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"En Rusia, hasta el pasado es impredecible", dice Tatiana Tolstói

La escritora publica en España sus relatos entre la imaginación y la grisura

Tatiana Tolstói no sabía ayer, recién llegada a España, si en una semana podrá regresar a Estados Unidos: acostumbrada a sus 40 años a las innumerables trampas de la burocracia, decidió marcharse sin esperar las garantías de que su visa será prolongada por Estados Unidos sobre un pasaporte de un país, la URSS, que ya no existe. Pero se ha acostumbrado a vivir con un futuro enigmático, al ser la rusa de hoy una cultura donde "hasta el pasado es impredecible". Toistói promocionará esta semana en Madrid y Barcelona sus relatos Sonámbulo en la niebla, publicados por Grijalbo.

Lleva año y medio en Estados Unidos, considerada por los críticos como la estrella literaria de su generación en Rusia, y aunque una larga conversación ha sido punteada por agudos comentarios sobre la vida en Esta dos Unidos y la preferencia de este país por la acción en lugar del intelecto, Tatiana Tolstói piensa que se va a quedar allí durante un tiempo pues no es momento para regresar a Rusia, ni tampoco en ese caso podría ayudar a . su familia.Su hijo mayor no resistió y, a los 17 años, ha exigido el regreso a Rusia; autorizado. No así el segundo, de 15 años, que también quiere volver pero no tiene la suficiente autonomía. De modo que padre, madre y segundo hijo recorren campus americanos como ya lo hicieran Nabokov o Brodski. El padre es profesor de cultura griega. Intentan informarse, ver una solución clara, pero no lo consiguen. Aunque razona bien y largo, Tatiana Tolstói dice no tener una idea sobre lo que ha de hacerse. "Yo soy una escritora, no una política. No sé adónde hay que ir. Estoy decepcionada por los movimientos políticos de mi país. Algunos son interesantes, pero utópico?. Y, sin transición: "Los rusos nos hemos convertido en los mejores patriotas de América".

Buenos vecinos

Pero no es cierto que no tenga ideas políticas. Lo que ocurre es que, como en sus cuentos, que recogen la fuerte tradición no realista rusa (Bulgakov), las expresa de otra manera. Por ejemplo, cuando cuenta lo que le sucedió en un autobús en Tiblisi, la capital de Georgia: El autobús había subido ya muy alto en la montaña, a lo que parecía ser, y era, la última parada. Y sin embargo, sin que nadie se lo pidiera, el conductor siguió subiendo, para acercar aún más a la gente a su casa. Ocurre que Georgia ha entrado también en guerra civil, y ya no quieren saber nada con los rusos. Una pena, piensa Tolstói, pues los georgianos eran de lo mejor de la URSS: cálidos, ingeniosos, solidarios con sus ancianos y respetuosos de sus mujeres. "Es bueno tener esos vecinos; uno aprende de ellos". A su juicio, hoy los rusos han sacado a relucir su parte xenófoba, detestan lo diferente, y de ahí que en el aire no se respire nada constructivo.

Del fuego y del polvo

Tiene los párpados entrecerrados de los soñadores, y una mirada color miel que algunos han descrito como oscura, probablemente porque es profunda y se detiene sobre las cosas. Los ojos protagonizan sin lugar a dudas una cara más bien redonda, de labios rojos como los de las matrioshkas, las muñecas rusas, enmarcada por una melena de leona de color de trigo que parece muy abrigada. Viste de negro, con pantalón, y botas de ante hasta la rodilla. Lleva en el pecho el broche de un toro.En sus estudios clásicos -esos mismos que añora en la educación de Estados Unidos-, la dificultad venía de que la imaginación se atravesaba y lo enredaba todo. La imaginación se le ve más en los cuentos que en la conversación, que puede ser muy analítica, y no tanto en la historias, enredadadas entre la cotidiana grisura de la que habla la literatura soviética de los últimos años, sino en una brillante capacidad para la calificación, para la textura del lenguaje, muy fresco y creativo.

Tuvo la osadía de publicar en libro, Fuego y polvo, en un tiempo en que hacerlo -esto es, ser tolerada por el régimen- era un desprestigio. Aunque se asombra de que en Occidente no se valore tanto el cuento, prepara una novela. Está resignada a que jamás un periodista le haya dejado de preguntar por Leon Tolstói, lejanísimo pariente.

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