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Cibeles llora a Atys en Madrid

El teatro de la Zarzuela estrena la ópera favorita de Luis XIV

Con casi un siglo de distancia, Luis XIV y Voltaire estuvieron de acuerdo en una cosa: su entusiasmo, por la ópera compuesta por Jean-Baptiste Lully sobre la funesta pasión de la diosa Cibeles por el bello mortal Atys. A partir de hoy, el público madrileño tiene la ocasión de compartir los sentimientos del monarca y del librepensador. Atys, una pieza clave del repertorio lírico francés, resucitada tras dos siglos de olvido, será representada cuatro veces en el teatro de la Zarzuela.

Hace unos días, la hermosa sala Favart, hogar de la Ópera Cómica de París, acogió Atys por segunda vez en los últimos cuatro años. Un público deslumbrado aplaudió durante diez noches un espectáculo que le transportaba de modo casi mágico al universo de Versalles en el momento más esplendoroso del reinado de Luis XIV. "¿Cree usted que a los madrileños les va a gustar?", preguntaba Jean-Marle Villégier, el gran artífice de la resurrección de Atys. "Espero", añadía, "que al menos encuentren interesante el papel protagonista de Cibeles, la matrona en un carro tirado por leones que simboliza universalmente Madrid".En 1676, el músico florentino Jean-Baptiste Lully presentó a la corte francesa Atys, tragedia lírica en un prólogo y cinco actos basada en un libreto de Philippe Quinault. Luis XIV quedó tan entusiasmado que, durante las décadas que siguieron, Atys fue siempre representada con la mención de "la ópera del rey". En el entusiasmo del monarca debió pesar no poco el hecho de que el prólogo presente a los dioses olímpicos quejándose de que las hazañas de Luis XIV "borran la memoria de los siglos pasados".

Madame de Sevigné escribió a sus amigos para alabar los decorados, que "superan todo lo visto hasta ahora"; los trajes, "magníficos y galantes"; los momentos de "extraordinaria belleza" y la sinfonía "en tonos bajos y adormecedores". En 1751, Voltaire aún elogiaba Atys en El siglo de Luis XIV, pero, pocos años después, la obra, demasiado barroca para los nuevos gustos, desapareció por completo de los escenarios.

La tragedia lírica cuenta la historia del frigio Atys, favorito del rey Celenus, del que la diosa Cibeles se enamora perdidamente. Atys, a su vez, suspira por la ninfa Sangaride, la prometida de Celenus. Sangaride también sufre: ella ama a Atys y no al rey. El enredo sentimental es enorme, y una larga sucesión de episodios galantes y dramáticos culminará con la cólera de la diosa y la muerte de Atys y de Sangaride.

No pudiendo quitarse la vida ni devolvérsela a Atys, la diosa le convierte en un árbol, el pino. Entonces, el coro, que a lo largo de toda la tragedia ha subrayado las ideas de los protagonistas, canta: "Que el universo se una al luto de Cibeles. Que este arbol sagrado sea venerado por toda la naturaleza. Que sus ramas sean siempre verdes, que los más rigurosos inviernos nunca le injurien, que sea vecino de los cielos y reine sobre las aguas".

Fino director

Villégier es uno de los más finos directores del teatro francés. En Le Nouvel Observateur, Jacques Drillon acababa de adjudicarle la divisa de Leonardo de Vinci: Ostinato rigore. En sus tiempos de profesor universitario en Nancy, Villégier enseñaba a sus alumnos la historia del teatro y, en un anexo de la facultad, organizaba ejercicios prácticos que incluían desde piezas de Racine, Corneille y Molière hasta los primeros diez minutos del filme Johny Guitar.Como Voltarie, el modesto y refinado Villégier se enamoró del libreto de Atys y decidió resucitar la ópera sin "vulgarizarla", presentándola con la mayor pureza posible. Su versión fue estrenada en 1987 en Florencia, la patria natal de Lully, y presentada poco después en la Opera Cómica de París.

Deslumbrada, la crítica musical francesa le otorgó el premio al mejor espectáculo del año. La dirección musical corre a cargo del norteamericano William Christie, uno de los grandes especialistas mundiales del clavicordio, reforzado por su conjunto vocal e instrumental Las Artes Florecientes. La coreografía de la ópera es de Francine Lancelot, maestra de danza barroca.

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