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El viaje del vengador errante a la madre patria

Viejo, con el rostro marcado por las cicatrices del poder, las barbas entrecanas, manchadas de rojo, herido de muerte, el otrora poderoso caudillo, cuya parábola de fuego encendía América Latina y África, retrocedido á la isla que le quedaba pequeña, llega al fin a la madre patria, confiado en que su diabólica astucia provoque aplausos, elogios, baños de multitudes, inversiones, dólares y pesetas: imágenes que transmitidas a Cuba le permitan decir, a sus preocupados hombres de poder "todavía soy el salvador de la crisis".Él sabe que el diablo es siempre noticia, no por algo Felipe González advirtió a su homólogo Carlos Andrés. Pérez, cuando su toma de posesión en Venezuela, "no lo invites, que se roba el show " (1).

Veremos si don Felipe evita que le pase lo mismo.

Castro se presentará ante los españoles como el hijo pródigo, el vengador errante, el quijotesco desfacedor de entuertos de la pérdida de Cuba, en la guerra cubano-hispano-norteamericana y su inmortal complejo imperial: monárquico, franco-fraguista y aun democrático, no fueron los cubanos quienes derrotaron a España, con sus 30 años de guerras independentistas, sino los poderosos yanquis.

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He aquí al vengador errante de la pobre y humillada América Latina.

El David gallego-cubiche, que con su honda rusa y comunista derrotó al invencible tío Sam.

Castro mostrará la sonrisa del abuelo bueno, su técnica de actor televisivo, y tratará de fascinar al auditorio hispánico, tocando sus fibras sentimentales, tradiciones e historia.

Hablará de toros, corridas y toreros. Descubrirá con voraz apetito su amor por el cocido madrileño, el caldo gallego, la fabada asturiana, los quesos manchegos y los vinos españoles.

En la corrida fidelista, él será picador, banderillero, toro, torero y sangre: precioso néctar de su poder.

Con su brazo izquierdo abrazar á a los nostálgicos del comunismo- moribundo, a etarras y nacionalistas, abrazo rojo-sangre de socialismo o muerte, de último fósil de la revolución mundial. '

Con su brazo derecho, junto a don Manuel Fraga, festejará la segunda muerte de Julián Grimau -¿cuál de las tres F, Franco, Fraga, Fidel, mató a Julián Grimau?-, hablará del pobre gallego errante, de conservadores revolucionarios.

El abrazo de la muerte llaman en Cuba a la mano castrista tirada sobre el hombro amigo: mortal su yetatura fisica o política.

Castro todo lo que toca lo destruye.

A Cuba, a sus compañeros y amigos, al son, la fiesta, el café, el tabaco, el arroz con frijoles, las vacas, su carne y leche, las frutas, las flores, las casas, las ciudades y hasta la madre de los, tomates.

Única inmortalidad el culo de las mulatas, ese que a buen mercado venden a los turistas extranjeros.

El mortal abrazo castrista costó la muerte al general dominicano Caamaño, al comandante Guevara, al ilustre Allende, al peruano Velasco Alvarado, a los comandantes portugueses, a Daniel Ortega, a Cabral y Menghistu, y tantos otros en América Latina y África, y por supuesto a sus amigos y compañeros Boitel y Taboada, muertos en sus prisiones, a los comandantes Sor¡ Marín y al general Ochoa, por él fusilados, entre miles, sin hablar de Haydeé Santamaría, ni de muchos suicidados. Aun en la guerra, la tirada de mano de Castro sobre el hombro amigo fue fatal a los comandantes Daniel, Paz, Cuevas, Frank País y otros mártires.

"España, aparta de ti este cáliz".

"Cuba vive el momento más dramático no de la historia de la revolución, de toda su historia", afirmó Castro hace poco. Ciudades oscuras, sin agua, luz, casi que comer, sin televisión, entretenimiento, transporte, medicinas, fábricas y escuelas cerradas, millones de desempleados, enviados a trabajar en campamentos militares, miles de presos, apaleamientos, agresiones, actos de repudio, fugas suicidas, crisis ideológica, económica, humana y social, fin de toda esperanza, desmoronamiento, corrupción, apartheid turístico, rebeldía, sabotajes, protestas, nacimiento de la oposición. De esto, Castro no hablará o dirá que "es culpa de dos bloqueos, el norteamericano y ahora el ruso".

El embargo norteamericano impide comprar o vender en Estados Unidos, no es un bloqueo marítimo que impide la entrada o salida de barcos o aviones de Cuba.

Mientras Cuba tuvo los dólares rusos, compré cuánto quiso en España, Japón, Europa, México, Argentina, Venezuela.

Los españoles recordarán la afirmación de Castro a T`VE de que "Cuba era comunista por un acto de su voluntad, no a causa de Estados Unidos, que sólo habían sido sus cómplices".

Fue Castro, mediante la fuerza, quien transformó una revolución humanista en marxista-leninista y a Cuba en una colonia soviética, que le garantizó su poder por más de 30 años.

Castro hablará de la desaparición del comunismo, como si él no tuviera responsabilidad en volver a Cuba comunista, ni dirá por qué una isla de ricas tierras, que se autoabastecía en el 75% de su consumo, que exportaba e importaba, ni repetirá sus palabras del 2 de enero de 1959, en Santiago de Cuba, "hemos roto el mito de que no se podía hacer una revolución sin crisis económica", ni por qué 33 años después su agricultura estatal no puede dar de comer a los cubanos.

Castro, firmará protocolos y declaraciones democráticas con sus homólogos de la cumbre, como hizo en México, y al regresar a Cuba hablará de que les cantó las cuarenta a esos presidentes, "de que su pluripartidismo es una pluriporquería". Algo horroriza al comandante: la prensa libre de España, no es casualidad la expulsión de Cuba de sus mejores corresponsales.

El débil de Castro son sus prisiones, fusilamientos, balseros, hambre, derrotas africanas y latinoamericanas, sus desastres económicos y otras desventuras. Banderillas que lo enfurecen y hacen aparecer cómo es.

Su plan es silenciar esa prensa: recibir sólo a los amaestrados , o escribidores amigos, dar entrevistas televisivas oficiales y protocolarias, negarse a las conferencias de prensa, y si algún sagaz reportero lo sorprende, responderle con una interminable monserga.

Reto a Fidel Castro a que se someta a una rueda de prensa con entera libertad en Madrid o Barcelona.

Termínar con el castrismo, antes de que el castrismo termine con Cuba, es deber de los cubanos.

No pedimos falta de cortesía a un jefe de Estado huésped de los españoles.

Sólo esperamos que no le hagan el juego con un silencio cómplice.

Cuba sólo quiere ser libre como España. Delito para Castro, cuestión de vida o muerte para los cubanos.

Carlos Franqui es escritor. (1) Contado por el presidente de Venezuela, Carlos Andrés Pérez, en entrevista al cronista, en presencia de otros periodistas.

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