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Cuatro presidentes faltarán a la cita de Madrid

Las ausencias en la II Cumbre Iberoamericana, que se celebra en Madrid, en el antiguo edificio del Senado, se multiplicaron en el último momento. Tras los jefes de Estado de Venezuela y Perú, Carlos Andrés Pérez y Alberto Fujimori, ayer se desenganchó el presidente de Portugal, Mario Soares, por razones de salud, según se anunció oficialmente, aunque otras fuentes lo achacan al escaso protagonismo que el protocolo español le otorgaba en la reunión. A Soares le siguió el presidente de Colombia, César Gaviria, que ayer decidió posponer su viaje a España hasta que se resuelva el motín de la cárcel de Envigado, protagonizado por el narcotraficante Pablo Escobar. Aunque con retraso, Gaviria tenía previsto haber llegado a la capital española hoy por la mañana poco antes de que se iniciara la reunión.Hace un año, cuando se organizó en Guadalajara (México) la primera cumbre de esta índole, todos los mandatarios estuvieron presentes.

Reunidos ayer por la mañana en el Palacio de Congresos y Exposiciones los ministros de Asuntos Exteriores iberoamericanos, con la excepción del venezolano, el mexicano y el paraguayo, dieron un repaso al documento de conclusiones.

El primero en dar plantón fue el socialdemócrata venezolano Carlos Andrés Pérez, al que el Senado impidió la semana pasada viajar a Madrid. En la noche del lunes al martes Alberto Fujimori comunicó a las autoridades españolas que no estaría presente en la cita madrileña para seguir "al frente de la lucha antiterrorista", según reza el comunicado oficial. El canciller peruano, Oscar de la Puente, que se encontraba ya en Madrid, abandonó la capital ayer a mediodía después de entrevistarse brevemente con su homólogo español, Javier Solana.

Al caer la tarde, había llegado la mayoría de los demás mandatarios latinoamericanos invitados por el Rey, con la significada ausencia del cubano Fidel Castro.

Borrador de conclusiones

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El borrador de conclusiones de la cumbre consta de tres partes: una introducción que alude a los "valores compartidos" que unen a los firmantes, un análisis de la situación económica en el subcontinente americano y una lista de proyectos concretos para ser aprobados.

La primera parte del texto había dado lugar anteriormente, según fuentes diplomáticas iberoamericanas, a grandes discusiones semánticas sobre la necesidad de añadir un adjetivo a la palabra democracia, con el fin de darle más fuerza.

El texto adoptado por los cancilleres se refiere finalmente a la "democracia representativa", una formulación bastante estricta que no deja lugar a ambigüedades. El texto hace hincapié, sin embargo, en el rechazo de los firmantes a cualquier "solución de fuerza" en el subcontinente y a cualquier intento de "alterar el orden institucional en los países participantes".

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