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Adiós al amigo con la cámara

El contestador automático no es tal. Es una máquina que revela el alma o por lo menos el carácter. El autor de la respuesta que se repite pero que no es nunca automática, se encuentra enfrentado con el micrófono oculto, con la necesidad de decir algo y ser breve. Mediante el contestador, tiene que componer su libreto y ser un autor que se dobla (o se desdobla) en actor. Algunas respuestas son de veras ingeniosas y hasta divertidas. John Kobal, por ejemplo, que fue actor, cambiaba a menudo su respuesta, siempre con música de fondo, para informarnos, casi en secreto, dónde estaba y qué hacía y cuándo regresaría. Paquito D'Rivera, que es músico, toca el clarinete y responde a dúo con su mujer, Brenda, que es cantante, al son de su último disco, Tico Tico. Néstor Almendros era diferente. Nunca cambiaba. Es decir, era el mismo. O él mismo. Su respuesta era siempre igual: un poco seca (como su padre castellano), un poco catalana (como su madre), y, en inglés, tenía un leve acent o cubano. Era además directo, informativo y deferente, y separaba cada palabra para que no hubiera duda de lo que decía. Si todo mensaje puede ser terrible, ahora lo duro es que no habrá otro mensaje de Néstor, doble. como cuando se eqcondíatras su máquina, y decir, al reconocer a un amigo, "ah, eres tú".No habrá más, es triste, un amigo de casi medio siglo.

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Encuadre con filólogo

Néstor llegó a La Habana en 1948 para reunirse con su padre, educador y exiliado español, a quien no veía desde su fuga en 1938. Néstor tenía entonces 17 años. Lo conocí en el curso de verano sobre cine que tenía la Universidad de La Habana, ese año. El cine nos reunió, el cine nos unió. Creo, estoy seguro, que Néstor es el más viejo de mis amigos. Dolorosamente, donde dije es ahora tengo que decir era. Pero, por Néstor, conocí amigos que eran amigos del cine y otros que demostraron ser más ardigos del poder que del cine. O amigos del poder por el cine.

Una revelación

Para Néstor, como para mí, La Habana fue una revelación. Pero si yo venía de un pobre pueblo, Néstor venía de Barcelona y su sorpresa fue siempre un asombro mayor. Lo asombraron la multi tud de cines (y una sorpresa que nunca fue mía: todas las películas estaban en versión original); lo asombraron los muchos periódicos, las revistas profusas y en tre ellas las dedicadas especial mente al cine. Lo asombró cuánta gente rubia había en La Habana. "Por culpa de ustedes", le dije. "¿No has visto cuánto apellido catalán hay en Cuba?". Incluso un presidente se llamó Barnet; otro, Bru. Le alegró que el primer mártir de la independencia de Cuba en el siglo XIX fuera catalán. Néstor, que tenía un padre castellano de pura cepa y que en Cuba se hizo cosmopolita, era catalán y en esa extraña lengua se comunicaba con su madre, la bondadosa María Cuyás, que le sobrevive, y con sus hermanos María Rosa y Sergio. Su luminoso apartamento de El Vedado era una casa catalana.

Siempre supimos que iba a hacer cine. Néstor escogió el arte más difícil, la fotografía. Joyce declaró una vez que él era original por decisión propia, aunque estaba menos dotado que nadie para tal tarea. Néstor se hizo fotógrafo por voluntad, por una veta férrea en su carácter que asombraba a quienes no lo conocían. Empezó con una cámara ordinaria llegó a ser un fotógrafo de primera. Pero cuando me hizo mis primeras fotografías, que estuvo dos horas fotografiando, al final de la sesión descubrió ¡que había dejado la tapa sobre la lente! Era, desde muchacho, sumamente distraído, y ya como fotógrafo profesional tenía asistentes para asegurarse de que no olvidaba nada. Solía tropezar con todos los objetos que estaban en su camino y aun con algunos que no lo estaban.

Discreción

Néstor, al descubrir La Habana se descubrió a sí mismo, y al declararse homosexual cambió su vida. Pero siempre fue la discreción misma: en el vestir, al hablar, y uno piensa que así debió de ser Kavafis. La Habana fue entonces su Alejandría. Pero, entre amigos, solía bromear de una manera que era asombrosamente cubana y a la vez muy suya. Néstor, tan serio, solía ser en la intimidad devastadoramente cómico con sus apodos para amigos y enemigos: a un conocido comisario cubano lo bautizó para siempre La Dalia.

Néstor se fue de Cuba cuando la dictadura de Batista y regresó al triunfo de Fidel Castro. Casualmente había conocido a Castro al fotografiarlo en la cárcel de su exilio mexicano. Pronto se desilusionó al descubrir que el fidelismo era el fascismo del pobre. Tenía, me dijo, su experiencia en la España de Franco. "Esto es lo mismo. Fidel es igual que Franco, sólo que más alto -y más joven-". Ambos habíamos fundado, junto con Germán Puig, la Cinemateca de Cuba, que naufragó en la política. Ambos fuimos fundadores del Instituto del Cine. Ambos descubrimos que era sólo un medio de propaganda manejado por estalinistas. Cuando la prohibición por el Instituto del Cine (ICAIC) de PM, un modesto ejercicio en free cinema que habían hecho mi hermano Saba y Orlando Jiménez, Néstor, que había devenido crítico de cine de la revista Bohemia, escribió un comentario elogioso. Fue echado de la revista en seguida. Esta expulsión fue su salvación. Poco después salió de Cuba por última vez.

