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Gorbachov en el país de las maravillas

Pilar Bonet

En su viaje de costa a costa por Estados Unidos, Mijafl Gorbachov ha vuelto a sentirse como en los viejos tiempos, cuando era el líder de una superpotencia en pleno destape político. La magia ha funcionado de nuevo entre el hechicero Mijaíl Sergueievich y un público que ha pagado enormes sumas para estar con él.En Estados Unidos, las multitudes se sienten atraídas por las celebridades, tanto si se trata de Jesucristo como de un asesino múltiple, ha dicho el kreminnólogo, Dmitri Simes a The Washington Post. Muchos de los norteamericanos que han aplaudido a Gorbachov aún piensan que tiene futuro en Rusia. El ex líder soviético ha dicho en Washington que el último capítulo de su biografía política está aún por escribir.

Las esperanzas de Gorbachov no son avaladas por el estado de ánimo de la sociedad rusa, para la cual el ex presidente de la Unión Soviética es ya historia. Ahora que sus destinos no se cruzan con el de su antiguo mandatario, los rusos son más bien indiferentes ante el estilo vago de Gorbachov, un estilo, por cierto, que en el pasado parecía cargado de ocultos sentidos, sobre todo para los analistas occidentales con fe en el valor de las palabras.

Mijaíl Gorbachov parece seguir viviendo en un mundo que se quebró definitivamente el 19 de agosto de 1991, con un golpe de Estado frustrado de gran valor simbólico. Aquel burdo intento de mantener el hechizo tuvo en la práctica el efecto contrario, y fue algo parecido a un grito anunciando que el emperador estaba desnudo.

Algunos habían percibido la desnudez anteriormente, en fechas que serán motivo de especulación para los historiadores, pero Gorbachov ha tenido dificultades para percibir la realidad que le rodea, incluso después de volver de Crimea. En Washington, a punto de finalizar su gira de 15 días por 10 ciudades, Gorbachov dijo haber entendido la gravedad que los problemas nacionales tenían para el Estado soviético en el otoño de 1990, cuando se debatía el presupuesto de la URSS. La resistencia de las repúblicas a pagar sus contribuciones al Estado tuvo un valor de advertencia para Gorbachov que no habían tenido ni los sucesos de Almá Atá en 1986, ni la matanza de Sungait en 1988, ni la carnicería de Tbilis¡ en 1989, ni la independencia lituana en 1990.

Máquina administrativa

En el trasfondo de esta anécdota se dibuja una concepción del Estado cuya esencia no son las relaciones vivas entre sus gentes, sino una máquina administrativa que deja de funcionar cuando falta el presupuesto para mantenerla. El "experimentado aparátchik ", tal corno'Gorbachov se había llamado a sí mismo en una ocasión, entendía muy bien esto.

Hoy, Gorbachov aplica con éxito sus artes de funcionario comunista al capitalismo. Empresarios y filántropos norteamericanos le han ayudado a recaudar los tres millones de dólares que eran el objetivo de su gira. Y eso, sin que esté claro aún si la Fundación Gorbachov será la plataforma para un intento de retorno o servirá para transmitir la experiencia de los viejos tiburones de la perestroika a las futuras generaciones.

Gorbachov ama los discursos globales, como el pronunciado en Fulton para dar por finalizada simbólicamente la guerra fría. A la hora de los detalles reacciona bruscamente cuando le preguntan, por ejemplo, sobre su papel en la represión en Lituania en enero de 1991.

El ex presidente se ha esforzado en demostrar que entre él y el presidente de Rusia, Borís Yeltsin, existe una relación normal, y que ambos se llaman por teléfono. Sin embargo, a Mijaíl Serguelevich se le ha notado que mantiene su animadversión hacia Yeltsin. Gorbachov ha dicho haber advertido a Rusia sobre el peligro de "explosión social" si fuerza la reforma económica.

La hostilidad entre Gorbachov y Yeltsin, por lo visto, es mutua, y el éxito del primero en Estados Unidos ha puesto nervioso al segundo. La Casa Blanca cedió a las presiones de última hora ejercidas por el embajador de Rusia, Vladimir Lulcin, y rebajó la cena de gala que el presidente Bush iba a ofrecer al ex dirigente soviético a un rango más modesto.

Los papeles se han invertido, y la Casa Blanca ha actuado con Gorbachov como lo hacía con Yeltsin antes del golpe de agosto. La diferencia está en que Yeltsin era entonces un político con futuro y Gorbachov es hoy un político con pasado.

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Sobre la firma

Pilar Bonet
Es periodista y analista. Durante 34 años fue corresponsal de EL PAÍS en la URSS, Rusia y espacio postsoviético.

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