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Los primos

Llegó finalmente Fidel a Galicia y se abrazó a unos primos para demostrar que no toda la sangre sirve para morir sino también para resucitar y para evocar las vidas jamás vividas. Me imagino al viejo revolucionario en sus escasos momentos de soledad gallega construyendo la ucronía de lo que hubiera sido su vida sin el estigma de la emigración familiar. "Os vellos non deben namorarse", decía Castelao. Pero Fidel llegó a la casa de sus padres con esas postreras ganas de amor que emergen al final de todas las luchas, incluso las de clase. Nos hubiera gustado ver al Fidel gallego vestido con prendas menos guerreras, más acordes con la serenidad del reencuentro, con la cuna y las primeras palabras de su estirpe. La necesidad física llevó a los Castro a cambiar la sombra de los pinos por la de las palmeras y la necesidad espiritual de cambiar la placidez dominical de la tarta de Santiago por el mamey colorao de Sierra Maestra. A veces la vida no nos pertenece del todo, sino que cada uno de nosotros acaba perteneciendo a la vida del mundo. Así, Fidel, autor de mundos y, sin embargo, esta semana, mero espectador de su pasado cierto y de su futuro incierto.Junto a él, Manuel Fraga, el hombre que hace años se llamaba simplemente Fraga Iribarne. Autor lejano de Montejurras y Vitorias y de otras calles que él creía suyas. Hay no poca grandeza moral en los gestos de este demócrata converso que ha depurado las ideologías hasta obtener el residuo sólido de una patria. Podrían ser primos y sólo son políticos fuertes, con ganas de abrazarse, porque sin conocerse se reconocen. Más allá de la contradictoria imagen de las fotos, Manuel Fraga está haciendo una labor de Estado. Le está ofreciendo tierra a alguien que ve cómo la tierra se le está fundiendo en el oleaje del Caribe. Son viejos, y en consecuencia sabios. Como primos que juegan al dominó y ven que el juego se está cerrando para todos.

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