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Hezbolá recupera sus posiciones en Líbano tras la retirada israelí

JUAN CARLOS GUMUCIO Las tropas israelíes se replegaron ayer tras una feroz incursión punitiva contra las aldeas libanesas de Kafra y Yater, pero el Gobierno de Isaac Shamir se vio inmediatamente emplazado a cumplir con su promesa de volver a golpear si era necesario. Mientras en Israel se hablaba de éxito, uno de los 14 cohetes Katiusha disparados por guerrilleros shiíes libaneses de Hezbolá mató a una niña de cinco años en su casa del norte de Galilea. Una represalia israelí de envergadura parecía anoche cuestión de horas.

Fue el tono victorioso de las declaraciones israelíes y de la guerrilla libanesa lo que indicó que la batalla en el sur de Líbano no había terminado. Por el contrario, la muerte de la niña y el asesinato de una inmigrante judía apuñalada en Jerusalén pronosticaban una escalada de violencia en Oriente Próximo.

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¿Misión cumplida?

Los últimos acontecimientos parecían inyectar adrenalina en las venas de los exaltados guerrilleros que ayer regresaron a Kafra y Yater y presentaron el repliegue del Ejército israelí como un triunfo de las fuerzas islámicas.

Indiferentes al acoso de los helicópteros Cobra y al fuego de artillería que dio cobertura a la retirada israelí, centenares de milicianos shiíes regresaron a los dos pueblos.

Pasa a la página 3 Editorial en la página 8

El sur de Líbano espera la nueva represalia israelí

Viene de la primera páginaUno de los primeros vehículos que entró en Kafra, desfigurada por los combates, fue una camioneta repleta de banderas negras y ejemplares de la edición extra del periódico Al Ajed (La Promesa), que publica Hezbolá. En la primera plana figuraba la foto del jeque Abas Musawi, cuyo asesinato en una emboscada israelí el domingo pasado desencadenó la violencia que las Naciones Unidas y EE UU están tratando de contener, sin éxito hasta ahora. La imagen de Musawi estaba salpicada de tinta roja y enmarcada por 36 fotografías pequeñas de guerrilleros en acción. Debajo, una simple inscripción: "Las masas de la resistencia".

Un joven hezbolahi entregó copias a los soldados nepaleses de la fuerza de paz en el Líbano (FINUL) y pidió ser fotografiado con ellos. Ojerosos y hambrientos, los cascos azules estaban demasiado asustados para negarse a forzar una sonrisa ante las cámaras. "¡Victoria, victoria!", corearon dos guerrilleros, y se encaramaron a un poste de electricidad para colocar una bandera negra y otra amarilla con la efigie de Musawi. A menos de 300 metros, el cañón de un tanque israelí les apuntaba.

Escenas bastante menos eufóricas se registraron al otro lado del campo de batalla. A varios de los soldados que regresaron a Israel se les vio derramar lágrimas, según despachos de la agencia Reuter. Sus comandantes, sin embargo, describieron la operación como "un éxito". El jefe de ella, que se identificó soló como "comandante G", declaró a la agencia británica: "El objetivo de la operación fue el de matar a los terroristas y destruir sus bases. La operación ha sido un éxito completo. Lamento la muerte de dos soldados israelíes".

En Kafra, Hezbolá fue veloz en trazar un cuadro aún más triunfalista. Uno de los comandantes regionales de la Resistencia Islámica, un jeque delgado de aspecto austero y turbante blanco que sólo quiso dar su nombre de guerra de Abu Hisham, dijo a un grupo de periodistas: "Les hemos dado una lección. Hemos vencido. Si vuelven, se irán con muchos más muertos. Alá guía nuestra lucha por la liberación de nuestra tierra". Una nueva represalia israelí parecía andche muy probable. Abu Hisham, naturalmente, dijo que Hezbolá había sufrido una sola baja en 24 horas de combate.

Cambio de panorama

Los Katyushas disparados ayer sobre todo el que mató a ia niña de Galilea, pueden cambiar el panorama. Las autoridades militares israelíes han dejado claramente abierta la posibilidad de nuevas operaciones en caso de que se reprodujeran los ataques "Depende de si los guerrilleros han entendido o no", había dicho el comandante G. Las baterías israelíes entraron otra vez en acción. Fuentes de seguridad en Líbano dijeron que varias aldeas musulmanas, al otro lado de la franja de seguridad, estaban siendo bombardeadas. anoche. "Las ambulancias no pueden entrar en esas aldeas", dijo un portavoz de la Cruz Roja.

Igualmente precarias se tornaban las cosas en el plano político. Algunos sectores radicales de shiíes libaneses han comenzado a criticar lo que un líder religioso del vecino pueblo de Sidiquín describió como la "vergonzosa pasividad del Ejército libanés frente a la agresión sionista".

Consciente de las posibles consecuencias internas, el presidente Elias Haraui telefoneó anoche al presidente sirio, Hafez el Asad, pero no hubo informe oficial acerca de esa conversación. Líbano y Siria, que mantiene unos 40.000 soldados en este país, firmaron el año pasado un pacto de fraternidad y cooperación que incluye un acuerdo de defensa mutua.

Lo que con mayor preocupación se veía anoche en medios diplomáticos de Beirut era el impresionante desplazamiento de milicianos de varias organizaciones hacia zonas colindantes con la llamada zona de seguridad. Un portavoz de la ONU resumió la situación con una frase sucinta: "Estamos frente a una situación verdaderamente volátil".

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