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Crítica:SEVILLA EXPO'92
Crítica
Género de opinión que describe, elogia o censura, en todo o en parte, una obra cultural o de entretenimiento. Siempre debe escribirla un experto en la materia

La naranja envenenada

ROGER SALASLa familia Borgia tuvo de todo en casa: chicos maniáticos de los encajes y los pendientes de perla negra, una aplicada muchacha que salpimentaba los banquetes con fatales derivados de plomo, y algún que otro papa. Con ese primor de parentela, dieron mucho que hablar, y han generado biografías, novelas, obras de teatro, óperas y varios ballets. De haber existido las revistas del corazón, habrían hecho su agosto con toda esa gentuza engalanada que asoló Europa desde sus palacios durante siglos.

El grupo levantino de más sólido prestigio y estructura aceptó un encargo oficial: referirse al antecedente valenciano de la familia de marras, y el resultado, ya distanciado de la comisión misma, y de lleno en el estilo Ananda Dansa, ha producido un buen espectáculo donde la cuestión del género en qué enclavarlo carece de relevancia.

Ananda Dansa

Borgia imperante. Creación y dirección: Edison Valls y Rosángeles Valls; música: Pep Llopis; escenografía: Manolo Zuriaga y Josep Simó, vestuario: Francis Montesinos; iluminación: Víctor Antón. Teatro Central-Hispano. Sevilla, 2 de junio.

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El montaje Borgia imperante está lleno de aciertos, empezando por la envoltura: escenografía útil y sobria; música que sólo merece un bravo contundente (con alusiones cultas al barroco primero y al folclor local después) y luces capaces de apoyar el movimiento corporal, en este caso un desarrollo estructural basado en unidades.

Bien hecho

Lo que hace Ananda. Dansa puede no gustar, pero está bien hecho. Los Valls dudan, buscan y se citan a sí mismos con elegancia, como las chuletas que sirven de estampado al traje cónico de la procesión -Homenaje a K-; los discos de madera -Basta de danza-; los baldes de latón y la pintura autómatica sobre paneles -Crónica civil-. Es una manera de recrear estilo, como el estrambote en la poesía, que estrecha el círculo de su estética, lo redondea. Hay un espíritu renacentista estilizado que, sin embargo, el vestuario no, recoge, único elemento que merece revisión profunda.

Desde el principio la atmósfera se consigue. El tableau vivant que representa un banquete de intrigas se descompone poco a poco y llega el primer baile de grupo, envolvente, perverso y apoyándose con arte minimalista, cómo pauta formal, en el paso de marcha de Moros y, cristianos. Ésta y muchas otras referencias regionales (elmisterio de Elche, fallas, la farsa cuaresmal, la jota con palillos en directo) se unen a escenas como la de papiroflexia y la pendiente del inferno para conseguir que los movimientos no dancísticos se vuelvan tan líquidos como exige la danza, y viceversa: que lo propiamente bailable, que no escasea, adquiera densidad teatral.

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