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SEXTO ANIVERSARIO DEL MAYOR ACCIDENTE NUCLEAR DE LA HISTORIA

Antiguos residentes regresan al interior de la zona de seguridad

La salud de los ucranios y de los habitantes de Bielorrusia ha empeorado en los últimos años debido a la alta contaminación generada por el accidente. Mientras el traslado de personas de las zonas contaminadas no se ha completado seis años después, 1.200 antiguos residentes, ancianos en su mayoría, están regresando a sus lugares de origen dentro del límite de los 30 kilómetros de la zona de seguridad.

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"La salud de los ucranios ha empeorado en los últimos años", afirma Valentina Férents, responsable de información del Centro Ucranio de Radiología, creado tras el accidente de Chernóbil. También ha ido a menos la de los habitantes de Bielorrusia, donde, según la Unesco, 2,2 millones de personas, el 20% de la población, están enfermas en mayor o menor grado como consecuencia de la catástrofe. Y lo mismo sucede en amplias zonas de la Rusia suroccidental.La central nuclear, situada casi encima de la frontera ucranio-bielorrusa y a 150 kilómetros de la frontera con Rusia, ha lanzado salpicaduras significativas de su basura radiactiva en un área de 600 kilómetros de radio. Algunas de esas manchas contaminantes se encuentran a menos de 300 kilómetros de Moscú.

Si la evacuación de la zona de 30 kilómetros alrededor de la central siniestrada se hizo tarde -lo que ha generado problemas de salud a buena parte de las 130.000 personas que la habitaban-, el traslado a lugar seguro de los habitantes de otras partes del territorio de Ucrania, Bielorrusia y Rusia que están tan radiactivamente contaminadas como esa zona, no ha sido completado seis años después.

El radio de 30 kilómetros es una distancia convencional, impuesta por las leyes internacionales, útil en los primeros momentos de crisis pero que resulta a todas luces insuficiente después. El régimen de vientos y otras circunstancias hicieron que la mancha de los isótopos radiactivos del cesio y el estroncio, los más peligrosos a medio plazo, desbordara por el norte hacia Bielorrusia y que otra mancha similar, más extensa incluso, se depositara a lo largo de la parte sur de la frontera entre Rusia y Bielorrusia. Esa distribución aleatoria de los desechos radiactivos de Chernóbil hace que en terrenos situados a más de 200 kilómetros de la central, el cesio produzca emisiones de más de 40 curíes por kilómetro cuadrado, que legalmente obligan a la evacuación forzosa.

Buena parte de la gente, sin embargo, sigue viviendo sobre las manchas radiactivas, cultivando en ellas y engordando ganado. El comité parlamentario ucranio responsable de controlar los efectos de Chernóbil afirmó la semana pasada: "Más de 5.000 familias permanecen en áreas donde simplemente es imposible vivir". Robert Tilles, de Ayuda a Chernóbil, subraya que la situación es peor en las otras dos repúblicas afectadas: "De las 110.000 personas que deben ser evacuadas en Rusia, sólo el 20% o 25% han sido efectivamente trasladadas".

Dispersión de plutonio

Tampoco está suficientemente estudiada ni la distribución ni las consecuencias que puede tener la dispersión de otro elemento radiactivo, el plutonio, sumamente venenoso si se introduce en el cuerpo por vía digestiva o respiratoria. Lo peor del plutonio es que tardará casi 25.000 años en reducirse a la mitad.

Paradójicamente, a pesar de que el secreto de los primeros meses ha quedado ya atrás, personas evacuadas de las zonas contaminadas están volviendo a sus hogares abandonados. Entre ellas, 1.200 han regresado a la zona de 30 kilómetros. Se trata en su mayoría de campesinos ancianos que no han podido adaptarse a vivir en un piso de ciudad y han preferido volver a su pueblo, para seguir cultivando sus tierras y criando sus animales. Uliana e Iván se encuentran entre ellos: "Aquí vivimos muy bien", explican. "Todo es como antes. Llevamos la vida de siempre y comemos lo que producimos". Lo que encontramos a faltar es a los nietos, que viven en la ciudad, y la falta de autobuses para salir.

"El Gobierno permite que estén ahí y los enseñan como si fueran monos, para intentar demostrar que la radiactividad no es tan nociva" comenta sarcásticamente el periodista ucranio Valentín Smaga, especializado en temas ecológicos.

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