"Tenemos la mala suerte de no haber nacido en Europa"
Refugiados somalíes acogidos en España describen el infierno que vive su país
"La televisión y la prensa española marchan con retraso", dice Abdi Bille, un refugiado somalí de imponente altura, mientras contempla un telediario en su domicilio de Madrid. "Los españoles han descubierto la tragedia de mi pueblo hace dos días, pero Somalia lleva muriendo 10 años", añade con un tono de tristeza. "Ahora le echan la culpa al hambre y a la sequía, aunque la verdad es que nuestra historia es muy parecida a la de Yugoslavia. Con una diferencia: nosotros tenemos la mala suerte de no haber nacido en Europa, sino en la pobre África".
En la sala de paredes desnudas, los seis hijos y la esposa de Abdi se estremecen al ver en la televisión cómo sus compatriotas se hallan reducidos a famélicos esqueletos en campos de refugiados parecidos a los que los acogieron a ellos hasta hace muy poco. La historia de la familia está marcada por los sobresaltos que, especialmente en los últimos tres años, han sacudido Somalia."Todo empezó con la lucha contra la dictadura de Siad Barre; gracias a sus alternativas alianzas con la URSS y EEUU, tenía armas de sobra para mantenerse en el poder como, lo hizo durante 23 años", relata el refugiado somalí. Abdi pertenece a la etnia isak, mayoritaria en el norte de Somalia, que fue protectorado británico y que, hace ya un año, declaró su independencia -con el nombre de Somaliland y capital Hargeisa-, frente a las zonas centro y sur que fueron colonia italiana.
"En el norte fue donde empezó, a comienzos de los ochenta, la rebelión contra el dictador, que a su vez contraatacó con feroces bombardeos contra nuestras ciudades; centenares de miles de somalíes murieron entonces", añade.
"Yo era director de un instituto y líder sindical; me metieron en la cárcel por haber expresado mis ideas sobre la opresión del régimen; me golpearon durante los interrogatorios y me echaron de mi trabajo".
Huida a El Cairo
Para evitar riesgos a su familia Abdi escapó en avión a El Cairo. "Hace dos años no había el caos de ahora y me fue relativamente fácil huir", añade. Pero las cosas se pusieron feas también en la capital egipcia. "El Gobierno de Mubarak era amigo de Siad Barre y acordó devolver a los opositores a Mogadiscio; así que, con otros tres amigos, cogimos el primer avión que encontramos; la casualidad quiso, para nuestra gran suerte, que acabásemos en Madrid", explica. Así fue su entrada ilegal en España, donde, para sobrevivir, comenzó a vender en un puesto en la calle tabaco y chocolatinas.
Con lo que ganaba, el antiguo profesor logró mantener dignamente, durante unos meses, a su familia que seguía en Somalia. Hasta que un día las bombas llovieron sin piedad también sobre Broa, su ciudad. "Agarré a los niños y a mi anciana madre y, junto con otros vecinos, escapé mientras la metralla destruía nuestras casas", relata Koos, la esposa.
Empezó la larga marcha de la familia hacia Etiopía. "Huimos a veces a pie, otras en camiones. Alá nos asistió, porquelos soldados deSarre nos perseguían. Una de sus granadas hizo saltar por los aires el vehículo que iba delante del nuestro", añade la mujer. "Durante el viaje tuvimos que vivir de lo que encontrábamos en el bosque; a los 20 días de marcha alumbré a mi hijo más pequeño, bajo un árbol", añade la mujer.
Por fin lograron llegar a la meta. Koos y su gente fueron acogidos en un campo de la Alta Comisaría de las Naciones Unidas para los Refugiados (ACNUR).
La estancia de Koos en los campos duró dos años. Mientras, su esposo no perdía la esperanza de que se hubiesen salvado e intentaba localizarles. Por fin, ACNUR le informó de que su familia estaba bajo suprotección y Abdi logré que se reuniesen con él en Madrid.
La llegada a España de su amigo Abdul es más reciente. "Tuve que huir hace tres meses cuando, tras la victoria contra Barre, las tribus del sur empezaron a luchar entre ellas y todo derivó en una absurda guerra de clanes y subclanes", explica. "Cada noche, los haw¡ya asaltan las casas de los que no pertenecen a su tribu, secuestran a la gente y la ejecutan a sangre fría" dice al referirse a la tribu que, por ahora, mantiene el poder en Mogadiscio, la capital. "Yo soy de la tribu darot y muchos familiares míos ya han sido asesinados". Abdul logró salvarse huyendo a Kenia. Desconoce la suerte de su esposa y sus dos hijos.
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