Cuando las armas no son de juguete
La violencia marca las diversiones, relaciones y sueños de una generación de niños palestinos
Más de 1.000 palestinos han muerto y unos 100.000 han sido heridos desde finales de 1987, en que se inició la Intifada o revuelta en los territorios ocupados por Israel. Entre los muertos, 174 tenían menos de 16 años, según datos de Naciones Unidas. Los juegos de estos niños, sus sueños, sus conversaciones, así como las relaciones con sus mayores, se han visto afectados por la violencia indiscriminada, cuyas consecuencias pueden afectar a toda una generación. Un informe señala que el 75% de los sueños infantiles está directamente relacionado con la violencia.
La profesora sacó varios juegos infantiles, pero sus alumnos querían jugar a judíos y palestinos. Los nifios decidieron que ellos serían los soldados y ella haría de palestina. Por curiosidad, la profesora aceptó las reglas del juego. Se dejó amarrar de pies y manos y fue obligada a tirarse al suelo después de recibir varios golpes. Los juegos infantiles fueron colocados simbólicamente a su alrededor como si fuesen los muros de una prisión. Intentó convencerlos de que le dejasen ir, pero ellos, muy excitados, le gritaban que se callase. Algunos utilizaron palabras obscenas. Era un jardín de infancia y los protagonistas tenían entre tres y cinco años.Varios psicólogos y sociólogos palestinos admiten que la Intifada, o revuelta palestina, ha afectado física y psicológicamente a los niños menores de 16 años, principales víctimas de la violencia de un Ejército israelí que actúa con todas las prerrogativas del ocupante. Especialmente a aquellos que viven en campos de refugiados o en zonas de confrontación habitual. Los juegos de estos nifios, sus sueños, sus conversaciones, los dibujos que realizan, sus relaciones con maestros y padres han cambiado profundamente en los últimos años.
La vergüenza de llorar
La psicóloga Rana Nashashibi directora del centro palestino Aconsejar, especializado en casos de desavenencias psíquicas, asegura que los niños, al representar un papel tan importante en la Intifáda, se sienten mayores de lo que su edad indica. Por un lado es positivo, porque "se refuerza la identidad nacional y se participa en una lucha común". Pero, al mismo tiempo, provoca graves problemas de disciplina, ya que la autoridad paterna y del maestro es puesta en entredicho. Los jóvenes argumentan que si son capaces de tirar piedras a soldados fuertemente armados nadie tiene por qué darles órdenes.
Rana ha tratado a niños que se levantan gritando a media noche, que rehúyen el contacto humano, que sufren dolores de cabeza y estomacales de origen psíquico. Algunos se muestran muy violentos en sus juegos. Muchos niños intentan rechazar el miedo al ocupante y la vergüenza de las lágrimas reaccionando con valentía en cualquier situación. Si es herido o golpeado, será visitado por sus compañeros y familiares.
Una investigación realizada por la organización humanitaria Salven a los Niños asegura que el 75% de los sueños está directamente relacionado con la Intifada y la violencia cotidiana. La psicóloga Nashashibi dice: "No podemos hablar de la utilización de un lenguaje militar, pero sí de uno político". Niños de pocos años utilizan términos como negociaciones, decisiones de la ONU, derechos nacionales, determinación, sacrificios, en sus conversaciones de forma descontextualizada, sin entender su significado. También utilizan banderas, colores y símbolos palestinos en sus dibujos, junto con tanquetas, policías y soldados armados, barricadas y jóvenes que tiran piedras.
Una niña de seis años ha pintado el dibujo que ilustra este reportaje: un grupo completo de palestinos ataviados con los típicos pañuelos se enfrenta a soldados de diferentes cuerpos; no faltan las barricadas, las bombas mólotov, los signos de la victoria y hasta las tácticas de ataque que utiliza cada uno de los bandos.
En otro dibujo de una niña de 11 años aparece un periodista que intenta fotografiar un enfrentamiento, pero que se encuentra con un oficial que le pide la autorización, ya que está en una zona militar cerrada, argucia utilizada por el Ejército israelí para impedir a los periodistas el acceso a las zonas conflictivas. Los nifios "captan los dramas personales o generales con inusitada facilidad y los trasladan a sus juegos diarios", dice Suha Hundich, socióloga y directora del Centro de Estudios Femeninos de Jerusalén.
Filas de prisioneros
Una profesora de otro jardín de infancia recuerda a uno de sus alumnos que le decía a un compañero a través de la ventana: "Gracias por la visita. Ven a menudo. Esta prisión es muy mala". El niño tenía seis años y cada 15 días visitaba a su padre encarcelado.
Durante la masacre de Al Aqsa de octubre de 1990, la policía detuvo a centenares de palestinos. La televisión los mostraba atados en fila india al mismo tiempo que eran golpeados. La socióloga Hundich recuerda haber visto días después a seis niños amarrados en una calle céntrica de la misma manera, mientras otro grupo les insultaba y les pegaba de verdad.
Pocos meses después de iniciarse el levantamiento palestino en Cisjordania y Gaza, la organización norteamericana Médicos por los Derechos Humanos emitió un duro informe en donde se hablaba de "epidemia incontrolada de violencia represiva" y se advertía sobre la posibilidad de que Ias consecuencias de la violencia pudiesen afectar a toda una generación".
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