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LAS RUINAS DE LA U.R.S.S.

Washington pone bajo su órbita una devaluada operación rescate de la CEI

Antonio Caño

Si los países de la antigua Unión Soviética esperaban obtener de la conferencia de Washington dinero contante y sonante, se deben sentir frustrados. Si alguien esperaba encontrar aquí la receta mágica para resolver la crisis que afecta a esas naciones, también habrá visto sus deseos incumplidos. Únicamente aquellos que sólo aspirasen a poner en marcha un mecanismo de mayor involucración internacional en el problema pueden estar satisfechos con los resultados de una reunión con la que, a trancas y barrancas, Estados Unidos consigue poner bajo su órbita la operación rescate de los nuevos Estados.

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La conferencia fue clausurada ayer en el mismo tono de apatía y desconfianza con el fue inaugurada el pasado miércoles. Muy pocos resultados concretos -aunque el secretario de Estado norteamericano, James Baker, anunció ayer que a partir del 10 de febrero aviones norteamericanos llevarán alimentos y medicinas a las zonas más necesitadas de la antigua URSS- pueden mencionarse, pero Washington ha conseguido, al menos, recuperar un cierto liderazgo sobre Europa y Japón que en esta cuestión había, perdido en meses pasados.La reunión estuvo precedida de críticas por parte de la Comunidad Europea (CE), que le exige a Estados Unidos que, si quiere tener liderazgo, pague por él. Pero, a la hora de la verdad, todos vinieron a Washington, todos estuvieron de acuerdo a volver a reunirse antes de finales de junio en Lisboa, todos dieron su visto bueno, en definitiva, a un proceso que puede convertirse en el paraguas político de la ayuda a la Unión Soviética en el futuro.

Estados Unidos tiene y capitanea, por tanto, su nueva coalición internacional. Y lo consigue por el módico precio de los 645 millones de dólares (más de 64.000 millones de pesetas) que el presidente George Bush anunció en su discurso de apertura,

Esto no quiere decir que las tensiones hayan desaparecido. Pero lo importante para Washington es que Japón y Alemania parecen dispuestos a canalizar su ayuda -o parte de ella- a través de este nuevo mecanismo, por lo que poco importa ya que el resto de los países de la CE se quejen en los pasillos de la manipulación política que pretenden los norteamericanos.

Estados Unidos ha tenido que vencer muchas resistencias. En cada grupo de trabajo, los representantes norteamericanos han polemizado con los europeos sobre la forma de manejar y distribuir la ayuda. En el grupo de sanidad, por ejemplo, los estadounidenses pedían que la infraestructura de la asistencia corriese a cargo de la OTAN -controlada por Washington-, mientras que la Comunidad Europea prefería a la Organización Mundial de la Salud -controlada por los europeos-.

Perplejidad japonesa

En términos generales, Washington es favorable a una destacada participación de la OTAN en todas las misiones de ayuda, pero para ello tiene que vencer, incluso, las resistencias de los japoneses, que encuentran inaceptable tener que entregarle dinero a la OTAN para que esta organización ayude a la antigua URSS. Un representante japonés decía en una reunión: "Si yo decido enviar granos a Moscú en un avión de la OTAN, ¿tengo yo que pagar los granos y el vuelo?". La respuesta que le dieron fue afirmativa.

Algunas otras sugerencias concretas de ayuda se han presentado en esta conferencia. El ministro de Exteriores alemán, Hans Dietrich Gensher, por ejemplo, dijo que para su país la prioridad es recuperar la producción de petróleo de las nuevas naciones, con la seguridad de que después podrán pagar por la ayuda que reciban.

Otros países hicieron propuestas más modestas -como España, que, como experto en el trato del problema de los ciegos, se ofreció a colaborar con los científicos rusos en ese área- o más sorprendentes -como Argentina, que invitó a 100.000 ciudadanos de los nuevos Estados a fijar su residencia en las tierras de la pampa-.

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