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Los pueblos indígenas celebran en Brasil el I Encuentro Mundial

La demarcación de sus tierras, el respeto a sus culturas, el fin de los genocidios y la devolución de los cuerpos de sus antepasados, que se exhiben en los museos, son las principales reivindicaciones de los 300 participantes del Primer Encuentro Mundial de los Pueblos Indígenas, que concluye hoy en Río de Janeiro. Esta ciudad acogerá dentro de cinco días a delegaciones de 170 países en la Cumbre de la Tierra. Su secretario general, Maurice Strong, les ha prometido apoyo.

Ritos milenarios, danzas ancestrales y cánticos tradicionales de pueblos primitivos de todo el planeta marcaron la apertura de la reunión de nativos de las tres Américas; aborígenes australianos; los saami, primitivos habitantes de Escandinavia; los ainos de Japón y diversos pueblos de Asia, rica y Oceanía. La conferencia, que vetó la entrada a los blancos -excepto los indígenas noruegos-, tuvo que desarrollarse en las lenguas de quienes ellos estaban criticando duramente -inglés, español y portugués-. Los asistentes han preparado su propia Carta de la Tierra, que contiene su visión de la defensa del medio ambiente y sus reivindicaciones ecológicas, de tenencia de la tierra y contra la discriminación racial y cultural. Los indígenas esperan poder leerla en la Cumbre de la Tierra, aunque no está previsto en el programa oficial.

Pero las esperanzas de que su voz se oiga ante este foro privilegiado, que reunirá a más de un centenar de gobernantes del mundo, son altas. En la aldea Kari-oca, un típico poblado indígena construido en pleno Río de Janeiro, especialmente para el encuentro, el secretario de Naciones Unidas para la Cumbre de la Tierra, Maurice Strong, sentado en el suelo, con las piernas cruzadas al estilo indígena, fumaba la pipa de la paz con Camhoc, un cacique de la tribu brasileña calapó, y una india del Canadá. Strong prometió que hará los mayores esfuerzos para que puedan presentar su documento. "El mundo debe redescubrirlos y respetarlos. No podemos borrar las injusticias del pasado, pero podemos ofrecerles un futuro más justo", dijo Strong.

Las acusaciones se dan tanto en el Norte como en el Sur. "Nuestros problemas son semejantes a los de los indígenas de Brasil. Nosotros también vivimos en la pobreza, somos discriminados y no tenemos derecho a la tierra", dijo Chikapu Mieka, portavoz de los ainos de Japón, quienes criticaron fuertemente al Gobierno nipón, que no los reconoce como un pueblo nativo, sino como una minoría cultural.

Devolución de cadáveres

Los aborígenes australianos, por su parte, iniciaron su participación en el encuentro refiriéndose a los Gobiernoss de Austria, Bélgica, Francia, Reino Unido y el Vaticano, a los que acusan de hacer de los cadáveres de sus antepasados, que son sagrados, una atracción turística de sus museos. "Sólo en centros de Europa hay 3.000 cadáveres de líderes nativos australianos", afirmó Clarrie Isaacs, portavoz de los aborígenes australianos. Este punto, que consideran vital para mantener su dignidad, ha centrado buena parte de las intervenciones. Álvaro Tucano, jefe de los indios tucanos de Brasil, anunció que van a reclamar los cuerpos al Gobierno de Brasil y que esperan que no haya trabas. "Si quisiéramos", alertó, "podríamos saquear los museos y retomar lo que nos fue robado".

Los pueblos primitivos del norte de Europa han podido explicar cuál es su mayor preocupación: la amenaza de la energía nuclear. "La contaminación de los ríos y la invasión de nuestras tierras nos impide pescar y cazar", explicó la portavoz saami. "Pero el accidente de Chernóbil afectó a los renos, nuestros animales sagrados, y nos alertó sobre la energía atómica".

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