un cuadro.
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