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Argelia no es Irán, y Marsella menos

Los hijos de inmigrantes argelinos ven con preocupación la evolución del conflicto

"Argelia no es Irán", asegura el imam de la gran mezquita del Sur, Hadj Allili. Los beurs de Marsella, descendientes de inmigrantes argelinos, Ven con serena preocupación lo que ocurre en el país de sus padres. Con los ojos llenos de lágrimas, dos ancianos se quedan en el puerto, rodeados de enormes cajas que en vano han intentado embarcar. A lo lejos se pierde uno de los buques que realizan el trayecto Marsella-Argel. Los viajes entre esta ciudad mediterránea francesa, que recibe un enorme flujo de inmigración desde África -hay 200.000 magrebíes, la mayoría argelinos-, no se han interrumpido, pese a los últimos acontecimientos.

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La típica rutina impuesta por las ordenanzas tampoco se ha cortado. Cada pasajero sólo puede llevar consigo dos bultos. Hay dos viejos que se pasaron de televisores, el bien más preciado en la Argelia que, cada vez más, carece de lo fundamental, no digamos ya del lujo de ver la pequeña pantalla en color.No hay inquietud en Marsella, sólo preocupación. Y es que los argelinos, o los beurs -nacidos aquí de padres inmigrantes- temen que la situación pueda desembocar en un baño de sangre.

Los marselleses votan en gran proporción al racista Le Pen porque, como dice el propietario de una tienda de artículos marineros situada en la Cannebière, "si allí se lían a tiros van a venirse en masa, y ya hay demasiados".

Aviones y barcos siguen saliendo del puerto con normalidad y regresando cargados con el número habitual de pasajeros, menos de un millar por viaje en esta estación baja. El consulado argelino está lleno, como siempre, de hombres y mujeres que acuden a arreglar sus papeles o a pedir asesoramiento.

La única anormalidad es que sigue suspendida la entrega de visados a periodistas y extranjeros. Radio Gazelle, la emisora local que escuchan no sólo los magrebíes, sino también otras minorías como armenios, africanos, orientales y latinoamericanos, canaliza llamadas que reflejan también una serena inquietud. No hay masas islámicas en la calle.

Desolados, los dos viejos del puerto miran a la periodista con sorpresa cuando se les requiere su opinión sobre la actual situación en su país de origen. El sol arranca destellos en sus gorros de astracán sintético y tienen las mejillas enrojecidas por el frío. De cerca, se descubre que son menos viejos de lo que parecen, mucho menos que las figuras difusas que, con la cabeza envuelta en un gastado pañuelo, se ensimisman en cualquier café de la zona argelina, tan lejos de Marsella en su pensamiento como de su país, a lo mejor perdidos en una tierra que ya no reconocen. "Lo que a mí me preocupa es el trabajo", dice uno de los frustrados pasajeros. "Llenar la olla", agrega el otro.

"Es antidemocrático"

Más tarde, Said, dueño del bar de La Porte D'Aix, centro de reunión y corazón del barrio argelino, añade: "Yo no me meto en, política. Mi única política consiste en lograr lo necesario para que mis hijos crezcan bien y decentemente". Dicho lo cual no se priva de opinar que "el FLN lo hizo mal desde el principio, desde inmediatamente después de la guerra de liberación".

Y añade sobre lo que ha ocurrido en el país que abandonó hace 20 años: "Está mal. Es antidemocrático. Tenían que haber esperado la segunda vuelta de las elecciones, porque el pueblo es el único juez". Y remacha que lo único que quiere es que haya paz.

"Paz sí va a haber", comenta un joven panadero, Rachid Aliaichouba, de 28 años, nacido en Aix-en-Provence. "Para que no haya paz el FIS tendría que enfrentarse a los militares y son estos últimos quienes tienen las armas. En Argelia siempre ha mandado el Ejército. Y no se andan con escrúpulos. En la revuelta del pan tiraron a matar, y la gente sabe que ahora harían lo mismo y por mucho que los dirigentes del FIS necesiten mártires, el pueblo se lo va a pensar antes de ponerse en primera línea con las manos vacías, como carne de cañón".

"Qué vas a contarme de los militares", interviene Mohamed Sebahi, camarero. "Yo, que tengo la doble nacionalidad, hice el servicio militar allí... les conozco bien. Son muy duros. No van a permitir que la situación se les escape de las manos". Cree que el FIS es "un gran paso hacia atrás". "Aquí, en Marsella", dice Rashid, "el 80% de los argelinos no son integristas. El fundamentalismo islámico no tiene nada que hacer entre la clase media, ni siquiera entre los obreros. Consigue sus adeptos mediante demagogia barata entre el subproletariado".

"¿Y qué hacen ahora sus adeptos?", le pregunto.

"Callarse", responde. "Si piensan algo, aún no lo han dicho. No ha habido manifestaciones en favor del FIS aquí en Marsella después del golpe".

En la calle Pasteur, que se empina cuajada de comercios de telas, de carnicerías musulmanas y puestos de verduras -en este último dominio, los magrebíes han reemplazado a los españoles que llegaron exiliados a Marsella a causa de la guerra civil-, la animación no parece relacionarse con lo que ocurre en Argelia más que por el contenido de las chácharas: qué va a pasar, cómo va a terminar. Se contempla con distancia.

Sin embargo, el imam de la gran mezquita del Sur, Hadj Allili, que al lado mismo del lugar del culto tiene su restaurante, impregnado de olor a especies, le da a lo de su país -que abandonó hace 32 años- un sentido global, dentro de lo que llama "la intención de los Gobiernos de Occidente de convertir lo que es una religión integral (el islam) en integrismo, un término peyorativo".

Sociedad musulmana

"Argelia es hoy una república en la que hay una sociedad musulmana. Si la religión se aplicara integralmente, como debe ser, se convertiría en territorio musulmán. Y eso es lo que los Gobiernos occidentales no quieren".

El imam Allili es el primero y único de los entrevistados que habla de España, al incluir este país dentro de lo que él sueña como un proyecto de síntesis de religiones y sociedades en la cuenca mediterránea: "Hay que conseguir un espacio de convivencia y de solidaridad que sólo se podrá lograr si empiezan a mirar a los musulmanes tratando de entender como somos. Argelia no es Irán. Somos mediterráneos, estamos cerca de Europa. Podemos aportar mucho a una nueva civilización regional. Pero tienen que abandonar los prejuicios".

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