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Madrid esta asentada sobre un inmenso embalse subterraneo que no se utiliza

La región de Madrid tiene en sus entrañas un tesoro escondido: un volumen de agua 20 veces superior al que son capaces de almacenar los 12 embalses del Canal de Isabel II. La compañía ha dado la espalda desde siempre a este recurso, que evitaría las restricciones de agua en momentos de sequía como el que vive ahora la región, según afirma el catedrático de Hidrogeología Ramón Manuel Llamas Madurga, pese a que es mucho más barato hacer pozos que construir embalses.

Roque Gistau, director gerente del Canal, aseguraba hace unos días que Madrid padece una de las peores sequías que se recuerdan. Pese a que queda agua en los embalses para seis o siete meses, "hay que racionarla, porque no se sabe cómo vendrá el año que viene", señalaba. Los modelos de simulación que utiliza el" Canal aconsejaron la última medida de emergencia: utilizar aguas subterráneas. El catedrático de Hidrogeología, que ha dedicado más de veinte años de su carrera a clamar por la utilización de las aguas subterráneas de Madrid, se muestra muy escéptico ante la efectividad de la medida prevista, que juzga insuficiente: la escasez de pozos perforados impide la extracción continuada de agua. "Dudo que se puedan llegar a extraer 60 millones de metros cúbicos al año con las actuales instalaciones, una cantidad que Madrid consume en cinco o seis semanas".

Cinco años

El inmenso embalse subterráneo de Madrid, de 6.000 kilómetros cuadrados y con una profundidad que llega a los tres kilómetros en algunos puntos, abastecería de agua a Madrid durante una sequía de cinco años. Llamas asegura que se trata de "un paradigma de potencial utilización conjunta con las aguas superficiales". Esto se debe a su baja permeabilidad y a que se abastece principalmente por la infiltración de las aguas de lluvia. Se calcula una recarga de hasta 400 hectómetros cúbicos al año, suficiente para abastecer a una población de dos millones de habitantes.Los volúmenes de agua dulce almacenados y explotables varían entre los 10 y los 100 kilómetros cúbicos, según sostiene Llamas en un estudio sobre el acuífero encargado por el Canal de Isabel 11 en 1986. "Fue el único momento en la historia del Canal en que hubo interés por la explotación del acuífero". Entonces se adquirieron los pozos de dos compañías privadas, Aguas Subterráneas y Aguas y Suelo, además de los de Móstoles, Fuenlabrada y Parla, que hasta principios de los ochenta abastecían a los tres municipios. "Desde entonces, como las lluvias fueron regulares, en el Canal se olvidaron de estas perforaciones", afirma el catedrático.

El departamento de aguas subterráneas del Canal de Isabel II se ocupa principalmente del mantenimiento de estos pozos. Actualmente va a construir siete más, insuficientes para Llamas: Son necesarios unos 200 pozos para conseguir un caudal de unos 5,5 metros cúbicos por segundo". Gistau pone una dificultad para las nuevas perforaciones: "Hay que perforar en lugares próximos a as canalizaciones y depósitos que tiene el Canal, de otro modo habría que construir una nueva red".

Sin embargo, Llamas asegura que el principal motivo de que no se invierta para explotar el acuífero es el "bloqueo psicológico" hacia este embalse subterráneo. "En 1971 yo hice un informe del Ministerio de Obras Públicas en el que señalaba que no podría hacerse un estudio adecuado del acuífero mientras el Canal no dispusiese de un equipo de ingenieros y geólogos que lo investigase. Ahora, 21 años después, la situación es la misma, salvo que hace dos meses contrataron a una geóloga experta en el diseño y construcción de pozos".

Llamas tiene otra tesis que explica el desuso de los acuíferos, y no sólo en Madrid: la hidroesquizofrenia. La Comunidad de Madrid explota sólo las aguas su perficiales y se olvida de las que están ocultas. El catedrático arguye que la perforación e instalación de pozos sale mucho más barata que la construcción de presas o hacer trasvases. En el citado estudio que encargó el Canal en 1986 calculaba un coste final de entre 15.000 y 30.000 pesetas por metro lineal de pozos con 300 o 400 metros de profundidad.

Roque Gistau esgrime la posibilidad de que las zonas húmedas y campiñas de la región sufran una desecación como ha sucedido en Daimiel y en Doñana. En esta diatriba científica, Llamas carga las tintas: "Me he pasado la vida hablando fuera de España de estos dos casos. Hay estudios del impacto ecológico de la explotación del acuífero de Madrid, casi único en el mundo, que señalan que el daño sería mínimo para la vegetación".

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