Un océano proceloso
Las colecciones del IVAMInstituto Valenciano de Arte Moderno. Guillén de Castro, 118. Valencia. Hasta el 5 de abril.
En medio de esa atmósfera tensa y vagamente melancólica que estos días viene extendiéndose por el mundo del arte en España, atenazado por malos augurios y peores augures, la presentación de las colecciones adquiridas por el IVAM en los últimos seis años parece ofrecer el contraste de una propuesta arriesgada y abiertamente optimista.
De hecho, desde la época de Tomás Llorens, los fondos del IVAM se han venido articulando en torno a unos cuantos compromisos fundacionales y un puñado de evidencias insoslayables. Entre estas últimas, la obviedad de unos límites presupuestarlos (la inversión de la Administración autónoma ha ascendido a 2.344 millones de pesetas para 2.837 obras), que en el mercado del arte siempre acaban por quedarse con la última palabra. Entre los compromisos, la voluntad declarada de "obtener el máximo provecho teóricos" no sólo de aquellas obras históricamente consagradas a las que se haya podido acceder, sino también de aquello que en el arte ha quedado "marginado, desatendido o insuficientemente valorado", como esos aspectos presuntamente menores que constituyen las obras sobre papel, la obra gráfica o la fotografía. Parece una idea inspirada en Walter Benjamín, en la que podría haberse basado la extensa colección fotográfica de la que se ha dotado el IVAM, con casi 700 obras, desde los pioneros hasta nuestros días.
La adquisición del corpus legado por Julio González, con la que se inció la colección, supuso la definición de uno de sus núcleos fundamentales: el que gira alrededor de la vanguardia europea de los años treinta. Al viejo y modesto colaborador de Picasso le acompañan hoy piezas significtivas de nombres tan incuestionables como Arp, Calder, Errist, Gabo, Klee, Moholy-Nagy, Lissitsky, Schwítters, Torres-García, Vantongerloo, Grosz, Heartfield, entre otros protagonistas de aquella época turbulenta y todavía soñadora.
Más tarde, definitivamente perdida la inocencia tras el fascismo, el arte se inclinó hacia la forma, en general crispada. En este punto hay que reconocer que la representación del expresionismo abstracto americano adquiere en el IVAM un carácter más bien simbólico, en parte por razones financieras bastante obvias, y parece incluirse sólo a título de contrapunto de las orientaciones infornialistas europeas. Hofinann, Kline, Gottlieb, Lee Krasner o Reindhart aparecen con diversa fortuna frente a Soulages, Jorn, Fontana o Michaux, en un contexto en el que, por otro lado, quedan fácilmente encuadrados Millares, Saura, Tápies y Chillida.
El otro gran compromiso fundacional era la derivación vernácula, la mirada doméstica que nadie en Valencia ha soñado poder soslayar. La cosa comienza con Ignacio Pinazo, un pintor inmerecidamente relegado por la fama del inmortal Sorolla. Especie de tardorromántico intuitivo y benevolente, Pinazo ha venido a señalar el límite inicial desde el que reconstruir la recepción de la modernidad en Valencia. Sólo los fotomontajes de Renau en los años treinta tienden un frágil puente que conduce hasta eldespertar neovanguardista de los cincuenta: aquí se inscribe el tributo al Grupo Parpalló, heterogéneo colectivo del que tal vez haya quedado poca cosa importante, salvo las contribuciones y trayectorias personales de Soria, Sempere o Alfaro, aparte de algún que otro espíritu errático.
El arte pop
La representación de arte pop, y sus sinuosas derivaciones incluye obras relativamente menores de Olderiburg, junto con otras de Rosenquist, Richard Hamilton, óyvind Fahlström o Martial Faysse, y se completa con piezas de Richter y Polke (entre ellas, su Látigo y su hermosa casa de madera y patatas). En esta línea, aunque en otra dirección, se presenta también un conjunto de artistas agrupados bajo el epígrafe de asalto al realismo: Lindner, Arroyo, Adami, así como el Equipo Crónica -o el ya solitario Valdés-, el Equipo Realidad y el grupo Estampa Popular, orientaciones frente a las que se despliegan las tendencias posconstructivas: Alfaro, Sernpere, Equipo 57, Palazuelo, Yturralde.
Por último, el aspecto más complejo puede quizá residir en la sección de contemporáneos, un océano proceloso donde todavía se libran batallas y donde todo se hace demasiado opinable. A este respecto se diría que la opción ha sido básicamente ecléctica, o sencillamente inteligente. Entre los españoles, Gordillo, Teixidor, Muntadas, Campano, Sicilia, Iglesias, Muñoz, Calvo, Cardells... Son nombres valiosos, aunque no todo el mundo estará de acuerdo con la selección. Y lo mismo vale para los extranjeros: entre lo espectacular y lo ilustrativo, según los casos, el IVAM se ha hecho con obras de Rainer, Zorío, Serra, Shapiro, Cragg, Baselitz, Nauman, Baldessari, Kierkeby, Tuttle, Gober, Sherman, Fulton, Otterness, McCollum, Boltansky, Fischli y Weiss... Seguramente no están todos los que son, pero sí son todos los que están.
Babelia
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