Cogido cuando mejor toreaba
Alcurrucén / Díaz, Rosa, HigaresNovillos de Alcurrucén, con trapío, flojos; varios mansos; encastados y boyantes. Joaquín Díaz: media delantera (palmas y también algunos pitos cuando saluda); pinchazo hondo tendido y estocada corta ladeada (vuelta); pinchazo y estocada delantera (aplausos). Angel de la Rosa: estocada corta atravesada muy trasera y tendida, rueda de peones y descabello (palmas); cogido al muletear al 5º. Óscar Higares: estocada baja (oreja con escasa petición, protestada); pinchazo y media perpendicular ladeada, siempre tirando la muleta (ovación y salida al tercio). Enfermería: El novillero De la Rosa sufre una cornada en cada pierna, pronóstico grave; el banderillero Copetillo, lesionado en el 2º de pronóstico reservado. Plaza de Las Ventas, 20 de mayo. l2ª corrida de feria. Tres cuartos de entrada.
Dos cornadas sufrió Ángel de la Rosa, una en cada pierna, y se las pegó el novillo-toro cuando mejor lo toreaba. Fue al embarcar al natural. El toro se paró a mitad del viaje, aguantó el torero sin moverse, le miró el toro... Le miró, y tiró el derrote, levantándole con la punta del pitón por el mismísimo abdomen. Afortunadamente ahí no caló, sino instantes después, cuando vapuleó en el aire al torero, prendiéndole de una pierna, luego de otra, mientras las cuadrillas acudían al quite. Ángel de la Rosa se zafó de las asistencias pues quería seguir toreando, y no pudo: le fallaron las piernas, cayó redondo.
Es admirable el pundonor de Ángel de la Rosa y se comprende que quisiera continuar la faena ya que en aquellos momentos estaba sacando los mejores pases y tenía el triunfo al alcance de la mano. No se trataba de cualquier cosa: ¡triunfar en plena Feria de San Isidro! Los novilleros encuentran en esta feria la gran ocasión de emprender el camino que les conducirá a ser figuras del toreo. Y los que de verdad quieren ser toreros, y figuras, la aprovechan. En eso estaba Ángel de la Rosa. Sucedió, sin embargo, que había incurrido en un grave error estratégico: los naturales que le estaba dando al toro llegaban tarde.
Suelen hacerlo la mayoría de los diestros contemporáneos, incluídas las figuras: primero dan todos los derechazos posibles, luego ensayan el natural, y lo más probable es que, para entonces, el toro tenga agotada la ernbestida. Justo lo contrario de como procedían los toreros en épocas precedentes, que buscaban el triunfo desde el primer pase. Y si en el tanteo inicial advertían la nobleza del toro, ya se estaban echando la muleta a la izquierda, y con media docena de naturales ponían al público en pie.
Ángel de la Rosa dio muchos derechazos de buena factura en esa su segunda faena, aunque sueltos y en diversos terrenos del redondel, hasta que comprobó la nobleza del toro por ese lado y le instrumentó unos naturales largos que arrancaron del tendido olés sinceros y rotundos. Pero para entonces el toro había perdido embestida, se paraba en el centro de la suerte, avisó sus intenciones... Y tiró la cornada.
El novillero pagó un precio alto por su error, mas era suyo, asumía su propio riesgo. Lo malo es cuando el riesgo llega por los errores ajenos. Hubo ayer en la plaza un personaje que los cometía de bulto: el presidente, José Luis Lamarca, no daba pie con bola. El presidente, José Luis Lamarca, se precipitó al cambiar algunos primeros tercios, de manera que dejaba los toros sin castigo suficiente. Este fue el caso del segundo toro que, crecido en banderillas, arrolló al peón Copetillo y luego desbordó a Ángel de la Rosa en su voluntariosa faena.
No sólo incurrió en el error de los cambios de tercio José Luis Lamarca. A Óscar Higares le regaló una oreja y se quedó tan ancho. Novillero espigado, voluntarioso y de esperanzadoras maneras, Higares no les cogía el ritmo a sus toros, como había hecho otras veces en Las Ventas. Valiente -de eso no cabe duda-, los toreó sin estilo, poco reunido y escasamente templado. Y mató mal. Obviamente la oreja no fue merecida y, además, produjo irritantes agravios comparativos. Por ejemplo, Ángel de la Rosa había tenido mayores méritos midiéndose con el toro que le dejó entero el presidente. Por ejemplo, allí estaba Joaquín Díaz que ejecutó un toreo finísimo, lo mismo en los lances a la verónica que en las suertes de muleta. Le faltó ligazón, y en su primera faena incluso ajuste, mas en la otra cuajó trincherazos, pases de la firma, redondos y naturales de bellísima factura. Y nadie le regaló una oreja, por eso. Cierto que Joaquín Díaz es bajito, pero los bajitos también son personas.
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