Néstor se hizo un fotógrafo famoso en Europa. Ésta es una reducción de la realidad. Néstor pasó trabajo, necesidades y hasta hambre, como lo atestiguó su amigo Juan Goytisolo, en París. No fue el fotógrafo favorito de Truffaut y de Rohmer de la noche tropical a la mañana francesa. Lo vi a menudo entonces y supe que llegó a dormir en el suelo de un cochambroso cuarto de hotel que alquilaba un amigo. Néstor siempre fue indiferentea la comida, pero lo que tenía que comer en la Ciudad Universitaria no era nouvel cuisine precisamente. Para proseguir su vocación, llegó a rechazar una oferta de un lujoso colegio de señoritas americano (donde ya había enseñado en su segundo exilio), y persistió en su empeño en Francia, donde se sostenía haciendo documentales para la televisión escolar. Pasaron años antes de que lo invitaran a fotografíar un corto en una película de historietas., Fue así, con trabajo, a través de su trabajo, que se hizo el fotógrafo que fue.

Tengo que hablar, aunquesea brevemente, de su oficio, que era una profesión, que era un arte, que era una sabiduría. Néstor no era el escogido de Truffaut, de Rolimer, de Barbet Schroeder, de Jack Nicholson, de Terry Malick y, finalmente, de Robert Benton por su cara linda, que nunca tuvo, a pesar de su coquetería de lentillas y sombrero alón. ("Tengo", solía decir, "cara de besugo"). Todos esos directores, y otros que olvido, usaban a Néstor una y otra vez porque Néstor no sólo fotografiaba sus películas, sino que resolvía problemas de decorado, de maquillaje, de vestuario, con su considerable cultura, sino que reescribía los guiones, como hizo con la fracasada penúltima película de Benton. Trabajaba con el director antes y después de la filmación, enderezando entuertos, que eran muchas veces del director, y hasta resolvía problemas de actuación durante el rodaje. Y aun antes, mucho antes. Hace poco, un guionista americano laureado le pidió que leyera su guión sobre la vida y hazañas de Cortés. Néstor hizo sus comentarios siempre sabios. Incluso evitó al escritor una metida de pata hercúlea cuando descubrió Néstor que Cortés estudiaba en el cine su plan de campaña ¡sobre un mapamundi! Néstor, más cortés que Cortés, le indicó al guionista que era un anacronismo, como cuando Shákespeare en Julio César hace sonar 21 camonazos a la entrada de César en Roma. La comparación con Shakespeare no sólo era caritativa, sino halagadora. Así era Néstor Almendros.

Si Néstor tuvo una vida sexual discreta, tuvo una vida política abierta de ojos abiertos. Pocos extranjeros (aunque Néstor era un cubano honorario: la mayor parte de sus amigos y muchos de sus enemigos somos cubanos) han hecho tanto, pero ninguno más, por la causa de Cuba. Fue Néstor quien alertó al mundo, gráficamente, cómo era la caza de brujas sexuales en la Cuba castrista con su Conducta impropia, en la que se hablaba y casi se veía por sus protagonista los campos UMAP para homosexuales que Castró creó. Muchos podrían decir que le iba un interés en ello. Pero Néstor produjo otro documental, aún más revelador, en Nadie escuchaba, sobre los abusos contra los derechos humanos en la Cuba castrista. Fue este documental esencial para que se condenara al régimen de Castro en todas partes y sobre todo en las Naciones Unidas ahora. Como con Conducta impropia, Néstor había venido a estos proyectos por una visión que era una convicción: transmitía su horror antifascista, nacido en la España de Franco, pero eencontrado en la Cuba de Castro. Ahora mismo, ya herido de muerte, trabajaba Gunto con Orlando Jiménez, su colaborador de Conducta impropia) en un documental hecho de documentos sobre la vida, juicio y muerte del general Ochoa,. la más propicia víctima de Castro.

Modernidad clásica

Es dura la muerte de Néstor. Para mí, para sus amigos, para sus fanáticos, que juraban que era uno de los grandes fotógrafos de la historia del cine. Para mí, como espectador que cree que la fotografía es la única parte esencial de una película, sólo tiene, si acaso, un rival actual en Gordon Willis, el que fue fotógrafo favorito de Woody Allen y de Coppola. La ventaja de Néstor es su modernidad clásica, visible tanto en El niño salvaje como en La rodilla de Claire, o su aura romántica en Días de cielo (que le ganó el Oscar en 1979), o su elegancia art déco en Billy Bathgite, su última película, que contribuyó tanto a su muerte.

Por una constancia que no abolirá el azar, llamé a Néstor por última vez hace dos domingos. Sabía, como todos sus amigos, que Néstor había desaparecido; supe que esa desaparición fue en un hospital en busca de un tratamiento desesperado. Aunque Néstor no había dicho a nadie cuál era su enfermedad, muchos sospechábamos que era la enfermedad. Oí su discreto mensaje grabado otra vez, pero cuando me disponía a dejar mi mensaje, Salió el propio Néstor diciendo: "¡Ah, eres tú!". Aunque Néstor estaba casi sin voz y su mismo mensaje parecía venir del más allá, me contó, sin motivo, el día de su llegada a La Habana en 1948, cómo fue retenido en cuarentena en el barco y cómo vino su padre a rescatarlo con un amigo que era amigo de un inspector de inmigración. "En Cuba", recordó Néstor, "siempre había un amigo que conocía a otro amigo que venía a salvarte". Después nos despedimos, esta vez para siempre. Al otro día, lunes, Néstor entraría en coma para no salir más.

Una vez Billy Wilder encontró a William Wyler en el entierro de Ernst Lubitsch. "¡Qué pena!", dijo Wyler. "No más Lubistch". Le respondió Wilder: "La pena es que no habrá más películas de Lubitsch". ¡Qué pena que no haya más películas de Néstor Almendros! ¡Qué pena mayor que no haya más Néstor Almendros!

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