Una Constitución para la nueva Alemania
La presencia militar fuera de la OTAN y el derecho de asilo, grandes escollos
Una comisión especial, formada a partes iguales por 64 miembros de las dos cámaras legislativas, debe redactar antes de un año la Constitución de la nueva Alemania y poner así fin a la provisionalidad de la ley fundamental de 1949, ahora que el país se ha unificado. Levantar las trabas que existen para la presencia militar germana fuera de la Alianza Atlántica y reducir la generosidad actual del derecho de asilo son los dos principales deseos de los democristianos del canciller Helmut Kohl, mayoritarios en el Gobierno.
Sus socios liberales les apoyan tan sólo en lo primero, y la oposición socialdemócrata se opone en ambos casos. Pero para cualquier cambio es necesaria una mayoría de dos tercios en el Bundestag (Parlamento).Para los partidos de la coalición gobernante en Bonn, la actual Ley Fundamental es "una de Las mejores del mundo", por lo que tan sólo son necesarios "algunos retoques". La oposición socialdemócrata y la izquierda procedente de la antigua República Democrática Alemana, sin embargo, desean aprovechar la ocasión para redactar un nuevo texto y someterlo a referéndum. En la parte occidental del país, un 59% de la población está de acuerdo con la teoría del simple retoque, mientras que, al este del Elba, un 58% desearía una reforma en profundidad.
Pero, abierta la caja de Pandora y teniendo en cuenta la absoluta necesidad de pactar la reforma constitucional entre todos los partidos, el debate que se avecina promete abarcar multitud de aspectos de la sociedad alemana. Hay quienes proponen retirar del actual preámbulo que "el pueblo alemán es consciente ante Dios de su responsabilidad", mientras otros quieren incluir la protección del derecho a la vida del embrión.
Hasta el momento, sólo tres enmiendas parecen contar con el consenso de todos los partidos: la inclusión de la conservación del medio ambiente como uno de los fines a perseguir por el Estado, la ampliación de la legislatura de cuatro a cinco años, y el derecho a la autodisolución del Bundestag.
El primer punto está fuera de toda discusión. La conciencia ecológica en Alemania ya es un patrimonio de todos los pártidos, y la legislación a este respecto es una de las más desarrolladas del mundo. Otro tanto sucede con la ampliación del periodo legislativo. Son ya varios los länder (Estados federales) que en los últimos años han adoptado este criterio.
Sin embargo, la posibilidad de que el Bundestag pueda autodisolverse sí que representa una novedad para la Alemania de la posguerra. Incluso parece chocar con las intenciones originales de los padres de la patria, que decidieron en 1949 que el Parlamento no podía autodisolverse ni, en general, ser disuelto hasta llegar al final normal del periodo legislativá.
Se trata del corolario lógico del procedimiento del voto de no confianza constructivo, que exige que cualquier intento de derribar al Gobierno sólo prospere cuando haya otra mayoría en la Cámara. Sucedió por ejemplo en 1982, cuando el cambio de alianzá de los liberales llevó al poder al canciller Kohl. Esta preocupación responde al recuerdo de la inestabilidad de la república de Weimar, durante la cual ni una sola de las legislaturas consumió su periodo.
Derechos sociales
La izquierda desea introducir en la Constitución el derecho al trabajo, el derecho a la vivienda y una mención específica sobre la igualdad de la mujer. Se trata de iniciativas provenientes de la revolución pacífica que acabó con el régimen comunista alemán y recogidas en gran parte por la socialdemocracia. Eran derechos consagrados en el texto fundamental de la RDA y que además, gracias al sistema de economía dirigida, constituían uno de los pocos beneficios que la gerontocracia de Berlín Oriental consiguió hacer efectivos.Bonn, sin embargo, no quiere ni oír hablar de ello. La economía social de mercado, marca registrada de la dernocraciacristiana alemana, no puede comprometerse a garantizar el trabajo para todos, ni la vivienda, ni abrir la posibilidad de que las mujeres lucharan al más alto nivel, protegidas por la Constitución, por la igualdad total, especialmente en el capítulo salarial.
El Gobierno de Bonn califica estas reivindicaciones de utópicas, al igual que otra iniciativa de la izquierda, la de introducir la posibilidad de recurrir a referendos para decidir sobre iniciativas populares. Es el mismo mecanismo que existe en Italia y en Estados Unidos.
Los dos puntos claves del debate son, sin embargo, el de la presencia militar fuera del ámbito de la Alianza Atlántica y el del derecho de asilo, y ambos deben su actual reglamentación al tenebroso pasado del país. El generoso derecho de asilo, que ha convertido a Alemania en el punto de destino de centenares de miles de emigrantes del Tercer Mundo, es una respuesta a las teorías racistas del III Reich. Los democristianos llevan ya un buen tiempo haciendo campaña para restringir este derecho. Pero ni siquiera sus socios liberales les siguen por este camino.
Por otra parte, Kohl, que aún no ha digerido del todo las críticas que le llovieron por su pasividad durante la guerra del Golfo, quiere que la Constitución autorice explícitamente al Ejército alemán a tomar parte en operaciones fuera del área de la OTAN.
La pretensión de que Alemania pueda jugar un papel político y militar en consonancia con su poder económico topa, sin embargo, con un profundo sentimiento pacifista en el país y con la decidida oposición de la socialdemocracia, que, todo lo más, acepta la posibilidad de que soldados alemanes tomen parte en misiones de pacificación bajo el mando de las Naciones Unidas, los llamados cascos azules.
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