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PRIVATIZACIÓN EN EUROPA DEL ESTE

Los bálticos, a la caza de documentos de propiedad

Los antiguos dueños de tierra, casas y fábricas reclaman los bienes confiscados por la URSS

Desovietizar una sociedad en la que todavía circula el rublo. Éste es el gran reto de las reformas económicas emprendidas por las repúblicas bálticas de Estonia, Letonia y Lituania, cuya lentitud está dando quebraderos de cabeza a sus dirigentes y haciendo cundir el malestar entre una población que ve día a día caer en picado su nivel de vida. Vilna Riga y Tallin, además, se están quedando sin dinero ruso. Como otras cosas, ya no llega de Moscú. Y la hard currency (divisa extranjera fuerte) es difícil de obtener.A pesar de todo persiste el optimismo que llevó a los bálticos su reciente independencia, sobre todo cuando toman como punto de referencia la situación en Rusia, en donde afirman que las cosas están incluso peor. El pequeño comercio está despegando, y es frecuente oír la frase "hemos tenido más suerte que otros".

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Ni rublos ni petróleo

La puesta en marcha de los instrumentos de las reformas ,-privatización, aplicación de las leyes de mercado, liberalización de precios y emisión de moneda nacional- es dificultada por la grave crisis económica No obstante, este mismo año, las tres repúblicas tendrán su propia moneda, y lo más probable es que la impriman en Alemania -el marco domina la situación en la región, por delante del dólar- Los precios se han disparado, y comprar hoy unos zapatos cuesta la mitad del salario medio mensual (unos 1.000 rublos).

La privatización empezó en Lituanla en abril del año pasado con el reparto de bonos a los ciudadanos por valor de 10.000 rublos (10.000 pesetas al cambio actual) para adquirir la propiedad del Estado, que representa el 97% de la riqueza nacional. Algunos invirtieron el dinero en comprar tiendas en Kaunas y Vilna, la capital, aunque la mayoría se lo reservó para adquirir su propia vivienda. Este mismo mes estaba previsto ampliar la privatización.

Borrón y cuenta nueva

'Las otras dos repúblicas han seguido un curso similar, pero lo que ha hecho cundir la alarma social es la decisión de hacer borrón y cuenta nueva. Es decir, retrotraer la situación, desde el punto de vista de la propiedad, al periodo anterior a la ocupación soviética en 1940, como si los últimos 50 años no hubiesen existido.

Las tres repúblicas han introducido legislación por la cual los exiliados, deportados.y sus descendientes pueden reclamar las propiedades confiscadas por el régimen soviético (tierras, casas, pisos, fábricas, granjas, etcétera). Esto ha desatado lafiebre del oro. Todo el mundo está a la caza de documentos que de muestren la legitimidad de antiguo propietario.Unos tienen más suerte que otros. Las dos guerras mundiales destruyeron registros y archivos, y es difícil rastrear documentos a menos que hayan sido conservados por la familia. El registro de Tallin, la capital estonia, está muy concurrido estos días.Sin embargo, la ausencia de papeles probatorios ha sido prevista por la ley, admitiendo testigos como prueba de propiedad. Es decir, personas que sepan que tal o cual finca perteneció a un propietario determinado. Pero esos posibles testigos son hoy ancianos, y se plantea la duda de su memoria histórica.

El conflicto se plantea con los poseedores actuales de la propiedad estatal, ya sean campesinos o inquilinos de pisos que accedieron a ellos de buena fe en los 50 años de ocupación soviética. Cientos de miles de personas accedieron a la propiedad estatal sin pensar siquiera que existiera un dueño distinto del Estado a quien un día tuvieran que rendir cuentas. La ley permite a los propietarios que demuestren que lo son cobrar las rentas, pero no desahuciar a quienes están usando, por ejemplo, un piso hasta tanto encuentre un alojamiento alternativo. La legislación limita asimismo la cantidad de tierra que se puede reclamar. El nuevo dueño debe cultivarla o financiar su cultivo. Si no lo hace, puede ser redistribuida.

Objetos valiosos

Estonia no sólo circunscribe las reclamaciones a tierras o casas. Allí se pueden reclamar valores, maquinarias y objetos valiosos confiscados por los soviéticos (joyas y obras de arte). Letonia y Lituania no contemplan esto por su dificultad probatoria.

En cualquiera de las tres repúblicas no es difícil encontrarse hoy con algún ciudadano norteamericano o canadiense -son los más abundantes- establecidos en Vilna, Riga o Tallin para ayudar a las nuevas repúblicas", seguir la pista de las antiguas propiedades familiares y recuperarlas.

Una ciudadana norteamericana, que trabaja para el Ministerio de Exteriores letón, comentaba entusiasmada: "Mi abuelo tenía una finca muy importante cerca de Riga. La he visitado para conocer su estado. Con una pequeña inversión se puede hacer negocio". Y lo va a hacer. Procede de California.

La desovietización de la propiedad producirá un gasto considerable al Estado. Sólo en la república de Lituanla se calcula que el 51% de los trabajadores tendrá que ser indemnizado, es decir, unas 800.000 personas, lo que supondrá miles de millones de pesetas.

La recuperación de la propiedad no sólo se limita al ciudadano expollado por los ocupantes soviéticos. El propio Estado estará legitimado para hacer lo mismo con respecto a la URSS. Las tres repúblicas no han querido iniciar su independencia como algo nuevo, sino como una continuidad histórica interrumpida temporalmente por la ocupación soviética. Las tres han restablecido sus respectivas constituciones de antes de 1940, aunque partiendo de ellas han elaborado nuevos textos constitucionales.

Éste, precisamente, será su argumento para reclamar capitales sacados de las repúblicas por la URSS o congelados en los bancos extranjeros durante la ocupación. Pero surge la duda de a quién van a reclamar, aunque se supone que a Rusia como heredera de los derechos y obligaciones de la ex URSS.

Los 'vicios soviéticos'

La mentalidad soviética (o vicios soviéticos) es uno de los obstáculos con que se enfrentan la reforma económica y la privatización en las repúblicas bálticas. La desovietización es un reto. El cambio psicológico y sociológico hacia el libre mercado, con la exigencia de competitividad, eficacia y responsabilidad individuales, tanto para el pequeño empresario como para el trabajador, va a ser muy duro. Estonia y Letonia tienen un problema adicional: las minorías rusas. En Letonia, el 33,8% de la población (2,7 millones) es rusa, y en Riga, la capital, esta minoría comprende el 70%. En Estonia (1,6 millones de habitantes), los rusos representan el 30,3% de la población. Tatiana Zhdanok, diputada letona, afirma que el tránsito a la economía de mercado debe ir unido al reconocimiento de la cludadania estonia a los rusos. "No se puede construir un sistema de mercado libre en una sociedad en la que la mitad de los ciudadanos son considerados extranjeros".

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