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Tribuna
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Gestión de errores

Hace casi un año que se daba noticia en estas páginas de algunos sorprendentes avances teóricos en la llamada, quizás con generosidad, ciencia de, la gestión (science of management).Como la memoria del lector de periódicos no tiene por qué ser excepcional, y como puede darse la circunstancia de lectores que no sean devotos de esta sección, convendrá resumir brevemente loque entonces se decía. Algunos exclusivos círculos. académicos estadounidenses habían conseguido formular un nuevo y consolador principio llamado ley de los errores que se compensan.

¿Qué dice esta . prometedora ley? Pues, sencillamente, se limita a extender a la gestión algo bien conocido por los estadísticos: un error se anula, o en todo caso pierde importancia, cuando va seguido de otro error, siempre que éste sea de signo contrario. Esto proporciona un impecable fundamento matemático a una nueva rama del saber: la gestión de errores (error management).

No se trata ya de evitar los errores, tarea tan ingrata como imposible, sino de administrarlos bien, esto es, de ir cometiendo errores que vayan anulando a los antpriores o, caso de no ser posible, que los empequefiezcan.

Creemos que hay indicios, de que las autoridades de este país prestan atención a estas páginas y, además, leyeron la noticia que se comenta.

¿Cómo explicar, si no fuera así, algunas decisiones recientes? Por ejemplo, el recorte en las prestaciones de desempleo. Alguien ha dicho que se debía a las exigencias de Maastricht, pero, naturalmente, bromeaba; sin duda alguna, responde a la necesidad de compensar un error -subvencionar a quienes se las arreglaron para defraudar al Inem- con otro error de signo opuesto: dejar sin subvención a quienes no defraudan.

Sin embargo, a la luz de iniciativas más recientes, podémos concluir que el ejemplo anterior era sólo'un ensayo.

Después de anunciar un recorte de impuestos para un año que se suponía expansivo económicamente, el de 1992, las autoridades deciden, ya mediado el guateque, subir los mismos impuestos justo cuando la economía empieza a dar signos de debilidad.

Parece claro que asistimos a un denodado esfuerzo por contrastar empíricamente la nueva técnica de gestión de errores en campos, como el de la economía, que hasta ahora se guiaban por principios caducos.

En efecto, solía pensarse que era responsabilidad de los administradores económicos desarrollar una política expansiva en momentos de depresión de la actividad y restrictiva en los de auge. Bueno, desde luego ésta es una polvorienta idea keynesiana y sin duda habrá elaboraciones más recientes que demostrarán la conveniencia de empujar la economía hacia abajo cuando da muestrasde debilidad.

Aquí hay que pararse y reconocer, en primer lugar, la inquietud intelectual de nuestras autoridades y luego su demostrado valor y afán científico que, con desprecio de las glorias de este mundo, les impulsa a experimentar con los últimos avances de la ciencia, ya sea en gestión, ya en economía.

Y sin embargo, ¿habrán sido capaces ellas solas de ponerse al día en ambos campos? No sé; hay un modesto organismo cuyos méritos no siempre se reconocen y algo me dice que puede estar detrás. Se llama, Banco de España.

Quienes seguimos ansiosos las enseñanzas doctrinales de esa institución sabemos de la coherencia ejemplar que las caracteriza. Coherencia y constancia, que en estos tiempos de incertidumbre son doblemente preciosas. Muchos son los acontecimientos, económicos y políticos, que han sacudido Europa, e incluso nuestro país, en los últimos años; muchas creencias se han derrumbado y reina la confusión, pero una cosa permanece: la fe que profesa el Banco de España en la contención de los salarios y del déficit público. Ha habido periodos de auge y de recesión, de aumento de la productividad y de descenso, de crecimiento y de disminución del desempleo, en todo momento la doctrina de nuestro banco ha sido la misma: los salarios no deben subir; si ya han subido, deben detenerse.

Esto es admirable. Aplicar el mismo remedio a la calentura que al enfriamiento tiene una gran ventaja: uno sólo se equivoca el 50% de las veces, además del efecto sedante que produce en el público oír una melodía ya conocida. Así que, teniendo en cuenta lo anterior, no me extraña que se quiera ampliar su campo de aplicación: en todo tiempo y lugar hay que drenar la liquidez del público, y como en ocasiones el público se resiste, ¿qué mejor remedio que una política fiscal ,también restrictiva?

¡Ah, pero quedaban las expectativas! Hay veces que por más negro que esté todo, el ciu dadano se empeña en pensar que las cosas mejorarán en el futuro y eso puede llevarle a gastar in sensatamente. Por eso era ¡in portante arrancarle esa nociva idea y acabar con las expectativas alcistas. Ha quedado claro: este ajuste es malo, pero estamos maquinando uno peor, han di cho nuestras autoridades. ¿Gestión de errores? ¿Gestión de horrores?

es ensayista.

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