La espera en el pozo
"Este éxito da hasta miedo. Lo que más tememos ahora para todos es el posible sentimiento de frustración del día después". Con estas palabras Luciano Leiguarda reflejaba ayer a 300 metros de profundidad en el pozo Calderón, cuando se cumplían 50 días de encierro, la inquietud de los ocho protagonistas de la otra vertiente de la lucha. "Jamás dudamos que llegaran a Madrid. Nuestro sitio es éste, el de ellos, aquél. Estamos orgullosos", señala José Manuel Bruzos.La humedad día y noche y la soledad de estos corredores de fondo se deja notar en la expresión de sus caras. Durante 50 días se han sustraído al más mínimo gesto de cariño de los familiares más queridos, el único calor humano el de decenas de cartas, telegramas y dibujos que llegan a diario en una caja de cartón y la comunicación con la esposa con el telefonillo del pozo. Manuel Lastra y Adolfo Bernardo han cumplido años durante su encierro.
"No estoy seguro de que haya cambiado lo suficiente el talante de la empresa. Creo que demostramos una firmeza en planteamientos que debe hacer reflexionar a la dirección de MSP". Guillermo Murias, de 32 años, responsable local de Comisiones Obreras, responde así a la posibilidad de abandonar hoy el encierro. "Decir que salimos. ya seria engañarnos. Antes tenemos que hablar con el comité de huelga y saber si se ha llegado a alguna conclusión de verdad", remata José Luis Lago, de USO.
Todos tienen palabras críticas para el ministro Aranzadi: "Lo que ha dicho nos ha caído fatal. El mayor acreedor de la empresa es el Estado y no puede obviar una serie de cuestiones que afectan a la población. Es un irresponsable", dice Leiguarda, dirigente de la UGT de Laciana.
Los carteles de mujeres esculturales se entremezclan en varios tablones a modo de biombo con las misivas de compañeros en la marcha: "Me vi obligado a abandonar en Villalpando. Perdonad y si podéis, seguid resistiendo. Alegraos, España está con nosotros", escribía Antonio Texeira. Las jóvenes Susana y Laura Prieto prefieren la poesía: "... y ellos pensaron que sise unían podrían ver a lo lejos y así tener un horizonte más claro".
"El apoyo de todos nos ayuda a estar aquí dentro", dice Bruzos. No han faltado los momentos en los que los encerrados han perdido la noción del tiempo. "A veces me parece que hemos nacido aquí", asegura Alfredo García, de 34 años. "Lo peor son las fiestas... El 19 de marzo se bajaron cinco tartas y numerosos ramos de flores.
Seis horas al día los encerrados deben utilizar cascos para paliar el ruido de las bombas de desagüe.
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