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'Sello de agua' para Carlos Barral

Los amigos del poeta le rinden homenaje ante el mar de Tarragona

Juan Cruz

La memoria y la figura del poeta Carlos Barral, que cantó obsesivamente el mar de Tarragona en sus memorias y en sus versos, es desde ayer parte de la costa por la que navegó en su velero Capitán Argüello. Una escultura del artista catalán Sergi Aguilar (titulada Marca d'aigua, alusión al sello de agua tipográfico) le recuerda en la playa de La Pineda, en el municipio de Vilaseca, al final del conjunto portuario tarraconense. Un discurso del Nobel Octavio Paz subrayó la importancia de este acto barraliano frente al mar.

Cuatro grandes piezas verticales de hierro se alzan desde el mediodía del domingo frente a las olas que Barral describió después de haberlas surcado como el marinero que siempre quiso ser. Para completar la simbología creada por el escultor Sergi Aguilar acerca de la vinculación de Barral con el mar, en el pequeño saliente en el que se halla el monumento se conserva, restaurado ahora, un pequeño bunker que durante la República defendió esta zona tarraconense de los ataques franquistas, Como una metáfora más, la iniciativa del homenaje en este lugar es de la Dirección General de Puertos, y, singularmente, del presidente de la Junta del Puerto de Tarragona, Antoni Pujol, cuyo padre, del mismo nombre, fue quien diseñó el bunker. Por otra parte, como senador, Barral dio nombre a la nueva ley de costas, y este rediseño de una parte del litoral tarraconense es consecuencia de la propia ley.Unos versos de Barral abren el conjunto escultórico, al principio de un paseo que convierte la obra de Aguilar en una escultura marinera y transitable: "Se hacían las fronteras débiles bajo el agua y más desnudas". Un volumen editado por la propia Junta del Puerto, coordinado por la historiadora Montserrat Puertas, en el que se narra el proceso de creación del monumento, culmina el homenaje.

"Una celebración"

El acto de presentación del monumento y del libro fueron también consecuencia de aquella actitud vital del escritor. La novelista brasileña Nélida Piñón, presente en el acto, lo dijo después de la inauguración de Marca d'aigua: "No es un acto necrológico, sino una celebración. Ha sido hermoso tener con nosotros a Barral y este recuerdo lo revive".En la presentación del monumento estaban casi todos los que están en el libro. Contar las ausencias es más sencillo que relatar la nómina de los que estuvieron. Editores, políticos que fueron colegas suyos en el Senado y en el partido socialista, escritores jóvenes y de su generación, sus hijos, e Yvonne, su viuda, estuvieron en todas las celebraciones de una mañana blanca y mediterránea, en la que Octavio Paz reivindicó la figura de Barral. Ante todo fue un poeta, dijo Paz, pero también fue un gran editor, y una persona; no una personalidad, sino una persona, un alma. "Afilado, elegante, con su aire de proa, pero, sobre todo, de capitán de barco, pero de barco pequeño, un barco íntimo, un barco de papel, un barco de niño". Barral tuvo siempre una curiosidad fresca, infantil, dijo Octavio Paz.

Mientras hablaba Paz y mientras los castellers de La Pineda fabricaban sus multicolores castillos humanos, los hijos gemelos de Barral hacían cabriolas con el Capitán Argüello, y los marineros de la zona volcaban, al estilo de Calafell, una lancha simple coronada en su quilla, una vez vuelta, por la bandera catalana.

En el acto posterior, cuando se presentó el volumen Marca d'aigua. A Carles Barral, in memoriam, el presidente del Senado, Juan José Laborda, con quien Barral trabajó como representante socialista por Tarragona, dijo que aquella combinación -el mar, los veleros, la escultura y el libro- representaba una cadencia que hubiera firmado el propio poeta.

Carmen Riera, crítica literaria encargada de presentar el volumen, lo introdujo como la consecuencia de la pasión de Barral por crear identidades, y no olvidé que no hizo de sí mismo sólo un poeta, sino que, entre otras transfiguraciones, también fue un escultor en la ficción. Algunos de sus mejores amigos, Juan Marsé ("qué lástima que este homenaje no se haya hecho en Calafell") y Salvador Clotas ("un hombre público que nunca dejó de ser un adolescente íntimo") compartían con Ana María Moix una convicción íntima: "Es imposible pensar en él como en un hombre que se haya muerto". Desde lejos, Rafael Alberti mandó unos versos de homenaje que leyó Yvorine Barral. Dos de sus amigos permanentes, Alberto Oliart y Jaime Salinas, subrayaron así la personalidad de Barral. Oliart: "¿En qué mejor mar podía dedicársele esta estatua que en aquél que él consideré que era el mar verdadero?". Salinas: "El mejor homenaje es su obra".

Jordi Herralde, heredero, entre otros muchos, de la tradición editorial barraliana: "Me parece que es el primer homenaje público y pienso que la ciudad de Barcelona tiene una deuda pendiente". ¿Qué sintió Carmen Balcells, la agente literaria, en el homenaje del mediodía? "Melancolía". Jorge Edwards, el autor chileno: "El acto ha tenido un aire felliniano que a Barral le hubiera divertido mucho".

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