_
_
_
_
_

Uargla, un yunque para el integrismo argelino

La capital sahariana alberga un centro de internamiento para 1.200 seguidores del FIS

Uargla, capital del Sáhara argelino, limita al Norte con un centro de internamiento para integristas musulmanes. Es uno de los seis que han abierto las autoridades para concentrar a militantes y simpatizantes del Frente Islámico de Salvación (FIS) que, en su opinión, supongan un peligro para "la paz o la estabilidad de la nación".

La apertura de estos centros está provocando una polémica que corre el riesgo de desbordarse y erosionar irremediablemente el futuro de Argelia. Pero la vida transcurre tranquilamente en Uargla. Es una ciudad limpia, de 78.000 habitantes, que ha merecido el sobrenombre de la Suiza argelina. Es además cabeza de una provincia tan extensa como toda España, pero con una población 100 veces inferior. Uargla es la sede de la IV Región Militar y una zona estratégica. Ya lo era en la época colonial francesa, hasta el punto de que las autoridades de la metrópoli tenían prohibido el acceso a los argelinos musulmanes, a los que sólo se les permitía la entrada si cambiaban de nacionalidad o se hacían cristianos.Por esas paradojas de la historia, Uargla ha pasado de ser una zona prohíbida para los musulmanes argelinos a lugar de res¡dencia obligada para 1.200 integristas islámicos. En su mayoría son vecinos del noreste del país, principalmente de las ciudades de Setíf, Constantina y Batna, que han sido concentrados en el lugar en virtud del decreto de estado de urgencia, que permite desde el 8 de febrero los internamientos administrativos, sin juicio y sin posibilidad, por ahora, de recurso ante tribunal alguno.

El centro de internamiento de Uargla es en su origen una prisión militar. Está situada a poco menos de dos kilómetros del centro de la ciudad. Es un paraje solitario y desolador que se pierde en el horizonte y donde se adivinan ya las dunas del desierto.

Los muros de la cárcel esconden un edificio sin acabar y un centenar de tiendas de lona levantadas en el patio de la prisión. La vigilancia es discreta. Se adivina a los soldados en las garitas y detrás de los sacos terreros colocados en la entrada, al pie de la carretera. No hay ninguna otra vigilancia. El interior del centro ha sido reiteradamente visitado por las delegaciones de Amnistía Internacional, la Cruz Roja y la Liga Argelina de los Derechos Humanos, que alertaron a las autoridades castrenses sobre los riesgos que comportaba concentrar en el edificio a medio construir una población tres veces superior a la de su capacidad. Como consecuen cia de estas advertencias, los militares decidieron trasladar a algunos internos. Otros muchos fueron puestos en libertad. La población penitenciaria de Uargla pasó de los 2.200 a los 1.200 detenidos

Problema jurídico

"Las condiciones materiales han mejorado. La comida es correcta. Hay agua, por ahora, suficiente. Ya veremos lo que pasará durante el verano. El equipo sanitario del Ejército, compuesto por 17 profesionales, basta para atender a la población. El problema en Uargla no es el de las condiciones físicas, el problema es jurídico. Están detenidos por una decisión puramente arbitraria, en una situación de inconstitucionalidad y sin posibilidad de recurrir a tribunal alguno", asegura el secretario de la sección local de la Liga Argelina de los Derechos Humanos. La presidenta de la organización ha ido a Argel para pedir a las autoridades la clausura del centro.

Únete a EL PAÍS para seguir toda la actualidad y leer sin límites.
Suscríbete

Pero Uargla puede ser una excepción. Los otros centros de internamiento del país se encuentran en lugares aislados y alejados de los núcleos de población. Su acceso es imposible para la prensa, y los testimonios que llegan de ellos son en ocasiones escalofriantes. Por ejemplo, Ain Mguel se halla a 150 kilómetros de Tamanraset, junto a la frontera con Malí. El campo está rodeado de una cadena de montañas, un doble muro de tierra y una triple alambrada, aseguran los testigos. Una docena de centinelas están apostados alrededor del recinto, y carros de combate se encuentran permanentemente detrás del muro y enfrente del campo.

"El agua es apenas suficiente no sólo para la bebida, sino también para las abluciones o la colada. Las duchas son inexistentes, y cada detenido debe apañárselas para lavarse. Las letrinas son un enorme pozo recubierto por una plancha de hierro, de donde salen olores nauseabundos que atraen a millares de moscas", asegura un testigo. La visión del campo de Regane no es más tranquilizadora, entre otras razones porque, desde que empezó a funcionar, los internos han iniciado una huelga de comunicación y se niegan a recibir a sus familiares o cualquier delegación. El FIS gobierna en el interior de Regane. Fuera permanece apostado el Ejército.

Regístrate gratis para seguir leyendo

Si tienes cuenta en EL PAÍS, puedes utilizarla para identificarte
_

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_