Estreno en Cuenca

Anteanoche quedó inaugurada la 31ª Semana de Música Religiosa de Cuenca, festival que abre marcha en la serie de 59 que a partir de ahora y hasta bien entrado el otoño, celebra la asociación europea. En el programa de la Orquesta y Coros de Valencia, dos obras importantes: el estreno de la Tercera sinfonía, de García Román, encargo de la semana y la interpretación del Stabat Mater de Rossini, como homenaje al genial músico de Pesaro.La nueva partitura de García Román me parece no sólo importante sino representativa de su personalidad. Posee una extraña y compleja belleza en todos sus planteamientos, tan duramente dramáticos que obedecen a una muy honda autenticidad. García Román refleja siempre el repertorio básico de sus ideas y creencias y en el caso de la Tercera sinfonía, denominada De Pascua, se trata según escribe su autor de una "ofrenda al personaje que hace 2.000 años cambió la historia de la humanidad: a Jesús, víctima pascual".

La obra, que se desarrolla continuamente y sin subdivisión de tiempos real y aparente, comienza con una larga cita de Christus factus est, de Vicente Goicoechea, espléndidamente trasladada a la orquesta y de la que García Román extraerá luego más consecuencias de orden estético, ideológico, tensivo, de variaciones sobre un material dado. Tras la polifonía renaciente en Goicoechea, la inquieta heterofonía instrumental de García Román nos conduce, por una parte, a ciertas expresiones subyacentes y presentes en el barroco granadino; por Otra, a un expresionismo de viejo cuño hispánico, entre humanista e imaginero. Total: una verdadera acumulación de potencias que Manuel Galduf supo transmitir con gran talento. No en vano, se trata de una de nuestras primeras batutas aunque, a mi juicio, no se le hace la debida justicia.

Prodigios de María Bayo

La otra parte del concierto fue para Rossini, del que volvimos a escuchar el Stabat Mater en una versión que superó todas las oídas esta temporada. Fue, para mí, la mejor orientada, la más expresiva y equilibrada y tuvo en la cabecera del cuarteto solista a la soprano María Bayo, que hizo prodigios. Su voz, de tan acusado mordente, corre y llena de luminosidad el viejo templo de Los Paules; su estilo rossiniano continúa la gran tradición hispánica de los García, la Colbrand, la Pachini, la Supervia, la Barrientos, Victoria de los Angeles o Teresa Berganza. Coloca, pues, a la cantante navarra en un lugar cuya excepcionalidad se define día a día. Del resto del cuarteto hay que destacar sobre todo al bajo Dean Peterson, en el que se iguala la calidad de la materia y la belleza del estilo. Salió muy airoso en su histórico agudo el tenor Hartefield y mostró belleza y densidad vocal, la mezzo Anne Mason. Muchos elogios y aplausos se ganó el coro que colaboró con la orquesta valenciana y que dirige Francisco Perales. En suma, una espléndida inauguración de gran tono europeo.