España pasara su reválida europea en 1996
Gobierno, empresarios y economistas consideran imprescindible entrar en la primera velocidad de la CE
Mientras los técnicos del Ministerio de Economía y Hacienda elaboran continuos informes sobre la convergencia española a los países más avanzados de la CE, el sector empresarial se muestra inquieto, incluso preocupado, sobre el rumbo que tornará la política económica de aquí a 1996. Hay cinco años por delante para adaptar nuestras cifras a las condiciones de Maastricht, y las diferencias son enormes. Aunque no insalvables. La opinión generalizada entre los expertos y los hombres de negocios es que Ilegaremos a tiempo, porque no nos queda más remedio", según comentaba un miembro de la directiva del Círculo de Empresarios. 'La economía española siempre ha mostrado una enorme capacidad de adaptación a cambios tan rápidos como el que nos espera", apostilla Óscar Fanjul, presidente de Repsol.La posición de partida no es buena. En eso coinciden todos. De las cinco condiciones impuestas en Maastricht para acceder al Banco Central Europeo en su primera etapa, España sólo cumple una: el peso de la deuda pública es inferior al 60% del PIB. Se trata de mantener ese logro -algo fácil teniendo en cuenta que en la actual se sitúa en el 45,61/6-, y reajustar el resto de los indicadores en un periodo de 60 meses. La inflación y los tipos de interés tienen que reducirse en dos puntos -sin contar con posibles mejoras de los países menos inflacionistas-, el déficit público debe caer por debajo del 3% del PIB, y la peseta tiene que formar parte de la banda estrecha del SME antes de 1995.
El examen está convocado con mucha antelación, y los temas, delimitados claramente. Lo que falta ahora es que el Gobierno se aprenda bien la lección y pase la reválida de diciembre de 1996. Sobre la estrategia que debe seguir el plan de convergencia hay opiniones para todos los gustos. Enrique Fuentes Quintana explica que "el ingreso de España en la CE debe entenderse como una reorientación histórica inevitable para definir el futuro". Y añade que "no hay acercamiento posible a Europa sin converger con la estrategia de la política económica practicada en esos países".
Actuaciones prioritarias
Fuentes cita en un documento preparado sobre la convergencia con la CE tres actuaciones que él considera imprescindibles para llegar a tiempo a los compromisos de Maastricht: compromiso de estabilidad cambiaría de la peseta en la banda estrecha del SME, aplicación disciplinada de una política de demanda que garantice la estabilidad económica (política monetaria restrictiva, política presupuestaria ortodoxa no expansionista y moderación en el crecimiento de las rentas) y adopción de un conjunto de reformas estructurales dirigidas a desregularizar los mercados, fomentar la competencia, aumentar la eficiencia de los factores productivos y de las administraciones públicas.
La receta de Fuentes es compartida, con matices, por otros expertos económicos. Guillermo de la Dehesa, actualmente presidente del Consejo Superior de Cámaras de Comercio de España (entre otros cargos), hace especial hincapié en la racionalización de la política presupuestaria. "Es un problema de opciones políticas" afirma, "pero no es posible converger hacia la CE si no se produce un cambio notable en la política fiscal del Estado y las autonomías. En ingresos hay que mejorar la gestión todo lo que se pueda, mientras que en gastos hay que romper con ciertas políticas que no conducen a nada. ¿Qué sentido tiene gastarse 200.000 millones de pesetas en televisiones públicas mientras se escatiman recursos para infraestructuras o educación".
Más duro todavía se muestra José Folgado, director de Economía de la patronal CEOE. A su juicio, los principales problemas de la economía española surgen de una política fiscal mal planteada. La inflación, los tipos de -interés y en general todas las condiciones impuestas en Maastricht dependen del déficit público. Aunque tampoco hay que olvidar todas las rigideces que todavía perduran en el sistema económico, tanto laborales como financieras o fiscales. El principal objetivo para conseguir la convergencia debería ser el de restablecer la confianza empresarial, y para eso hay que acabar con el doble lenguaje de predicar una cosa y actuar al contrario, como viene haciendo el Gobierno, con una política cuyos resultados dejan mucho que desear".
Éxito y fracaso
Óscar Fanjul mantiene una línea más pragmática respecto a lo que hay que hacer para llegar en buenas condiciones a 1996. "Las cosas son más sencillas de lo que parecen", afirma. "No hay que esperar grandes planes ni recetas milagrosas, sino reglas del juego que marquen retos, que los acentúen. Es importante para las empresas españolas que se haga posible el éxito y el fracaso. Hay que olvidarse del paternalismo del Estado. Aunque eso no quiere decir que el plan del Gobierno no tenga que acometer importantes reformas estructurales para conseguir objetivos auténticamente históricos en convergencia de nuestra economía. Es vital tener unos indicadores estables". También Fanjul insiste en que hay que actuar de forma ejemplar sobre el sector público. "Tiene que haber más rigor y que cada palo aguante su vela".
Lo que no parece tan claro es que todos estén dispuestos a aguantar su vela. Para algunos empresarios, es decepcionante que no se haya conseguido firmar un acuerdo sobre competitividad que involucre a todos los agentes sociales y económicos, "porque competitividad y convergencia son casi sinónimos en este caso", dice Rafael del Pino, presidente de Ferrovial.
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