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Se edita en España `La tierra caliente', relato sobre el matricidio y el destino de los viajeros

Andrés Fernández Rubio

No vive el autor de El cielo protector en una villa con cipreses de la ciudad internacional que fue Tánger, sino en un pequeño apartamento desconchado de un edificio gris. Allí recibió ayer a un grupo de periodistas españoles, se expresó en un castellano rítmico y preciso, bromeó a cada paso de forma extremadamente sutil y evitó las preguntas que comenzaban con "¿por qué?".Sobre la mesa y en las estanterías del salón se extienden un libro con las poesías de Lorca, una colección de entrevistas a Roland Barthes o los discos compactos de Pierre Boulez dirigiendo la música de Webern. Alta cultura.

Destino negro

La tierra caliente, en traducción de Rodrigo Rey Rosa, quiso publicarla Bowles con seudónimo "porque no se parece a las otras". A1 escritor, que no cree en géneros sino en obras buenas o malas, no le molesta que se diga que su novela es negra, pero sólo porque el destino es extraño y negro. "Las madres no son femeninas", dice. "La madre es la jaula de donde el joven quiere escapar. En mi caso, mi padre fue mucho peor; la madre sí era tierna y agradable en todo, pero quería escaparme de todas maneras. Yo creo que todos los jóvenes piden eso. La palabra familia es venenosa, creo yo". Y añade con una sombra de ironía: "El héroe es malo no porque mate a su madre, sino por querer el dinero, porque quiere lo que ella tenía".El matricida, en su inconsciente, todavía tiene miedo de ella después de matarla. Bowles no considera que todos los personajes de la obra sean infelices; más bien le parece que su emoción principal es el miedo, "que es el que hace dar la vuelta al mundo, la emoción más potente, más que el amor".

"El amor", continúa Bowles, "no mueve el mundo, reproduce la especie. No es tan importante como el miedo, que

viene primero, el miedo de dejar de vivir, pues se comprende que cualquiera quiere seguir viviendo, y todo lo que está fuera te amenaza, porque si no tienes miedo dejas de respirar".

Hay una forma de perder el miedo: morir. Para Bowles la burguesía tiene dinero, confort, pero el mismo miedo a morir. "Nada protege al hombre de la muerte. Nada. Hay gente que cree en la inmortalidad; parece que esa gente tiene menos miedo, pero, ¿por qué? Deberían tener el mismo porque nadie ha comprobado, y nadie lo va a comprobar, que exista la inmortalidad".

La nostalgia de Bowles es ahora el tiempo en que el mundo exterior no constituía una amenaza sino una sorpresa, la niñez. "Me gustaría ser un niño otra vez, porque el aire huele mejor. Ahora que tengo 81 años hay menos posibilidad de gozar de la vida. Un niño está libre, sale, ve el sol, las flores, puede respirar plenamente. Un hombre de mi edad sale y está consciente de varios pequeños dolores. No es interesante. El niño tiene la impresión de que el mundo es maravilloso, no tiene miedo, es inocente. Tal vez tengo la nostalgia de esa inocencia, y eso que no creo que la vida de un niño sea el paraíso; sufren mucho, más que un adulto; sufren, sienten y gozan todo mucho más".

La tierra caliente es su última novela, pero no sabe decir las causas de haber escrito ninguna otra desde 1966. "Puede que porque no se me ocurrió o no se me presentó ningún nuevo argumento, puede que por la vejez o la flojera, quién sabe; porque cuando uno dice ¿por qué? no puedo contestar. Para contestar a una pregunta que empieza con ¿por qué? hay que estar consciente, y como yo no lo estoy no lo puedo decir, por

que cuando no estoy escribiendo no estoy pensando".

En el capítulo de reproches, comenta que Miquel Barceló nunca le ha escrito desde entonces, desde que le escribí¿> un texto para unos dibujos por mediación de un editor que, cuenta Bowles, resultó ser traficante de heroína y desapareció. También critica a una biógrafa de su mujer, Jane Bowles, por no retratar a la Jane de antes de la enfermedad que le causó la muerte, divertida y cuya principal cualidad era su humor, sino a una mujer que ya no era ella durante la "horrible" dolencia que duró 16 años.

"Ni cuando esté muriéndome voy a decir que hubo una época en la que me sentía maduro", termina diciendo Bowles, "porque uno siempre está cambiando y nunca llega a nada. Llegar a algo tampoco es necesario. Morir sí, todo lo inevitable es necesario".

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