La gran estafa
Giménez / Galloso, Vázquez, Jiménez
Toros de Bernardino Giménez, descaradamente mochos e inválidos; 4º, devuelto por este motivo. Sobrero, del conde de Ruiseñada, sospechoso de pitones, manso. La vergonzosa presentación e invalidez de los toros provocó continuas protestas. José Luis Galloso: pinchazo, bajonazo y descabello (silencio); pinchazo, otro a paso de banderillas y bajonazo descarado (algunos pitos). Pepe Luis Vázquez: pinchazo, otro hondo atravesado y descabello (silencio); cuatro pinchazos y descabello (silencio). Pepín Jiménez: bajonazo escandaloso y rueda de peones (silencio); bajonazo (silencio). Plaza de Valdemorillo, 8 de febrero. Quinta corrida de feria. Lleno desbordante.JOAQUíN VIDAL
El público salió indignado. El público merodeaba por los alrededores de la plaza manifestando ruidosamente su protesta, y ya no sabía qué decir ni a dónde dirigirse para exigir responsabilidades por la gran estafa de que había sido objeto.
La verdad es que el público ya estaba indignado antes de empezar la corrida. Media hora faltaba para que sonara el clarín cuando los tendidos aparecían abarrotados y los espectadores que iban llegando al coso habían de guardar larguísimas colas en la calle. Muchos no pudieron entrar hasta después de arrastrado el segundo toro, pues la angostura de las escasas puertas de acceso producía el atasco de la avalancha humana que pretendía pasar al graderío.
La gran estafa empezó ahí: en la falta de respeto al público que, después de haber pagado religiosamente su boleto, no tuvo una localidad libre a su disposición y ni siquiera la posibilidad de verentera la corrida. Y luego continué con la corrida propiamente dicha. Pero ¿qué corrida? ¿Cómo se le podía llamar corrida al escándaló aquel que montaron los organizadores del espectáculo para burla del público y escarnio de la propia fiesta?Salían los toros descaradamente desmochados, al par de trancos se desplomaban, y pues era imposible torear aquellos animales mutilados, enfermos, acaso drogados y con bastante probabilidad también moribun-
dos, los toreros hacían gestos de contrariedad, pedían la espada, metían un bajonazo y asunto concluido.Sólo desde la desfachatez se puede resolver así una corrida de toros a la que habían acudido miles de aficionados con toda la ilusión del mundo. Sólo desde la desfachatez, que permite la impunídad. Porque el órgano encargado de vigilar la buena marcha de la fiesta permanece al margen -¿qué autoridad y qué veterinarios aprobaron esos toros o tantos otros toros desmochados como se ven por esas plazas?- y encima está empeñado ahora en promulgar un reglamento que pretende convertir la lidia en un circo.
Ese reglamento, si se aprueba según ha sido redactado el anteproyecto, va a amparar todas las corruptelas habituales en la fiesta y dará cobertura legal a la ruina artística en que han convertido los taurinos profesionales la lidia de reses bravas., Los taurinos profesionales jamás se han visto en otra igual. Es la gran ocasión de su vida, y así están de contentos. Incluso se han atrevido a formular una propuesta alternativa que complementa el texto oficial, para poder actuar aún más a su antojo.
En la corrida de Valdemorillo los toros sólo soportaban un mal puyacito; con excepción de sendas intervenciones de Galloso y Pepe Luis Vázquez, no hacían quites; el primer tercio era un mero trámite; las faenas de muleta, parodias, y todo eso lo acepta sin reserva alguna el nuevo reglamento. Es decir, que la corrida de Valdemorillo, con tanta razón protestada por el público pues pues constituía un grosero atentado contra sus derechos, dentro de poco será reglamentaria en estos aspectos y entonces nadie podrá llamarse a engaño.
Juraban no volver
La indignación crecía por mo mentos en Valdemorillo y alcan zó características de alboroto cuando saltó a la arena el sexto, un animalito escandalosamente despitorrado e inútil para la li dia. Al verlo roto e indefenso en el redondel, muchos espectado res abandonaron asqueados la plaza, jurando que no volverían nunca jamás. No se puede tratar peor al público y en eso tiene toda la responsabilidad el ayun tamiento valdemorillano, que organiza la feria. Los aficiona dos habían acudido a Valdemorillo a ver una corrida de toros, no a que los estafaran. Está visto que en este país se puede estafar de golpe a una multitud de miles de personas, y no pasa nada.
Babelia
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