Gran éxito de Teresa Berganza con 'Carmen' en Madrid
"A por ellos, se van a enterar", dijo la cantante antes de salir a escena
Con Carmen, las pasiones volvieron a la ópera: pasiones de la música, pasiones de la interpretación. Cantaba -cantó- Teresa Berganza, y con ello volvieron los acentos profundos del misterio, la sabiduría de un papel que Berganza ha convertido en mito. "A por ellos, se van a enterar", decía momentos antes de la representación tratando de conjurar la gran tensión acumulada que flotaba en el ambiente antes de una de las funciones de ópera más esperadas de los últimos tiempos. En la reventa se habían llegado a pagar en la tarde de ayer hasta 60.000 pesetas por una butaca, todo un récord para Madrid.
En la sala estaban muchas caras conocidas del arte, la política y la economía: Francisco Fernández Ordóñez, Txiki Benegas, Enrique Barón, los Duques de Alba, Alfonso Escámez, Germán Angoechea, Nuria Espert, Terenci Moix, Amusátegui, Isasi Isasmendi... Unos letreros indicando la prohibición de tomar fotos o hacer grabaciones en la sala, situados en la puerta del teatro, crearon un cierto desconcierto momentáneo en algunos espectadores conforme se estaban acercando al coliseo de la calle Jovellanos. ¿Habría cancelado la diva? Fue una breve falsa alarma, pero da idea del clima previo existente.El éxito no se limitó a Teresa Berganza. Alcanzó también de una forma rotunda al tenor argentino Luis Lima y la soprano navarra María Bayo, cantantes comunicativos y apasionados. Lima dio una versión cálida y humanista del personaje de don José. En cuanto a María Bayo -que se llevó las mejores ovaciones de la noche- es curioso destacar su capacidad comunicativa. Le gritan "bravo, María" después de sus arias, no "bravo" como a los demás artistas: tal es, sociológicamente, la afectividad con que se la recibe.
Teresa Berganza cantó con maestría la Habanera y la Seguidilla del primer acto, se enfrió algo en el segundo y culminó los dos últimos con asombrosa ejemplaridad. También Ros Marbá, director de orquesta, obtuvo rotundas ovaciones en su comparecencia tras el intermedio.
Lo más polémico, al menos a nivel de comentarios, fue la puesta en escena. Hay quien afirmaba con sorna que la culpa la tenía Corcuera. Lo cierto es que ayer se inauguraba la discutida ley del conocido ministro y el escenario apareció lleno de guardias civiles. Pier Luigi Pizzi había trasladado la acción de 1820, como está escrito en el libreto, a la época franquista. Un viejo militante comunista me decía que era la primera vez que había aplaudido a un guardia civil en su vida, aunque fuese en escena. En cualquier caso, con ley Corcuera o sin ella, Carmen es incontrolable.
Otro aspecto discutido de la dirección escénica fue la estética de ballet aflamencado y bailarines a lo tío Pepe, que para algunos espectadores distanciaba de la esencia de la obra haciéndola próxima a la españolada. Carmen es, en efecto, una ópera más de manzanilla, con sus aromas salvajes, que de tío Pepe. Son, efectivamente, opiniones, pero ¿qué producción de Carmen no levanta división de criterios?
Lo cierto es que hubo éxito y del grande como se manifestó en los 10 minutos de aplausos finales, especialmente intensos para Teresa Berganza, María Bayo y Luis Lima y con alguna protesta para Justino Díaz y Pier Luigi Lizzi.
Teresa Berganza ha cantado por fin Carmen en Madrid. Ayer fue un día de gloria para la lírica española.
Babelia
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