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Entrevista:

"Los cataclismos no traen consigo el paraiso"

Juan Cruz

Mario Vargas Llosa está admirado de la luz de Madrid, la ciudad que le acogió en los años cincuenta, cuando el autor de Los jefes era un espigado estudiante laborioso. Ahora viene de Berlín donde vive desde hace algunos meses, y desde esa perspectiva aborda en esta entrevista la cuestión europea, aunque ésa no sea su principal obsesión en este momento: con la férrea voluntad que le es característica, Vargas Llosa escribe en la ciudad alemana algo muy distinto a lo que le podría inspirar esa ciudad simbólica del nuevo orden europeo: una autoblografía. Se titulará El pez en el agua y combinará memorias de la infancia peruana del creador de Zavalita con su reciente aventura electoral en su propio país.Pregunta. ¿Qué será El pez en el agua?

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Respuesta. El relato comenzó siendo una narración sobre esos tres años de trabajo intensamente político que constituyó un paréntesis en mi vida. Después descubrí que una descripción aislada de esa época daría un testimonio incompleto y falaz. Así que decidí entreverarlo con episodios anteriores y posteriores que iluminan mejor lo que fue esa época. Por eso varié el título: se iba a llamar El pez fuera del agua, pero luego vi que en realidad el pez no había salido de su ambiente.

P. ¿Cómo esa autobiografía de un peruano se puede hacer en Berlín?

R. Berlín es una ciudad muy interesante, con una enorme vitalidad. Es protagonista de la historia contemporánea y es también un símbolo de la reunificación alemana y de la unidad europea. Va a volver a ser la capital de un país que tiene el liderazgo de Europa, no por vocación de sus dirigentes, sino como consecuencia de su prosperidad económica, aunque yo encuentro que Alemania aún no está preparada para asumir ese liderazgo. Por eso estar en Berlín cuando ocurren tantas cosas es estar de alguna manera en el centro de la historia europea moderna.

P. ¿Cómo ha cambiado Europa?

R. Creo que el cambio se ha producido muy rápidamente, de una forma inesperada y bifronte: nadie hubiera podido imaginar el desarrollo rapidísimo de los acontecimientos en el Este que plantea un desafío a la imaginación de la Europa de los Doce. Por otra parte, creo que es enormemente positivo para la constitución de ese inmenso conglomerado que va a significar la desaparición de las fronteras. La disolución de los viejos nacionalismos y de los enfrentamientos entre comunidades se está produciendo en el marco de una cultura liberal y democrática que es para mí la gran creación del Occidente. La sombra de este proceso es también el intempestivo rebrote de algo que, por otro lado, siempre estuvo en Europa como parte de la tradición occidental: el fanatismo religioso, los nacionalismos y los movimientos étnicos endogámicos, lo que Karl Popper llamaría "el regreso de la tnibu".

P. ¿Qué va a ocurrir?

R. Hasta ahora el peligro es bastante contenido, pero está ahí, y hoy, por desgracia, hay muchos países en que el riesgo parece fortalecerse. Lo veo en Alemania, en Francia está más avanzado que en ningún otro sitio, está en España, se percibe en Italia, existe en Inglaterra... Hay países, como Austria, donde esos movimientos regresivos cobran incluso una cierta legitimidad muy alarmante. El enfrentamiento ya no es con el marxismo o con el totalitarismo de izquierda. El enfrentamiento ahora es con esos movimientos emergentes: ahí está el peligro.

P. ¿Cree usted que el marxismo se ha caído demasiado deprisa como muleta para andar por la historia?

R. No. Era un enorme lastre para la humanidad, una fuente de sufrimientos, de empobrecimientos. Está muy bien que se haya acabado, y ojalá que se hubiera acabado antes. El problema es que los grandes cataclismos históricos no producen nunca el paraíso de la noche a la mañana. En esos países donde se ha desplomado el comunismo de esa forma tan intempestiva no había ninguna alternativa democrática, ni en las costumbres ni en la tradición. El vacío lo han llenado ciertos resabios que han cristalizado en nacionalismos, fundamentalismos, intolerancias, elementos que constituyen por desgracia la tradición más extendida de la humanidad: la tradición más arraigada de la humanidad no es la democracia, sino la intransigencia, el provincianismo y el despotismo político y religioso. La democracia, la libertad y el pluralismo son creaciones muy tardías y muy reducidas de la civilización humana. El comunismo ha dejado un vacío que la democracia aún no puede llenar rápidamente.

P. Usted vive en el centro de lo que es el símbolo de la nueva unidad europea. ¿Cómo ha recibido Occidente la avalancha del Este?

R. Al principio con un enorme entusiasmo y con la ilusión un poco ingenua de que el desplome del comunismo iba a suponer el triunfo de la economía de mercado y del horizonte político y cultural de Occidente. Después de descubrir que eso no es así, y al advertir el caos y la anarquía, ha surgido más bien el temor de una avalancha de inmigrantes ilegales, de desocupados y de hambrientos, y la xenofobia ha cobrado una presencia brutal.

P. Usted fue emigrante en Europa en los años cincuenta. ¿Qué ha cambiado más, Europa o Vargas Llosa?

R. Yo he cambiado mucho, pero Europa ha cambiado muchísimo más. Piense en España: pocos países en el mundo han cambiado de una manera tan profunda y tan general como este. Cuando yo llegué a España, aquí había una dictadura impresentable, una sociedad anacrónica, un país provinciano que parecía carecer de la posibilidad de convertirse en una nación moderna. Y hoy España es una especie de ejemplo floreciente de lo que es la democracia, en lo que tiene de bueno y de malo, porque como las democracias más antiguas puede darse el lujo de adoptar los vicios y las deficiencias de las más viejas sociedades liberales de Europa. Desde el punto de vista cultural, quizá es una de las sociedades más modernas del mundo, porque aquí llega todo y todo tiene un efecto inmediato sobre la élite cultural. Es algo fantástico, como de ciencia ficción, o de literatura fantástica, el cambio que se ha producido en España. Cuando yo llegué aquí como un estudiante todo eso parecía muy remoto. Esto que ha pasado en España es un buen ejemplo de lo que significa hoy la juventud de Europa, que ha vuelto a recuperar el protagonlsmo que había perdido en las décadas pasadas. Así que yo me encuentro muy feliz de estar en Europa.

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