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Tribuna:FERIA DE SAN ISIDRO
Tribuna
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Salir toreando Insurgentes arriba

¡Viva España! ¡Vivan los toreros españoles!". Con estos vivas y la cornada que se dejó dar, Victoriano de la Serna pretendió acallar, en San Isidro de 1936, las protestas del sol por la marcha de los toreros mexicanos el día del Patrón. Festejo el del día 15 suspen dido por la negativa de Marcial Lalanda, Manolo Bienvenida y Domingo Ortega a hacer el paseíllo con Armillita, lo que le costó a Marcial dar con sus huesos en la Dirección General de Seguridad. Los toreros españoles decían que los aztecas se "montaban en el toro" por nada. Asunto económico, pues.El 18 de julio del 44 se firma la paz, con ocasión de la confirmación de Carlos Arruza. El año 48 marca otro jalón histórico de desacuerdo. Tensiones y arreglos la temporada de 1960, paréntesis en 1975 por la ruptura de relaciones diplomáticas entre México y España, por las declaraciones antifranquistas del presidente Echevarría. De ahí hasta nuestros días, en que se contrata para esta feria a Jorge Gutiérrez, como el ciclo anterior se hizo con Eloy Cavazos y Miguel Armillita.

Frascuelo doctoró a Ponciano Díaz en 1889, el primer mexicano que recibía los trastos de matador en España y que sorprendió a Salvador por el impresionante bigote con que se presentó en el patio de cuadrillas, según cuenta Fernando Vinyes en su libro México, diez veces llanto. Fermín Espinosa, Armillita, formó parte del sexteto que inauguró la plaza de Las Ventas, el 17 de junio de 1931. Rodolfo Gaoría, El Indio Grande, alternó en plano de igualdad con Belmonte y Joselito. Lorenzo Garza y El Soldado compitieron como novilleros en ruedos españoles. Al igual que rivalizaron Gaona con Sánchez Mejías y más tarde Arruza con Manolete. Efeméride de impacto la de Armíllita, en 1934 en Barcelona, con corte en un toro de orejas, rabo, pata y obsequio especial de criadillas, concesión que admite varias lecturas, naturalmente. Curro Rivera, el 22 de mayo de 1972, igualó a orejas con Palomo Linares, a cuatro. Palomo le ganó al cortar el famoso y último rabo de Madrid. Es decir, que la impronta azteca está acreditada en las plazas españolas.

Otra aportación mexicana a la fiesta es la incorporación de diferentes lances de capa al repertorio amplio de esta suerte. Gaoneras o de frente por detrás, orticinas -en memoria de Pepe Ortiz- artista del capote y autor del quite de oro-, tapatías, arrucinas, caleserinas, brionesas, vizcaínas, los secos y peculiares faroles de Arruza, variedades todas ellas casi en lamentable desuso.

Padres espirituales como

Ponciano y Gaona, toreros de leyenda y singularidad anecdótica, como Juan Silveti, que fue capitán de las tropas de Pancho Villa; densa necrológica en acto de servicio -Miguel Freg, Esteban García, Carmelo Pérez, Alberto Balderas, Eduardo Liceaga-, el toreo mexicano necesita de penetración de nuevo en España, y viceversa.

Ojalá que un torero mexicano se equivoque de sentido al dar la vuelta al -ruedo en España -en México las vueltas al ruedo se dan al revés-. Ojalá que un español haga que se salga toreando avenida de Insurgentes arriba.

Antonio Campuzano es periodista.

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