La desertización afecta ya al 30% de la Tierra
En los últimos 50 años, la Tierra ha perdido el 11% de la superficie cultivable, una extensión similar a la de India y China, según el último informe del World Resources Institute (Instituto de Recursos Mundiales). Aún más. El desierto se está convirtiendo en una contagiosa plaga. El proceso de desertización, implacable en su avance, afecta ya al 30% de la superficie terrestre. España encuentra aquí su principal problema medioambiental. Catalogado por la ONU como el único país europeo con muy alto riesgo de desertización, el 13% de sus tierras va camino de ser puro erial.
Cierto es que los principales causantes de la erosión -y desertización, la forma más extrema de descarnamiento del suelo- son agua y viento, y un clima domínado por la sequía y un régimen de precipitaciones en forma de violentas tormentas. Lo primero que puede pensarse, entonces, es que poner freno a esos agentes naturales rebasa las posibilidades humanas. Pero el hombre tiene un papel decisivo en evitar el empobrecimiento progresivo de la capa terrestre mediante el cuidado de la cobertura vegetal, que es lo que a fin de cuentas fija, limpia y da esplendor a suelo y aire, y controla los torrentes de agua. Un ejemplo: cuando el Himalaya estaba cubierto de árboles, Bangladesh sufría un par de inundaciones importantes cada siglo; hoy día, el promedio es de una cada cuatro años.Llegados aquí, y como esto de los grandes problemas ecológicos no son compartimientos estancos todos los ataques medioambientales se mezclan en una espiral donde causas se convierten en consecuencias y consecuencias en causas: pérdida de diversidad biológica, cambio climático (puede multiplicar el avance del Sáhara por África), presión de la superpoblación en los países pobres, incendios, agricultura de sobreexplotación (con el masivo uso de plaguicidas, pesticidas y fertilizantes), pastoreo excesivo... Las zonas más afectadas son las de tierras secas (el 47% de la capa terrestre). Sobre deforestación se pueden dar mil datos: cada segundo desaparece una superficie con árboles equivalente a un campo de fútbol. En Alemania se ha perdido el 50% de los bosques; en Checoslovaquia, un 70%. La ONU destaca el importante daño de los incendios en Francia, Grecia y España.
Pero el problema en África alcanza niveles para dar todas las señales de alarma que se quiera: en Etiopía ha desaparecido más de un 95% de sus bosques. De ahí que, en la Cumbre de la Tierra, los países africanos estén pidiendo que se ponga en marcha antes de 1994 un convenio internacional contra la desertización. Según informa Efe, la mayor parte de los países de la Comunidad Europea, especialmente Francia y España, han apoyado desde el principio esta iniciativa. Estados Unidos se resiste, por creer que éste es un problema específico de algunos países. La Agenda 21, uno de los documentos básicos de Río, calcula que harán falta de aquí al año 2000 alrededor de 1,2 billones anuales de pesetas para detener la sequía y la degradación de los suelos hasta la infertilidad. Según el representante de la delegación de Ghana en Río, James Naadjie, la principal causa de la desertización africana es la inadecuada explotación de las tierras agrícolas y el abuso de los pastos.
Reacciones y exageraciones
Sabedores del remedio, los Gobiernos de algunos países han reaccionado: según el Programa de la ONU para el Medio Ambiente, Costa de Marfil ha prohibido las exportaciones de madera; Bolivia ha declarado una moratoria sobre concesiones de explotación forestal; Costa Rica está intentando convertir en áreas protegidas hasta un 25% de su territorio y China ha repoblado hasta ocho millones de hectáreas por año en la década pasada.Sobre los informes catastrofistas, el británico Roy P. C. Morgan, presidente de la Sociedad Europea de Conservación de Suelos, creada hace cuatro años en Bélgica y que reúne ahora a medio millar de miembros -científicos la mayoría-, sale en su defensa: "Aunque desde un punto de vista científico esas predicciones sean malas porque no pueden ir respaldadas con investigaciones rigurosas a corto plazo, desde el punto de vista más general hacen falta. Sólo así se puede influir en los políticos y en sus políticas. No debemos esperar a que los científicos aporten datos. Podemos llegar demasiado tarde. De ahí que a veces tengamos que exagerar".
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