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El Gobierno tiene que pedir al popular Matutes papeles de la CE que le niega el socialista Marín

El Gobierno español se ha visto obligado a pedir al comisario Abel Matutes, del PP, los proyectos de la CE que le niega el comisario socialista Manuel Marín. Esta situación se ha prolongado desde apenas un año después del ingreso de España en la Comunidad Europea. Las fricciones frecuentes con Marín, el hombre que protagonizó las negociaciones de adhesión, con diferentes ministros y, en especial, con el equipo económico han generado contradicciones en Bruselas sobre los intereses del Gobierno. La más notoria se produjo con la propuesta de fondo de cohesión que reclamó y sacó adelante España en Maastricht.

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La Moncloa ha exigido siempre silencio sobre estas disputas para evitar empañar la gestión de la política europea, la que proporciona más dividendos al Gobierno y la que sirve de eje a Felipe González para llevar adelante el proceso de convergencia de la economía. Fruto de esta prioridad es la entrevista que el ministro de Economía, Carlos Solchaga, aceptó por fin tener hace unos meses con Manuel Marín. Este encuentro sirvió para aclarar posiciones y objetivos a defender, además de decidir incluir un hombre de Economía en el gabinete del comisario para "ocuparse más en detalle del tema de los fondos comunitarios".En la cumbre de Maastricht España consiguió un acuerdo para duplicar las ayudas de la CE a las regiones y crear un nuevo fondo de cohesión para España, Portugal, Irlanda y Grecia, que se quiere dotar con 1,3 billones de pesetas para los próximos cinco años. La cohesión fue la batalla del Gobierno como condición al proyecto de Unión Europea, pero el comisario defendía en la Comisión Europea que no había nada que inventar".

Esta situación, mantenida durante meses, sembró la confusión en el seno de la Comisión Europea y el propio presidente Jacques Delors creyó inicialmente que la propuesta no contaba con el respaldo firme del Gobierno. "La situación ha mejorado en los últimos meses", afirman varias fuentes en Bruselas. El signo de la aparente normalización de relaciones es que el gabinete de Marín envía ahora proyectos de la Comisión Europea, que son básicos para conocer por dónde irán las futuras medidas y directivas de la CE, situación también propiciada porque su actual jefe de gabinete, Ignacio García Valdecasas, fue consejero de la Representación Permanente ante la Comunidad y se le hace difícil negar documentos a sus antiguos compañeros.

Documentos incompletos

Sin embargo, diversas fuentes, tanto comunitarias como del Gobierno, puntualizan que "ni se envían todos los papeles ni los que llegan están completos". En ocasiones falta lo más importante. Las carencias son fácilmente identificables porque el gabinete del otro comisario español, Abel Matutes, continúa enviando todos los proyectos que llegan a sus manos y pone sobreaviso al Gobierno de cualquier iniciativa comunitaria en estudio que pueda interesarle. Esta situación paradójica es la que hace exclamar a muchos que "Matutes es el mejor comisario del Gobierno".Son varios los ministros que ante la necesidad de bloquear propuesta de la Comisión o la conveniencia de variar su contenido se han dirigido para ello sólo a Matutes y no a Marín. Esta circunstancia se produjo incluso por parte del anterior titular de Trabajo cuando Marín era comisario de Asuntos Sociales de la CE. La misma situación se ha repetido con temas referidos a asuntos laborales, industria, energía y transportes.

El anterior ministro de Agricultura, Carlos Romero, mantuvo siempre unas relaciones tensas y distantes con el comisario. Marín nunca ha ocultado su aspiración personal por la cartera de Exteriores pero, durante la negociación del ingreso, sus relaciones con el ministro Fernando Morán fueron menos que buenas y ahora con Francisco Fernández Ordóñez, según coinciden varias fuentes, "no se habla".

Marín acostumbra a iniciar las conversaciones sobre temas comunitarios con algunos miembros del Gobierno con la muletilla disuasoria del "no tenéis ni idea". "Así es muy difícil mantener un diálogo constructivo", admite un ministro. Incluso uno de sus íntimos, que perteneció al Ejecutivo hasta la última remodelación, ha comentado varias veces su preocupación "por la mala imagen dentro del Gobierno" que se ha ganado Marín.

Con el presidente de la Comisión Europea, Jacques Delors, después de una etapa tempestuosa parece haber entrado en una fase de mutua y neutral indiferencia. "Ahora tiene ocasión de viajar mucho y eso es muy instructivo", comentó en una ocasión Delors con referencia a sus relaciones con el comisario. A muchos de sus colegas les irrita especialmente la tesis repetida por Marín en las reuniones de que "la Comisión está al servicio del Consejo de Ministros", lo cual negaría las parcelas de poder y el monopolio de iniciativa legislativa que tiene el Ejecutivo.

Cuando llegó a la Comisión Europea en 1986, Marín asumió la cartera de Asuntos Sociales. En 1988 peleó duramente por conseguir Presupuestos y Personal. No lo consiguió y cuando Felipe González habló con Delors sobre el tema, éste se mostró dispuesto a dar esas reponsabilidades a España si nombraba a alguien capacitado. El propio presidente de la Comisión Europea propuso al actual ministro José Borrell. González decidió dejar las cosas como estaban y a Marín le correspondieron en el reparto Pesca y Desarrollo (política de la CE para los países de África, Caribe y el Pacífico que fueron colonias de los Doce).

Desbarajustes y protagonismos

Manuel Marín ha desplegado en su nueva responsabilidad una vigorosa actividad viajera en el Tercer Mundo, aunque no ha logrado mejorar la participación de empresas españolas en proyectos financiados por la CE. La tasa de retorno ha caído del 1,9% del total a menos del 1,5%. En Pesca suscitó el escándalo cuando anunció que estaba dispuesto a renacionalizar esta política común en un momento en que la Comunidad lucha por extender sus competencias. Pero los sobresaltos con Madrid han sido fruto de las negociaciones pesqueras.La preocupación mayor la ha proporcionado el acuerdo con Marruecos, tras la prórroga de dos meses y los 15 días de parada del reloj antes de la firma. Los servicios de la Comisión Europea en Rabat informaron de "la situación sorprendente" que se produjo el pasado 10 de mayo en la cena ofrecida por el ministro Abdelatif Filali, en la que Marín no ahorró comentarios peyorativos en voz alta sobre los marroquíes. Al día siguiente abandonó con toda la delegación las negociaciones, que se remataron tres días después, con suspense, en la capital belga.

En las historias entre Madrid y Bruselas ha habido diferencias de criterio sobre la política comunitaria a seguir y también problemas de protagonismo. En puridad, un comisario se debe a la CE, pero cada uno intenta llevar el agua a su molino nacional. Así lo entendió Marín cuando asumió el cargo de comisario en enero de 1986. Pero, antes de pasado un año, sus fricciones con la Secretaría de Estado para las Comunidades Europeas, entonces a cargo de Pedro Solbes, le llevaron a cortar totalmente el flujo de papeles.

Fue entonces cuando se decidió acudir a Matutes. Los veteranos de Bruselas creen que el desacuerdo se inició por la ausencia de una eficaz coordinación de la política cara a la CE, de la que Marín quería asumir la dirección máxima. Exteriores y otros ministerios no estaban de acuerdo. El comisario, en abril de 1987, envió a La Moncloa un informe en el que se criticaban los defectos de funcionamientos y "el desbarajuste español en Bruselas".

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