¡Paso al peatón!

Esta mañana, cuando iba a hacer un recado, un anciano caballero me ha contado una confidencia. Yo no le conocía de nada y, aun así, ha continuado su. charla. Protestaba porque nadie sigue el nuevo reglamento de tráfico, protestaba porque no le gustaba la esquina donde se encontraba, porque no había un paso de cebra, tampoco un semáforo ni un subterráneo. No se decidía a pasar, su pie derecho dudaba una y otra vez. "Ésta es una esquina peligrosa. ¡Mire cómo vienen!", decía. Se me ha quedado mirando fijamente hasta abrir de nuevo la boca y decir: "Mi hermano, murió así, sin más, atropellado". He cerrado los ojos y ladeado un poco la cabeza a modo de asentimiento comprensivo, no sé de qué, y he pensado en decirle que sí, que esas cosas ocurren, que un día, hace varios meses, quizá un poco más arriba, fue atropellada una anciana por un joven que conducía prudentemente cuando de pronto, ella, con su bastón, se abalanzó lentamente sobre la vía y él no se la esperaba porque no era paso alguno. Cayó desplomada sobre el asfalto y el chico lloraba echándose las manos sobre la cabeza y gritaba: "¿Qué he hecho?". Pero no se lo he dicho, tampoco que mi madre, ya entradita en años, cruza cuando le viene en gana, y que mi hermana cruza temerariamente cuando pasea con su hijo por Madrid., Y no se lo he dicho porque no le conocía de nada y qué derecho tengo yo de recordarle que no está cruzando por el sitio adecuado cuando yo, aunque más joven, estoy haciendo lo mismo para ahorrarme unos segundos, lo que tarda un semáforo en camiar de color- .