Heridas físicas y psicológicas
Cuando la televisión mostró a los cuatro soldados golpeando y rompiendo los brazos a los dos jóvenes palestinos en Nablus, el Gobierno israelí intentó presentar aquellas imágenes como algo excepcional. Pero el doctor Ummaia Khammash, del hospital Beit Hanina de Jerusalén, asegura que durante una etapa de la Intifada "era normal romper los brazos de los que tiraban piedras". Se trataba de "causar el mayor daño con el mínimo riesgo de muerte", dice este doctor.Posteriormente, el uso de balas de alta velocidad y de proyectiles dum-dum, que se fragmentan cuando entran en contacto con el cuerpo, provocaron miles de heridos. Tanto Khammash como el doctor Ibrahim Ladá, del hospital Makassed, coinciden en que la mayoría de los heridos y muertos recibió el impacto de la bala en la parte superior del cuerpo. "Tiran a matar", afirma Khammash.
Así como Ladá y Khammash se encargan de curar las heridas físicas, Said Aiash intenta arreglar las alteraciones psíquicas desde mayo de 1989, cuando se inició su programa especial en la Asociación de Jóvenes Cristianos. Financiado por organizaciones no gubernamentales, está dirigido a jóvenes de 14 a 17 años.
En seis lugares distintos de Cisjordania, cada herido que es acogido por el programa es tratado por especialistas que intentan potenciar su lado vocacional. Los heridos, muchos de los cuales no abandonarán nunca la silla de ruedas, hacen cursos de carpintería, albañilería, informática, secretariado..., sin olvidar el seguimiento psicológico.
Los casos más difíciles
Aiash considera que todo el pueblo palestino "está herido desde el inicio de la revuelta a finales de 1987". Tanto el que recibió un balazo como el que se quedó en casa. "Los que nosotros tratamos son aquéllos en los que sus heridas resaltan por encima del conjunto", reflexiona Said.
Son líderes y la causa palestina los ha convertido en héroes, no importa que les falte una mano o estén paralizados en una silla de ruedas. No se dejan ayudar fácilmente. Los que han perdido su capacidad sexual después de una paliza son los casos más dificiles. "La sociedad no entiende", dice el doctor Aiash, "nuestras razones de trabajo. Mucha gente cree que este tipo de problemas debe ser pospuesto para después del triunfo". La familia rechaza la ayuda porque piensa que hablar con un psicólogo es sinónimo de estar enfermo.
Un 10% de los 100.000 heridos ha tenido problemas de parálisis, psicológicos, sociales. En este centro se ha tratado a un centenar. El sector de jóvenes que debería incorporarse en los próximos dos o tres años a los circuitos laborales ha sido el más golpeado.
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